_
_
_
_

Marcados, apedreados: el relato del movimiento que calló a ETA

Un documental homenajea a Gesto por la Paz, la organización ciudadana que se concentró en silencio contra la violencia cuando nadie más lo hacía

Natalia Junquera
Más de 10.000 personas participaron en una cadena humana convocada por Gesto por la Paz en San Sebastián en 1989.
Más de 10.000 personas participaron en una cadena humana convocada por Gesto por la Paz en San Sebastián en 1989.EFE

“Manuel Huertas, mi marido, era progresista, político, del PSOE. Eso lo convertía en candidato a la persecución, al secuestro, al asesinato”, explica Beatriz Elorza. “En el buzón de casa nos dejaron tres esquelas con el nombre y la foto de nuestros hijos. Yo era maestra en una escuela pública y cada día, a las ocho de la mañana, bajaba las escaleras temblando porque sabía que me iba a encontrar pintadas. Una vez, al salir, vi a uno de mis vecinos, Peio, y a su hija, con un cubo y una fregona limpiando una pintada contra nosotros. Querían evitar que la viéramos. Ese acto tan poco frecuente y tan valiente nos dio a todos fuerzas para continuar”.

La actitud de ese vecino define la naturaleza de Gesto por la Paz, movimiento nacido en 1985 en Euskadi para posicionarse contra la violencia en los años de sangre en las aceras y miedo e indiferencia en demasiadas casas. Cada vez que ETA secuestraba o mataba —37 muertos en 1985; 45 en 1986; 53 en 1987...— se concentraban en silencio porque aspiraban a eso, a convertirse en unánimes, y el silencio solo es posible cuando todos callan. Querían demostrar que las víctimas no estaban solas, que los terroristas no podían hablar en su nombre. Al principio eran muy pocos, pero con el paso del tiempo, determinación y perseverancia, como explica el periodista de EL PAÍS Luis Rodríguez Aizpeolea, amenazado por la banda, “le fueron quitando la calle al mundo de ETA, que entonces tenía muchísima influencia”.

Una mujer pone al día el calendario del secuestro de José Antonio Ortega Lara en la sede de Gesto por la Paz en Bilbao, en noviembre de 1996.
Una mujer pone al día el calendario del secuestro de José Antonio Ortega Lara en la sede de Gesto por la Paz en Bilbao, en noviembre de 1996. Luis Alberto García

Un emocionante documental, Gesto, ¿qué ocurre cuando la ciudadanía se enfrenta a la violencia?, dirigido por Xuban Intxausti y exhibido este jueves en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, recuerda el recorrido de la organización, es decir, su crecimiento exponencial y providencial para el fin de ETA. Al principio “era como salir desnudo a la calle. Esa era la sensación”, resume Maite Leanizbarrutia. “Entonces”, añade Isabel Urkijo, “nadie se posicionaba contra la violencia y hacerlo en tu entorno suponía quedar marcado para siempre”. El apoyo a la banda terrorista era sorprendente, abrumador. “Yo recuerdo a gente gritando ‘ETA, el pueblo está contigo”, afirma el periodista Luis Rodríguez Aizpeolea. Gesto por la Paz organizaba sus acciones de protesta silenciosa y el entorno abertzale montaba contramanifestaciones o les hacían fotos que luego ponían en carteles que pegaban por las calles para señalar al enemigo. “Había padres e hijos detrás de pancartas diferentes”, recuerda Patxi Elola, miembro del movimiento. “A veces era un familiar, un amigo, un vecino, el que te insultaba [por concentrarse en contra de la violencia]”. También la Ertaintza les pidió que dejaran de manifestarse. Les lanzaron tornillos, huevos, piedras.... “Hicieron todo lo que pudieron para hacernos desaparecer”, añade Isabel Urkijo. Pero no lo consiguieron. Fue ETA la que desapareció casi 30 años después.

“En el origen”, relata Aizpeolea, Gesto por la Paz “tenía mucho que ver con movimientos cristianos y jóvenes universitarios… Su base era muy amplia, plural y moderna, porque el concepto era la defensa de los derechos humanos y los principios democráticos, por encima de las ideologías. El enemigo no era el nacionalismo, sino el terrorismo”.

Entre aquellos jóvenes estaba Edorta Martínez. En 1996, cuando aún no había cumplido los 18, acudió a una concentración frente a la empresa de José María Aldaya, empresario secuestrado por ETA. “Nos apuntamos un poco para perdernos las clases, pero entonces salieron sus hijos. Nunca olvidaré esa mirada, cómo nos agradecieron que estuviéramos allí. Al día siguiente, en unas actividades extraescolares, me insultaron. Pero mi conciencia había despertado al conocer a personas que estaban sufriendo y eso pesó mucho más que cualquier amenaza o insulto”, revela en el documental. Entre los católicos, estaba Javier Alcalde, que entonces hacía un programa de radio con Cáritas llamado “Los que no importan”. Escuchando a Cristina Cuesta, víctima de ETA, se dieron cuenta de que en aquellos años y en aquella sociedad enferma, no solo los pobres eran marginados, “los que no importan” incluía entonces a los asesinados por el terrorismo y a sus familias. La periodista Lourdes Pérez ha recordado en un coloquio posterior a la proyección del documental una cita del escritor alemán Kurt Tucholsky, que avisó del peligro del nazismo: “Un pueblo no es solo lo que hace, también lo que tolera”.

Aizpeolea explica que uno de los factores de esa indiferencia social era el miedo, pero no era el único. “Mientras ETA mataba, había una guerra sucia, las fuerzas de seguridad no estaban plenamente adaptadas a la democracia y todo eso generó mucha confusión, por eso creo que la reacción fue tan tardía”. El periodista vasco José Antonio Zarzalejos ha explicado en el coloquio que él mismo entiende lo que suponía Gesto por la Paz “mejor” ahora que en su momento. “Eran el heroísmo diario, cotidiano y multiplicado persona a persona resultó fundamental”, ha dicho.

Gesto por la Paz tomó una decisión trascendental: sus concentraciones de protesta se harían por víctimas de cualquier violencia política, independientemente de quiénes fueran los agresores. Es decir, guardaron ese comprometido silencio por los secuestrados y asesinados por ETA y también por los asesinados por los GAL, llegando a manifestarse con una pancarta que decía: “Si la democracia mata, la democracia muere”. Esa coherencia también amplió su grupo de enemigos a los ultras. El colectivo hizo, además, campaña en 1996 a favor del acercamiento de presos.

Concentración de Gesto por la Paz ante la sede del Tribunal Supremo en marzo de 1997 para pedir el esclarecimiento de los GAL.
Concentración de Gesto por la Paz ante la sede del Tribunal Supremo en marzo de 1997 para pedir el esclarecimiento de los GAL.JAVIER ÁLVAREZ

El Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1993 contribuyó a extender su mensaje, el de que todos eran, de una manera u otra, víctimas de la violencia; y los grandes secuestros de ETA multiplicaron la participación ciudadana en las movilizaciones. A todos le llegó, explican, una víctima que les hizo decir basta ya. Eso significa que todos tuvieron que plantearse, en algún momento, dónde estaban, qué (no) habían hecho cuando habían matado a las demás.

Aizpeolea, al que Mariano Rajoy llamó un día, siendo ministro del Interior, para avisarle de que el comando Madrid tenía su dirección, recuerda las primeras protestas, como una manifestación con apenas 200 personas contra el asesinato en 1978 del periodista José María Portell, y el gran logro de Gesto por la Paz: “la constancia, la permanencia”. “Se suele hablar, en el final de ETA, del trabajo de las fuerzas de seguridad y de los jueces, pero la movilización social también fue decisiva porque ETA y los abertzales se dieron cuenta de que la gente ya no estaba con ellos”, explica. Gesto por la Paz convocó su última manifestación el 11 de febrero de 2012. El lema, esta vez, fue: “El futuro es nuestro”.

Presentación del documental sobre la organización Gesto por la Paz en el Círculo de Bellas Artes, este jueves en Madrid.
Presentación del documental sobre la organización Gesto por la Paz en el Círculo de Bellas Artes, este jueves en Madrid. JUAN BARBOSA

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_