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El homenaje a un ataúd vacío que hermana Valladolid con Irlanda

La ciudad castellana recrea en sus calles el cortejo fúnebre del célebre héroe irlandés Red Hugh O’Donnell, muerto allí hace 400 años

Cortejo fúnebre este lunes en Valladolid en honor al héroe irlandés.
Cortejo fúnebre este lunes en Valladolid en honor al héroe irlandés.NACHO GALLEGO (EFE)
Juan Navarro

Los cascos de los caballos resuenan sobre el adoquinado de piedra. La multitud, expectante, guarda silencio. El fuego bailotea sobre las antorchas que rodean al coche fúnebre. Los vallisoletanos estiran el cuello para otear el ataúd, precedido por gaitas y caballos irlandeses y custodiado por cuatro monjes y más caballeros ecuestres. Una bandera de Irlanda cubre el féretro. Dentro no hay nadie más allá del pesado recuerdo de Red Hugh O’Donnell, un líder irlandés muerto en Simancas (Valladolid) en 1602. Este héroe ha hermanado a la ciudad castellana con la patria del guerrero, venerado por los suyos por su lucha contra los invasores ingleses. Esta pugna lo trajo a Valladolid, capital imperial, para pedir socorro ante el enemigo común. Allí murió y nació una leyenda, cuyo cortejo fúnebre se reproduce 421 años después para recuperar los lazos. La última edición se celebró en la noche de este lunes.

La historia se abraza en torno a la ciudad y su pelirrojo visitante. La gente se agolpa frente al Palacio Real, donde instaló Felipe III su corte cuando Valladolid fue capital, cuna asimismo de Felipe IV. Los espectadores, que de procesiones entienden un rato, asisten con máximo respeto al desfilar del féretro y sus acompañantes, como si tras el pescante del carruaje yaciera una escultura de Gregorio Fernández y no un ataúd vacío de un irlandés a quien muchos del público no conocen. “... Porque enterraron al chisme este”, se desliza entre las conversaciones de la calle para explicar las exequias a otros igual de perdidos, pero que al menos preguntan. “El chisme este” recorre los lugares donde se tejió la historia lustrosa del Imperio, pues pasa delante del palacio de Pimentel, por cuya ventana lateral salió Felipe II para ser bautizado en la majestuosa iglesia de San Pablo.

Alguna cabellera pelirroja se percibe entre las miles de personas que asisten al funeral recreado en las calles de Valladolid, como si de nuevo Felipe III hubiese ordenado los honores a este aliado. Unos niños saludan por la ventana de una academia engalanada por el estandarte verde, blanco y naranja. O’Donnell murió allí, sin aclararse si se debió a una gastroenteritis mal resuelta o porque lo envenenara un esbirro inglés. Eso queda en el aire, como el olor del combustible al arder hacia los cielos vallisoletanos mientras el anochecer da solemnidad a la comitiva. El destino, una placa instalada en una calle donde supuestamente fue enterrado el forastero, si bien su cadáver nunca apareció.

Frank Smyth, embajador de Irlanda en España  (tercero por la izquierda) y Jesús Julio Carnero, alcalde de la Valladolid (a la derecha), durante el homenaje.
Frank Smyth, embajador de Irlanda en España (tercero por la izquierda) y Jesús Julio Carnero, alcalde de la Valladolid (a la derecha), durante el homenaje.NACHO GALLEGO (EFE)

El presidente de la asociación hispanoirlandesa de Valladolid, Carlos Burgos, narra las aventuras del guerrero. El héroe nació en Lifford (Irlanda) y murió en el cercano Simancas (Valladolid), cuyo archivo recuerda la relación de O’Donnell con Felipe III, a quienes pidió socorro contra la invasión inglesa sobre Irlanda. Todo comenzó, indica Burgos, con unas obras en la calle de la Constitución en 2020, aprovechadas para excavar donde antaño estuvo la capilla de las Maravillas del inmenso convento de San Francisco, el lugar en el que el irlandés pidió ser enterrado y en el que 100 años antes fue sepultado Cristóbal Colón. Localizaron 20 cuerpos, pero ninguno se correspondió con él. “No sabemos a ciencia cierta dónde estarán sus restos. Dado el personaje, levantó una curiosidad internacional tremenda y una gran campaña informativa sobre Valladolid, salió en 60 grandes medios internacionales”, celebra el coordinador de la asociación. “Hemos recibido cartas del ministro de Exteriores de Irlanda de agradecimiento y de muchos irlandeses en Estados Unidos, vienen irlandeses a Valladolid y piden consejo a la asociación para ver la placa conmemorativa o el archivo de Simancas”, añade Burgos, feliz por “hermanar dos pueblos en época de conflictos”.

Tras la pandemia, el Ayuntamiento anterior (PSOE y Valladolid Toma La Palabra) colocó una placa en honor a Red Hugh en esa misma calle tras celebrar en 2022 el primer recorrido público del féretro. También se inició una conexión con Irlanda al nombrarlo país invitado en el festival de cine Seminci, la feria del libro o festivales folclóricos. El nuevo gobierno local, de PP con Vox, ha mantenido el festejo, sostiene la concejala de Turismo, Blanca Jiménez (PP), para “generar nuevos hitos de interés”: “Este traspasa fronteras y tiene potencial para abrir una vía con Irlanda, queremos que un acontecimiento histórico se convierta en un atractivo cultural y turístico y atraer a público irlandés”.

Homenaje al príncipe irlandés Hugh O'Donnell, el 9 de octubre en Valladolid.
Homenaje al príncipe irlandés Hugh O'Donnell, el 9 de octubre en Valladolid.Juan Navarro García

El cariño hacia Valladolid en Irlanda, según su embajador en España, Frank Smyth, la convierte en “la capital emocional” para muchos irlandeses. “Irlanda agradece conservar la historia de Red Hugh O’Donnell. Es un compromiso con la memoria y los vínculos entre Valladolid e Irlanda desde hace más de 400 años”, expone el alto representante. “Su historia es de persecución. Al darle cobijo en un momento muy difícil en la historia de Irlanda, España mostró gran generosidad, hay mucha gratitud en Irlanda hacia esa herencia compartida”, valora, y ensalza a Carlos Burgos como “enlace moderno hacia una historia larga y profunda”.

El cortejo regala alegrías y sorpresas para los sorprendidos pucelanos. Los perros ladran ante los relinchos equinos; unas chicas miran absortas la parafernalia entre música de gaita; un hombre intenta mimetizarse con el entorno luciendo una camiseta de la cerveza irlandesa Guinness y una señora despistada elucubra. “Igual es por algo contra la amnistía, al menos hay banderas de España, que ya no se pueden ni sacar”, reflexiona en una calle con varias rojigualdas en las ventanas. Otras admiten desconocer al difunto vecino ilustre: “Uy, el féretro. ¿De quién será?”. Si el ausente Red Hugh O’Donnell levantara la cabeza… no se daría con la tapa.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.

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