Las iglesias de Alicante y Murcia sufren una oleada de asaltos para robar dinero y objetos de culto
En el último incidente registrado la sacristana de un templo de Orihuela se enfrentó y retuvo a un delincuente que pretendía sustraer un cáliz
Un hombre de 37 años, delincuente habitual y con problemas de adicciones, entró el pasado viernes, en torno a las 13 horas, en la iglesia de Santiago Apóstol de Orihuela (Alicante). Se encaminó directamente hacia el altar mayor, junto al que, en una mesita anexa, encontró un cáliz de un color dorado muy llamativo. Sus maniobras alertaron a la sacristana, Águeda, que se enfrentó al intruso con ayuda de su marido, quien consiguió cerrar por fuera la puerta de la iglesia y avisar a la Policía Nacional. El ladrón fue detenido inmediatamente con el objeto robado aún en sus manos, pasó a disposición judicial al día siguiente y fue enviado a prisión. El clero oriolano está alerta, señala José Antonio Martínez, párroco de Santiago. “Nosotros tenemos los objetos de valor custodiados en una caja fuerte y hemos instalado equipos de seguridad, llevamos mucho cuidado, están entrando en todas las parroquias”, avisa.
El responsable de la iglesia oriolana subraya que los asaltos a templos son habituales, tanto en Orihuela como “en todas partes”; este año no pasa un mes sin que suceda algún caso en territorio alicantino o murciano. En enero, un hombre de 56 años y origen italiano fue detenido por la Policía Nacional por llevarse más de 1.500 euros del cepillo del monasterio de la Santa Faz, en Alicante. El mismo cuerpo detuvo un mes más tarde en Murcia a dos jóvenes, de 22 y 23 años, por el asalto a dos iglesias ubicadas en sendas pedanías de Elche (Alicante), aunque se les relaciona con una trama especializada en robos con fuerza en edificios religiosos de ambas provincias. En abril, la Guardia Civil desactivó un grupo dedicado al robo en viviendas que había reventado la cerradura de un templo con ácido sulfúrico y se habían hecho con un botín de crucifijos y cálices de gran antigüedad. Pese a ello, ni la Policía Nacional ni la Guardia Civil, ni siquiera el Obispado de Orihuela-Alicante, todos consultados por EL PAÍS, han activado un dispositivo especial de alerta.
Martínez cuenta como sucedió el asalto del pasado viernes. “El chico entró muy acelerado”, comenta. “Como muchos otros, tiene problemas y necesita dinero”, continúa, “y sabe dónde buscar”. El asaltante fue directamente a la zona del altar mayor, “en busca de candelabros o cualquier otro tipo de objeto de valor que se pueda vender”. Rebuscó y encontró el cáliz que el párroco utiliza habitualmente en las misas, “muy llamativo, pero de poco valor”. Águeda notó ruidos extraños y, tras detectar al ladrón, se enfrentó a él, que “la empujó y le produjo lesiones” de carácter leve. Se sumó a la disputa el marido de la sacristana, que tras forcejear para tratar de hacerse con el cáliz, “logró salir de la iglesia, cerró la puerta por fuera” y llamó al 091. “Al no poder salir, el chico se enfureció y comenzó a dar golpes por todos lados”, indica el sacerdote. Cuatro agentes de la Policía Nacional acudieron enseguida, señalan fuentes policiales, y consiguieron apresarlo. Se trata de un delincuente habitual que, días antes, había sido detenido por robar el cargador de un móvil valorado tan solo en 15,95 euros en un bazar chino. Tras pasar por el juzgado de instrucción de guardia el sábado 27, ingresó en prisión.
El arrestado no es del entorno del templo asaltado, situado en el barrio de El Rabaloche, en la antigua salida hacia Murcia, que se encuentra cerca de dos puntos conflictivos de venta de droga, indica Martínez. “Por aquí vienen muchos chicos así, que piden dinero porque tienen necesidades, pero a este no lo conocíamos”, sostiene. Santiago Apóstol es uno de los muchos lugares de culto de la ciudad que sigue ostentando la capitalidad de la diócesis alicantina. Construida en el siglo XV, y calificada como Bien de Interés Cultural (BIC), cuenta con numerosas piezas de valor, como una Sagrada Familia tallada por Francisco Salzillo en 1765 o una colección de orfebrería en la que se pueden encontrar dos cálices de auténtico valor, uno de la Orden de Santiago y otro regalado por Felipe II en 1603. “Pero estas piezas están a buen recaudo, en una caja fuerte”, declara el párroco, “y solo se sacan en ocasiones muy señaladas”.
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