La muerte de ‘Nené’ Barral, a los 79 años, cierra la era mítica del contrabando en Galicia
El excalcalde del PP alcanzó tanto poder político como fama de tabaquero. Tenía dos causas pendientes, pero ninguna condena
En ocasiones, ante inacabables procesos judiciales como el que persiguió durante 22 años y sin sentencia a José Ramón Barral, Nené, exalcalde de Ribadumia (Pontevedra), acaba obrando la naturaleza. Este pasado jueves, Barral fallecía a los 79 años, tras una corta, pero grave enfermedad, dejando dos juicios pendientes, aunque sin ninguna condena que le catapultara como jefe de una organización dedicada al contrabando de tabaco en Galicia. Esta acusación contra el que fuera un influyente bastión del PP en Pontevedra, desde la cuna misma de los contrabandistas que levantaron este negocio en la ría de Arousa, le persiguió a Barral desde hacía tres décadas hasta que en mayo de 2001 llegó su detención y puso fin a una intensa carrera política de cuatro mayorías absolutas.
El hombre que, según sus más allegados, tuvo línea directa con la Moncloa, dimitió del cargo, pero se resistió a dejar la política. Con fieles seguidores de su pueblo de 5.000 habitantes, Barral fundó Independientes por Ribadumia, un partido con el que dividió completamente el electorado del PP y que en 2003 a punto estuvo de arrebatarle la alcaldía por una diferencia de dos votos. El actual alcalde, David Castro, que fue aupado por Nené, pero en las pasadas elecciones fichó por los populares para seguir gobernando en mayoría, organizó una despedida a su padrino político como a él le hubiera gustado. Un minuto de silencio delante del Ayuntamiento que gobernó durante 14 años, las banderas institucionales a media asta y un comunicado: “Recordamos su dedicación al servicio público, su compromiso con Ribadumia durante tantos años y la atención que prestaba a todos los vecinos. Impulsó proyectos y mejoras y generó mucho afecto y respeto entre todos, dejando una huella en el corazón de muchos de ellos”.
Todo el pueblo hablaba de Nené y de su viacrucis judicial que poco a poco le fue apartando de su activa vida social. “Estuvo años en el ojo del huracán y tanta presión hace mella en la salud de cualquier ser humano”, se lamentaba un familiar agradecido por las condolencias. La vorágine de los juzgados cambiaron los hábitos del exalcalde, que en los últimos años se divertía jugando a las cartas en un centro social en Vilaxoán, una localidad cercana donde prácticamente iba de incógnito. Atrás había quedado su alargado poder, el que ejercía desde su despacho de la alcaldía (decorado con muebles de estilo castellano), aunque sus contactos llegaron hasta los más altos estamentos del partido de la gaviota, del que fue expulsado. Nené manejaba hábilmente los hilos de la política como un mecenas. En la Diputación de Pontevedra, más de la mitad de los contratados en la década de los años 90 eran fervientes votantes del entonces regidor.
Correcto y cercano, Barral siempre respondía con ironías y evasivas a cualquier alusión a su actividad bajo sospecha. Decía que eran falsas acusaciones del Servicio de Vigilancia Aduanera, que finalmente acabó incriminándole, pero entretanto te ofrecía un cigarrillo de la cajetilla de Winston de contrabando que sacaba de la mesa de su escritorio. Precisamente en su atalaya política se centraron las investigaciones, con los teléfonos pinchados, que revelaron las conversaciones que el entonces regidor tenía con supuestos topos en la Guardia Civil y del equipo de agentes aduaneros que le perseguían a los que supuestamente pagaba por mantenerle informado. Ellos también acabaron implicados.
Cuando el contrabando agonizaba (la Fiscalía de Pontevedra lo dio por extinguido en 2004) y solo quedaban en el reparto de cargamentos de la multinacional Reynolds los tres integrantes del llamado Grupo Marcial, el que había liderado Marcial Dorado, y cada uno actuaba por su cuenta, llegó la detención de Nené como jefe de una organización que rompía el esquema de las clásicas bandas tabaqueras hasta entonces conocido. Cuatro años antes, en abril de 1997, sus competidores en el negocio cazaron al entonces alcalde de Ribadumia en la sede de la compañía americana en Basilea (Suiza), para pelear personalmente por un flete de tabaco que finalmente fue a parar a manos de sus adversarios.
Su vida profesional y política, incluso la que supuestamente ejerció como tabaquero, estuvo siempre vinculada a su mentor y socio Vicente Otero, Terito. Este empresario acaparó el título de pionero del contrabando que se originó en la Raia (zona fronteriza entre España y Portugal), aunque era el más respetado hombre de negocios de la zona y consideraba a Barral como un hijo. La fama de contrabandistas de don Vicente y Nené nunca fue un obstáculo. Era una actividad enraizada en todos los estamentos sociales que hizo millonarios a los transportistas de cajetillas y dio de comer a mucha gente que iba a descargarlas en las playas. Así se creó un entramado económico que mitificó a los tabaqueros como hacedores de bienestar y progreso.
Hasta el final de sus días, en 1995, Terito supo conservar intactas las buenas relaciones con la familia de la entonces Alianza Popular, partido para el que siempre pidió el voto y recaudó dinero para las campañas. Esta faceta de activista político con la que forjó amistades como la del entonces presidente Manuel Fraga, sentó las bases de un sólido y fiel electorado que fue decisivo para que la derecha arrasara en los Ayuntamientos de Arousa y en la provincia de Pontevedra hasta bien entrado el siglo 21. En su lecho de muerte, que le sorprendió con 76 años, el empresario atrajo en su casa de Vilanova a la flor y nata de la política, pero también señalados contrabandistas que poco a poco acabarían en el banquillo de los juzgados. Ahora, amigos de Barral recuerdan cómo fue la despedida de su mentor con uno de los dirigentes del PP que llegaría a ocupar cargos de máxima relevancia en el Gobierno de España: “Terito le pidió, cuídame a Nené”.
En 1987, Barral ganó sus primeras elecciones en Ribadumia con 43 años, cuando todavía resonaba el estallido de la redada del contrabando. Los informes policiales que desataron la operación con 93 implicados ya mencionaban al maestro y a su discípulo como sospechosos del engranaje tabaquero, y los periódicos de la época dejaron constancia de ese material, sin que Terito ni Nené hubiesen recurrido a los tribunales para intentar rectificarlo. El caso se archivó en Audiencia Nacional en 1994 por falta de pruebas, ya que a pesar de la ingente documentación incautada a las redes del transporte, como la única base de la acusación, requería descifrar miles de apuntes contables donde, por ejemplo, las cajetillas de la marca LM aparecían reflejadas como una importación masiva de “langostinos medianos”.
El exalcalde se sentó por fin ante el tribunal en septiembre de 2022 para afrontar una condena de 10 años de prisión y multas de 15,3 millones de euros, en medio de la controversia suscitada por un asunto con poco recorrido judicial, dado las dilaciones que se habían producido y los intentos de la Fiscalía de Pontevedra por llegar a una sentencia de conformidad que fue descartada por los siete acusados. El juicio arrancó con cuatro fallecidos, entre ellos un guardia civil y un aduanero, a los que ahora se añade el considerado líder de la trama.
Aunque el desenlace de la causa contra Nené queda ahora en el aire, la acusación pública se vio limitada con la inesperada decisión del tribunal de tumbar todas las escuchas telefónicas de la causa, principales pruebas de los delitos de contrabando y cohecho. Con estas previsiones, el juicio se reanudó en septiembre pasado, pero el exalcalde no pudo asistir al estar convaleciente de una operación que causó su desenlace final. También queda tocada otra causa abierta en la Audiencia Nacional por contrabando y blanqueo de dinero.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.