Vox externaliza sus relaciones internacionales en una fundación y una empresa privada
Abascal confía en la ola ultraconservadora mundial para mantenerse a flote ante las malas perspectivas electorales en España
El líder de Vox no esperó el pasado domingo al recuento de votos en Portugal para felicitar a su homólogo de Chega. “Enhorabuena a nuestros vecinos y amigos portugueses. Enhorabuena André Ventura por este gran resultado”, escribió Santiago Abascal en la red social X. Abascal acompañó el miércoles anterior a Ventura a una cena con simpatizantes en Faro, capital del Algarve, la región donde el partido ultra ha sido el más votado. En presencia de su invitado español, el político luso anunció que, si ganaba las elecciones, no dejaría que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, visitase Lisboa este 25 de abril, cuando se cumple medio siglo de la revolución de los claveles. “Si insiste en entrar”, añadió, “se va al calabozo. No será algo nuevo para él”. Tampoco, añadió, le gustaría ver a Pedro Sánchez; aunque no podría impedirle el paso, al ser ciudadano de un país de la UE.
También el secretario general de Vox, Ignacio Garriga, se felicitaba el pasado lunes por el “éxito” de Chega, que ha multiplicado por cuatro sus escaños. Los ultras portugueses han conseguido lo que no lograron sus homólogos españoles el 23J: que la derecha moderada les necesite, y les baste, para completar mayoría absoluta. Está por ver si el líder de Alianza Democrática, Luís Montenegro, mantiene su promesa de no gobernar con ellos, algo que no ha hecho Feijóo en España.
El ascenso de Chega no es la primera alegría que se lleva Abascal fuera de casa. El pasado 10 de diciembre viajó a Buenos Aires como invitado personal a la toma de posesión del nuevo presidente argentino, Javier Milei. Tras las elecciones locales del 28 de mayo, fue a Budapest para reunirse con el primer ministro húngaro, el ultraconservador Viktor Orbán. En noviembre, se entrevistó en Roma con la primera ministra italiana Giorgia Meloni, a la que volvió a ver un mes después en Atreju, la fiesta de las juventudes de Fratelli d’Italia, en la que charló con el dueño de la red X (antes Twitter) Elon Musk. Y, tras el reciente fiasco en las elecciones gallegas, acudió a Washington, donde intervino ante la convención del ala más derechista del partido republicano (CPAC) y se reunió con el 45º presidente de Estaos Unidos, y aspirante a convertirse en el 47º, Donald Trump.
Los éxitos de sus aliados extranjeros compensan en parte los pobres resultados que Vox ha cosechado en las últimas elecciones que en España y, sobre todo, le insuflan ánimo ante las sombrías perspectivas que le auguran las encuestas en las próximas citas con las urnas: el 21 de abril en el País Vasco y el 12 de mayo en Cataluña.
“Si la pregunta es si Vox tiene más futuro o más pasado, yo creo que eso queda respondido con lo que está pasando a nuestro alrededor en todo el mundo”, respondió Abascal el 26 de enero en la COPE. “Los partidos como Vox están teniendo triunfos. Ha pasado en Italia, en países nórdicos, Holanda, Francia.. Los que están desapareciendo en muchos lugares de occidente son los de centroderecha y socialdemócratas”, remató. A su juicio, si Vox fuera un fenómeno exclusivamente español, se podría creer en su desaparición, pero responde a un fenómeno global cuya onda expansiva acabará llegando a España, aunque sea con retraso, como pasó en 2018, cuando irrumpió en Andalucía el fantasma ultra que llevaba décadas recorriendo Europa.
Los viajes de Abascal al extranjero “han logrado poner a España en el foco internacional”, en palabras de Garrriga. Aunque no siempre para bien. Fue en Buenos Aires, en una entrevista con el diario Clarín, donde dijo que “algún día el pueblo español querrá colgar por los pies” a Pedro Sánchez, aunque luego matizó que se trataba de una metáfora. Y el pleno del Ayuntamiento de Salamanca, con el apoyo del PP, reprobó al líder de Vox por afirmar en Estados Unidos que la universidad de Fray Luis de León y Miguel de Unamuno se ha convertido “en una máquina de censura, coacción, adoctrinamiento y antisemitismo”.
Más desapercibidos han pasado sus ataques a la jerarquía eclesiástica de la que dijo, también en Washington, que “no está haciendo todo lo posible, en los colegios dependientes de la Iglesia, para impedir que ese tipo de lobbies [LGTBI] perturben a los menores”. Una de las estrellas de la conferencia ultraconservadora en la que participó Abascal fue el prelado tradicionalista Joseph Strickland, a quien el papa Francisco destituyó como obispo de Tyler (Texas).
Pese a la importancia que da a sus alianzas internacionales, Vox es el único de los grandes partidos que no tiene un responsable de relaciones exteriores. Tras la dimisión de su exportavoz en el Congreso Iván Espinosa de los Monteros, en agosto pasado, nadie lo ha sustituido como vicesecretario de Relaciones Internacionales. Fuentes del partido ultra aseguran que Abascal ha encargado esta tarea a Disenso, su fundación.
Aunque Abascal‚ presidente de ambas, sostenga que Vox y Disenso son lo mismo, jurídicamente no lo son. La dirección del partido ultra eligió a los miembros del primer patronato de la fundación en 2020 pero, a partir de ese momento, son los propios patronos quienes deciden, por cooptación, quién se incorpora a su cúpula. Abascal es patrono vitalicio, por lo que seguiría en Disenso aunque deje de ser presidente de la formación. Además, los afiliados a Vox no tienen ningún control sobre las cuentas de la fundación, a la que el partido ultra ha trasvasado 10.796.138 euros en cinco años (5,4 millones entre 2020 y 2022 según las cuentas auditadas; y 5,3 millones en 2023 y 2024, según sus presupuestos).
La relación de Disenso con su homóloga estadounidense Heritage Foundation han sido la vía para que Abascal interviniera el pasado día 23 en la convención CPAC, según las fuentes consultadas, quienes niegan que Vox tuviera que pagar para que su líder fuera uno de los oradores o se reuniera con Trump, aunque la recaudación de fondos sea uno de los objetivos fundamentales de este tipo de eventos.
Según la información facilitada por Vox, Abascal viajó a Washington al frente de una delegación integrada por el director de Disenso, Jorge Martín Frías; el director del Foro Madrid, el salvadoreño Eduardo Cader; el brasileño Ernesto Araujo, excanciller de Bolsonaro: y el eurodiputado Hermann Tertsch. Ninguno de ellos forma parte de la dirección del partido, pero los tres primeros trabajan en la fundación y el último forma parte de ECR, el grupo del Parlamento europeo donde se sienta Vox.
Sin embargo, la política internacional del partido ultra no se apoya solo en la fundación sino en una empresa privada, Tizona Comunicación, propiedad de Gabriel Ariza –hijo de Julio Ariza, patrón de El Toro TV, la antigua Intereconomía, canal oficioso de Vox-- y de Kiko Méndez-Monasterio, mano derecha de Abascal. Gabriel Ariza ha acompañado a Abascal a Estados Unidos. Argentina e Israel, donde visitó un kibutz atacado por Hamás y se reunió con miembros del Gabinete Netanyahu: entre otros viajes. En Buenos Aires, el dueño de Tizona se sentó junto a Abascal en un encuentro reservado con el húngaro Orbán y sus más cercanos colaboradores. Fuentes del partido ultra atribuyen a Tizona la entrevista de Abascal con la antigua estrella de la Fox News, el comentarista Tucker Carlson, quien luego protagonizaría una polémica entrevista con Vladimir Putin en la que el presidente ruso justificó la invasión de Ucrania.
El partido ultra no ha revelado cuánto le paga a Tizona. El Tribunal de Cuentas, en su fiscalización de la contabilidad de Vox de 2019, criticó que una formación que se financia con fondos públicos pagara más de medio millón de euros a una compañía privada por “servicios genéricos” en contratos sin publicidad ni concurrencia. En sus alegaciones, Vox respondió que esta empresa realiza tareas “de asesoramiento político cuyo carácter en factura es difícil de precisar” y justificó las adjudicaciones a dedo porque “el servicio que se recibe es inseparable de la persona y no sería esperable de otro proveedor de mercado”. Es decir, una relación personal, más que empresarial.
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