Las Fuerzas Armadas dedicarán el aumento del presupuesto de Defensa a “tapar agujeros”
Los ejércitos quieren recuperar capacidades perdidas durante la crisis
“Lo primero que hay que hacer con el 2% es tapar agujeros”, responde un mando militar preguntado por el destino del fuerte aumento de los gastos de Defensa previsto para los próximos años. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, prometió en la cumbre celebrada por la OTAN en Madrid en junio pasado que...
“Lo primero que hay que hacer con el 2% es tapar agujeros”, responde un mando militar preguntado por el destino del fuerte aumento de los gastos de Defensa previsto para los próximos años. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, prometió en la cumbre celebrada por la OTAN en Madrid en junio pasado que el gasto militar español pasaría del 1,01% al 2% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2029, lo que supondrá casi duplicar los 13.000 millones gastados en 2021. Eso no significa, advierten las mismas fuentes, que las Fuerzas Armadas puedan comportarse como nuevos ricos e incurrir, como en otras épocas, en gastos superfluos y suntuarios. Lo más urgente, explican mandos militares, es recuperar capacidades que se han perdido tras más de una década de recortes presupuestarios, poner a punto sistemas que se han deteriorado por falta de mantenimiento y sustituir los que a medio plazo habrá que dar de baja por agotar su vida útil o haberse quedado obsoletos.
Estos son algunos objetivos prioritarios en el planeamiento de las Fuerzas Armadas a medio plazo:
Patrulla marítima. A finales de este año el Ejército del Aire se quedará sin el último de sus aviones P-3 Orion, con el que perderá su capacidad de lucha antisubmarina y buena parte de la de vigilancia marítima, que en los últimos años ha puesto al servicio de la Operación Atalanta, la misión europea de lucha contra la piratería en el Índico. El plan es comprar cuatro aviones C-295 Persuader, fabricados en España por Airbus, aunque con menor autonomía que el Orion estadounidense, pero aún no se ha aprobado su adquisición.
Sin avión espía. En 2016 el Ejército del Aire jubiló el último de sus aviones Boeing 707, dedicados al transporte de personal y reabastecimiento en vuelo. Con la reciente adquisición de tres Airbus 330 MRTT se han recuperado esas dos funciones, pero no la que cumplía el Boeing que servía como plataforma al programa secreto Santiago de guerra electrónica. Con sus equipos a bordo, de fabricación israelí, podía monitorizar el tráfico de señales en toda la banda del espectro electromagnético de un país sin entrar en su espacio aéreo, por lo que se lo conocía como la Reina del Espectro. Aunque se estudió dotar de esta capacidad a un avión de menor tamaño, un Falcon, el proyecto nunca prosperó. La Armada sí tiene un buque de obtención de inteligencia, el Alerta, pero fue construido hace ya 40 años en la extinta República Democrática Alemana, la Alemania del Este. El plan es sustituirlo por un Buque de Acción Marítima (BAM) destinado a esta misión y dotado con sistemas avanzados de captación de señales.
Lanzacohetes. El Ejército de Tierra dio de baja en 2011 el sistema Teruel, un lanzador múltiple de cohetes de 140 milímetros con 25 kilómetros de alcance montado sobre un camión Pegaso, que había sido desarrollado por la compañía española Santa Bárbara. Desde entonces carece de este tipo de armas que en la guerra de Ucrania ha demostrado ser decisivo. El suministro al Gobierno de Kiev de baterías Himars (Sistema de Cohetes de Artillería de Alta Movilidad), por parte de Estados Unidos y Reino Unido, con un alcance de 300 kilómetros, ha acabado con la impunidad de la artillería rusa, que podía golpear sin temor a que el Ejército ucranio le pudiera responder. Entre los países a los que Estados Unidos ha vendido el sistema Himars figura Marruecos.
Caza para entrenamiento. Tras haber adquirido 24 aviones Pilatus PC-21, de fabricación suiza, para instruir a los alumnos de la Academia General del Aire (AGA), en San Javier (Murcia), el Ejército del Aire ha fijado 2028 como fecha límite para sustituir los vetustos cazas F-5M de Northrop, con 50 años de antigüedad, que sirven en la base de Talavera la Real (Badajoz) para la formación de los pilotos de combate. El principal candidato para un pedido que puede llegar a 55 unidades es el Futuro Entrenador Avanzado de Airbus (AFJT), siempre que cumpla los requisitos y llegue a tiempo.
Helicópteros antisubmarinos. En los próximos años, la Armada debe dar de baja su docena de helicópteros SH-60B Seahawk, de la firma estadounidense Sikorsky, dedicados a la lucha antisubmarina (ASW) y antisuperficie (ASUW), con más de tres décadas en servicio. El Departamento de Estado americano ya ha dado luz verde a la venta de ocho helicópteros MH-60R, una versión más avanzada del anterior, por unos 946 millones de euros, aunque la compra aún no se ha formalizado. Estos helicópteros, equipados con el sistema LAMPS III, son una prolongación de las fragatas F-100 y las futuras F-110 en las que van embarcados, ampliando el alcance de sus sonares y sensores. La Armada ya tuvo que comprar ocho helicópteros SH-60 F de transporte táctico de segunda mano a la Navy por unos 150 millones tras la baja de los SH-3 Sea King y ante el retraso de los NH-90 navales de la firma europea Eurocopter.
Patriot, drones y mucho más. La lista de la compra de las Fuerzas Armadas es interminable. Está pendiente la modernización de la batería de misiles antiaéreos Patriot que el Ejército de Tierra tiene desplegada en la frontera de Turquía con Siria; la compra de nuevos lotes del Vehículo de Combate sobre Ruedas (VCR) 8x8 Dragón, del que solo se han encargado hasta ahora 348 unidades y deberían llegar al millar; la sustitución de los patrulleros de altura (excorbetas) Infanta Elena e Infanta Cristina, que se darán de baja en 2022 y 2023; o la adquisición de vehículos no tripulados terrestres, navales y aéreos, incluida la posible adquisición de drones armados y no solo de reconocimiento como hasta ahora; además de otras capacidades menos visibles en mando y control, comunicaciones o ciberdefensa.
Mejoras para el personal. Aunque casi nunca se menciona, la mejora de los sueldos de los militares es una de las grandes asignaturas pendientes de las Fuerzas Armadas. La retribución básica de un soldado, 1.016,62 euros, se ha igualado al salario mínimo interprofesional tras los sucesivos aumentos de este último. Un estudio del Ministerio de Defensa estimaba en 2019 que las plantillas de los ejércitos (120.000 militares) debían aumentar en 10.000 plazas. Pero el mayor problema no es cuantitativo sino cualitativo. Los sistemas de armas, cada vez más caros y complejos, requieren de técnicos especialistas para manejarlos y mantenerlos y estos no se pueden reclutar pagando el salario mínimo.