Barcelona supera el tope de contaminación de la UE tras la pandemia y Madrid lo cumple por primera vez
La estación del Eixample de la Ciudad Condal es la única que rebasa los máximos establecidos por la UE, mientras que el punto madrileño con peores datos se salva por solo unas décimas
Pasada la tregua de la pandemia, cuando la mayoría de ciudades mejoraron la calidad de su aire, Barcelona volvió en 2022 a superar el máximo de contaminación por dióxido de nitrógeno (NO₂) que fija la Unión Europea. La estación del Eixample, la que habitualmente registra niveles de contaminación más altos, superó de media los 40 microgramos por metro cúbico (µg/m³) de NO₂ y cerró el año con 42,4. En cambio, en Madrid, el alcalde, José Luis Martínez Almeida, compareció este lunes para presumir de que, por primera vez, la ciudad cumplió con las exigencias europeas y ninguna estación superó los 40 µg/m³ de NO₂, ni siquiera la de la plaza Elíptica, que suele registrar los peores indicadores y se quedó en 39,7 µg/m³.
Las dos estaciones (Eixample y plaza Elíptica) son los “canarios de mina” de Barcelona y Madrid, el termómetro de los peores indicadores, porque son las que más contaminación reportan y la normativa europea establece que ninguna estación de las ciudades puede superar los 40 µg/m³. Barcelona tiene 11 estaciones que miden la calidad del aire y Madrid, 24. Los resultados de 2022 se explican, en parte, por la meteorología. Madrid registraba en la plaza Elíptica valores superiores al límite hasta septiembre, pero en noviembre hubo 18 días de lluvia y en diciembre, 15, con datos de la estación de Retiro. En cambio, Barcelona ha vivido en 2022 un año con poca lluvia y poco viento.
Los datos de 2022 en Barcelona, publicados de fuentes oficiales por el portal divulgativo Contaminació Barcelona, muestran que la situación en la Ciudad Condal no está tan mal como en 2019 (en el Eixample se rozaron los 50 µg/m³ de NO₂) pero, pasados los dos años de tregua de la pandemia, vuelve a incumplir los límites legales. El concejal de Emergencia Climática, Eloi Badia, afirmó antes de Navidad, ante la eventualidad de cerrar el año incumpliendo el límite legal, que la urbe ha avanzado con medidas como la Zona de Bajas Emisiones (ZBE), pero debe “seguir trabajando” para rebajar la contaminación.
Todo esto se produce cuando la justicia europea acaba de condenar a España por la contaminación de Barcelona y de Madrid, y cuando las propias instituciones europeas están pendientes de rebajar el límite legal de polución urbana por NO₂ para adaptarlo a los niveles que ha fijado la Organización Mundial de la Salud (OMS), aunque todavía no hay fecha. Tras anunciar la rebaja de exigencias, ahora la Comisión Europea debe publicar un reglamento que deberán cumplir los Estados miembros, aunque fijará un calendario que el experto sitúa entre los años 2027 y 2030. Y otro dato relevante: el repunte de la contaminación en Barcelona se produce en una ciudad que fue pionera en España, en 2020, en implantar una ZBE ambiciosa por su alcance, casi 100 kilómetros cuadrados, donde se veta la circulación a los coches más contaminantes, los que no tienen etiqueta ambiental.
En Barcelona, los registros de 2022 muestran datos preocupantes en el caso de la contaminación por partículas grandes (PM10). Los niveles de PM10 suben respecto a 2021, especialmente en las estaciones de tráfico. Cumplen con los 40 µg/m³ que fija Europa, pero superan el límite de 15 (29,89 en las de tráfico ―con un repunte preocupante― y 22,10 en las de fondo, alejadas del tráfico) que establece como valor de referencia la OMS. “La valoración global es que es necesario definir más medidas, sabemos que no cumplimos y hay cierta mejora por la renovación de vehículos que circulan, pero el límite bajará a medio plazo”, avisa Miquel Ortega, responsable de Contaminació Barcelona. Ortega también alerta de la falta de una red más completa de medición en Barcelona: “Clama al cielo, especialmente en el caso de las partículas pequeñas, las PM2,5, que son las más dañinas porque penetran con más facilidad al respirar: solo se mide en la estación de Palau Reial, que no es de tráfico sino de fondo, y los datos se publican con meses de retraso”. De las 11 estaciones de medición, dos están próximas al tráfico (Eixample y Gràcia); ocho son de “fondo urbano”, algo más alejadas del tráfico; y una de suburbana, en pleno parque del Guinardó.
Eixample Respira, la entidad ciudadana que lleva años exigiendo una drástica reducción del tráfico en el distrito que más lo soporta y que forma parte de la plataforma que ha lanzado la idea de un peaje urbano, entiende que los datos “demuestran que las medidas impulsadas por el Área Metropolitana de Barcelona (AMB), sobre todo la ZBE, no han resultado suficientemente efectivas para alcanzar los niveles legales”, apunta su portavoz, Guille López.
Frente al varapalo de Barcelona, triunfalismo en Madrid. La capital cumplió, por “primera vez en su historia”, los requisitos de calidad del aire, reportó el alcalde en una rueda de prensa en la que sacó pecho de este logro, que atribuyó tanto a “la actitud de los madrileños” como a sus “nuevas políticas” centradas en la “estrategia integral” Madrid 360. “La combinación de la sostenibilidad ambiental con la económica fue posible. Gracias Madrid”, tuiteó el alcalde tras la comparecencia, en la que llegó a afirmar que “Madrid, por fin, respira”. En realidad, como le recordó Ecologistas en Acción, lo que ha sucedido es que la ciudad “se ha quedado justo en el límite”. “Estamos hablando de una variación de apenas un microgramo. De ahí a decir que se acabó el problema, hay un salto de gigante”, señala uno de sus portavoces, Juan Bárcena. La capital infringió la normativa entre 2010 y 2021. En los dos últimos años, una única estación superaba el umbral, plaza Elíptica, con 41 µg/m³. En 2022, este punto negro, donde se estableció una nueva ZBE con multas desde febrero, ha quedado tres décimas por debajo, en 39,77 µg/m³, lo que ha permitido cumplir por la mínima.
Triunfo “relativo”
Ecologistas en Acción opina que es “un triunfo relativo”, ya que “no se ha producido una mejora sustancial” en la calidad del aire. “Decir que ya podemos respirar es una tontería, la contaminación se mantiene en niveles muy elevados y cercanos al máximo”, indica uno de sus portavoces, Juan Bárcena, para recordar que las cotas de NO₂ de Madrid “duplican el nuevo valor límite anual propuesto por la Comisión Europea para 2030, 20 µg/m3, y cuadruplican la recomendación anual de la Organización Mundial de la Salud, fijada en 2021 en 10 µg/m3″. Plaza Elíptica es el Eixample de Madrid, pero hay otros puntos negros como la entrada por la avenida de Extremadura (A-5), donde la situación es similar o peor, pero no hay estación medidora.
Bárcena atribuye el cumpliendo de la normativa “23 años tarde” ―el límite se fijó en 1999― a razones multifactoriales, la principal la meteorología. “Se han dado condiciones atmosféricas favorables para la dispersión de los contaminantes. En los dos últimos meses ha llovido más de lo habitual, 18 días en noviembre y 15 en diciembre, y no se ha producido una situación anticiclónica prolongada con inversión térmica y cero viento, que es la que dispara los valores en Madrid”. Hasta septiembre, “los datos eran peores”.
El portavoz añade que “ha podido tener algo de incidencia la gratuidad/abaratamiento” del transporte público, que ha podido provocar “un trasvase del coche al Cercanías en la entrada de la A-42 por plaza Elíptica”, y la “muy insuficiente” ZBE de la plaza, que “apenas prohíbe la circulación de coches diésel que tienen 17 años y 20 los de gasolina”. También cita el mantenimiento en parte del teletrabajo tras la pandemia y la conciencia ciudadana, “muy por encima de la de los políticos”.
Para Ecologistas en Acción, “hay que avanzar en la dirección contraria” a la marcada por el Ayuntamiento de Madrid, al que pide que reduzca de manera decidida, drástica y urgente el número de coches que accede y circula diariamente por la ciudad para conseguir una mejora significativa del aire. Los grupos municipales de Más Madrid y del PSOE criticaron que el alcalde, al que consideran un “negacionista” del cambio climático, presuma de “sacar un cinco raspado”.
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