La encrucijada del Ejército español en el Sahel
El repliegue de las tropas francesas y el desembarco de los mercenarios rusos complican la situación en una región azotada por el yihadismo
Francia cerró el martes pasado su destacamento de Tombuctú (Malí), la ciudad patrimonio de la humanidad cuyos mausoleos arrasaron los yihadistas en 2012. No es el primero. Antes clausuró los de Tessalit y Kidal. Mientras, unos 400 mercenarios rusos de la compañía Wagner están ya al norte de la localidad de Ségou, en el centro del país. La sombra del fracaso de Afganistán se proyecta sobre el Sahel, donde las tropas francesas frenaron en enero de 2013 el arrollador avance yihadista. Solo que estos no son “desiertos remotos o montañas lejanas” como llamó Aznar a las tierras afganas, sino los vecinos de nuestros vecinos del Magreb. Las islas Canarias están más cerca de la frontera noroccidental de Malí que de la península ibérica.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha visitado esta semana el destacamento Marfil del Ejército del Aire español en Thies, a 90 kilómetros de Dakar (Senegal), que presta apoyo a la operación francesa Barkhane. Robles ha reiterado el compromiso con el Sahel y ha asegurado que España seguirá en la EUTM-Malí, la misión de instrucción de la UE, de la que es el primer contribuyente, con más de 500 efectivos, “mientras sea posible”.
El presidente Emmanuel Macron anunció en julio pasado que, al finalizar 2022, habrá reducido en un 40% los 5.100 efectivos de la Operación Barkhane, pero el repliegue ya ha comenzado y avanza a gran velocidad, con la vista puesta en las elecciones de abril próximo, en las que se juega seguir en el Eliseo. Macron ha reconocido el cansancio de la opinión pública francesa ante una misión a la que no se ve final ni progresos sobre el terreno. Al contrario, el yihadismo, antes concentrado en el norte de Malí, se ha extendido por la región. Macron tampoco ha ocultado su malestar: los militares franceses no pueden sustituir a los malienses si estos no están dispuestos a defender a su propio país, ha advertido.
En teoría, la Operación Barkhane no se acaba, sino que cambia de naturaleza: los militares franceses dejarán de combatir en primera línea para pasar a asesorar y acompañar al ejército maliense, mientras que la nueva misión Takuba, de operaciones especiales, en la que España se ha negado a participar, lanzará ataques quirúrgicos contra los yihadistas.
El problema se ha agravado, sin embargo, con el segundo golpe militar en un año en Malí, que llevó al poder en Bamako a la actual junta militar. La UE y la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (Cedeao) han presionado a los golpistas para que celebren elecciones en febrero, según lo prometido, pero estos han dejado claro que no tiene tienen intención de ceder el poder. El ministro de Defensa senegalés, Sidiki Kaba, aseguró a Robles que su país, que presidirá en 2022 la Unión Africana, promoverá sanciones si el Gobierno maliense no llama a las urnas.
Lo que ha encendido todas las alarmas es el acuerdo de la Junta militar con Wagner, una compañía de mercenarios próxima al Kremlin, que surgió con la anexión de Crimea en 2014 y ha intervenido en Siria y Libia, entre otros conflictos. Por supuesto, Moscú no presiona a sus clientes para que celebren elecciones.
La ministra de Defensa francesa, Florence Parly, remitió en octubre pasado una carta a las autoridades malienses en la que sugería un ultimátum si no deshacían su acuerdo con Wagner. Ni Robles ni su homóloga italiana suscribieron la misiva, a la que se sumaron varios ministros europeos. España comparte la preocupación por la llegada de los mercenarios, pero quiere evitar la ruptura total con Bamako para no dejar el campo libre a Moscú. “Puede que los rusos combatan el yihadismo, pero seguro que no frenarán la emigración irregular”, advierten fuentes diplomáticas.
Wagner ya está en la República Centroafricana (RCA), donde la UE también instruye a los militares locales. El Gobierno centroafricano aduce que los europeos no quisieron enviar tropas de combate y no tuvo más opción que recurrir a los rusos. A cambio de unos 2.000 mercenarios, Bangui les ha cedido la explotación de minas de oro y diamantes. Europa mantiene por ahora su misión en la RCA, pero ha advertido de que los militares que instruya no podrán operar con los rusos ni sus instalaciones ser usadas por estos. En Malí aún no ha tomado ninguna medida, pero será muy difícil justificar que la UE sigue formando a un ejército golpista apoyado por Moscú.
Según los planes de la misión europea, EUTM Malí dejará sus actuales instalaciones en Kulikoro para mudarse a dos nuevas bases, una en Sevare, construida por Alemania; y otra junto al aeropuerto de Bamako, por España, ambas con fondos europeos. El contingente español, que ya cuenta con dos helicópteros de transporte NH-90 sobre el terreno y un avión A-400M a disposición (listo para desplazarse a la zona cuando sea reclamado, aunque hasta ahora solo ha ido una vez, en julio pasado), se reforzará con casi un centenar de efectivos y será el más numeroso del ejército español en el exterior. Pero todo está pendiente de la decisión de la UE respecto a la Junta de Bamako.
Por su parte, el futuro del destacamento español en Senegal está vinculado a la Operación Barkhane, a la que ha dedicado el 90% de sus más de 10.000 horas de vuelo. Macron no solo se enfrenta a golpistas y rusos, sino a una creciente francofobia en toda la región. En noviembre, un convoy militar francés fue retenido en Burkina Faso por una multitud que creía que llevaba armas a los yihadistas. La falsa noticia fue difundida por webs rusas, pero cayó sobre el terreno abonado de una población que desconfía de las intenciones francesas.
Robles visitó el miércoles el colegio Inmaculada Concepción de Shangé, donde entregó un ordenador y una impresora. Sor Hortensia, una burgalesa con 55 años en África, no solo agradeció el regalo sino que arrancó otros 12.000 euros para excavar el pozo que debe proporcionar agua potable a la escuela. El dinero saldrá del fondo para obras de impacto rápido, proyectos de ayuda humanitaria de escaso coste y breve ejecución que sirven para ganar el favor de la población local hacia las tropas españolas. “El respaldo y la complicidad de tus vecinos te dan más seguridad que una ametralladora”, subraya un mando español.
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