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“¿Por qué no le quitaron la licencia de armas?”: Huétor Tájar se pregunta qué llevó a José Gálvez a matar a sus dos nietos

La autopsia ha determinado que uno de los niños murió de un disparo y el otro asfixiado. Tras sufrir un accidente hace dos meses, el abuelo estaba hundido. Había perdido el carné de conducir pero no el permiso de su escopeta

Miembros de los servicios funerarios llegan a la vivienda donde murieron a manos de su abuelo dos niños en Huétor Tájar (Granada) este lunes.
Miembros de los servicios funerarios llegan a la vivienda donde murieron a manos de su abuelo dos niños en Huétor Tájar (Granada) este lunes.Miguel Ángel Molina (EFE)
Javier Arroyo

José Gálvez Sanjuán, de 72 años, disparó a uno de sus nietos en la espalda o en el costado, según ha determinado la autopsia, y a otro lo asfixió. Ocurrió entre las 22.00 del domingo pasado y las 8.00 del lunes, en la casa de Gálvez. Tras la entrada de la Guardia Civil en el domicilio en el que el hombre llevaba 11 horas atrincherado, se descerrajó a sí mismo un tiro con su escopeta de caza. Nadie de los consultados en Huétor Tájar (Granada, 10.673 habitantes), donde vivía la familia, se explica qué llevó al abuelo a matar a sus nietos, pero señalan un hecho crucial y reciente en la vida de su vecino: dos meses antes, en un accidente de tráfico con el coche que él conducía, murieron su esposa y su hija; la abuela y la madre, respectivamente, de los niños. Ambos menores resultaron heridos en el siniestro. José salió casi ileso, pero quedó destrozado anímicamente.

En un pueblo conmocionado aún por el suceso, sobrevuela una pregunta. Se la formula en voz alta Manuel, dueño de la cafetería Ole de la localidad de la comarca del Poniente Granadino: “¿Por qué le quitaron el carné de conducir pero no hicieron lo mismo con la licencia de armas?”. José Gálvez, propietario hasta su jubilación de la empresa Áridos El Genil, tenía permiso de armas y, al menos, una escopeta de caza. Y tenía todo en regla: renovaba la licencia y le revisaban sus armas en el cuartel de la Guardia Civil del pueblo cada cinco años, como marca la ley.

Pero esa norma afirma que “en ningún caso podrán tener ni usar armas, ni ser titulares de las licencias o autorizaciones correspondientes, las personas cuyas condiciones psíquicas o físicas les impidan su utilización y, especialmente, aquellas personas para las que la posesión el uso de armas represente un riesgo propio o ajeno”. Y en los dos meses trascurridos tras el accidente, como explican el dueño de la cafetería, que conocía a José Gálvez desde pequeño, otros vecinos y un familiar que pide que no se publique su nombre, el septuagenario estaba hundido psicológicamente y se culpaba de lo ocurrido en el accidente de coche.

Uno de sus vecinos, Jaime, le llevaba de vez en cuando la comida y se quedaba con él hasta que terminaba de comer. Subraya que el estado anímico de Gálvez no era bueno, y duda de que le hubieran renovado la licencia de armas si hubiera tenido que pasar el trámite en este tiempo. “No nos hubiera extrañado que se hubiera quitado la vida”, señala. Pero acabar antes con la de sus nietos era algo impensable, y a los habitantes del pueblo se les hace imposible entenderlo.

Hasta el 19 de marzo de este año, la vida para la familia Montero Gálvez transcurría sin grandes sobresaltos. Antonio, padre de los dos pequeños, trabajaba de administrativo en el instituto de secundaria Américo Castro de la localidad. La madre de los niños e hija de José Gálvez, María José, tenía su puesto de trabajo en las oficinas del Servicio Andaluz de Empleo en la vecina localidad de Loja, a algo más de 13 kilómetros de distancia. El matrimonio tenía dos hijos: el mayor, Guillermo, de 12 años, estudiaba ya en el instituto, y Pablo, de 10, aún iba al colegio. Varias tardes a la semana, Antonio llevaba a sus hijos al conservatorio de Loja. Pero aquel 19 de marzo el hombre tenía que cuidar a su madre, hospitalizada en Granada, y el abuelo, José, se ofreció a llevar a los niños, según cuenta Manuel, el dueño de la cafetería Ole.

En compañía de la abuela, la madre y los dos menores, el hombre condujo en dirección a Loja. Los investigadores creen que, casi a mitad de camino, José perdió el conocimiento y el vehículo se empotró contra el muro de hormigón de un túnel. La abuela y la madre de los niños fallecieron, y los dos menores resultaron heridos; uno de ellos aún llevaba las piernas escayoladas el pasado domingo.

El abuelo sobrevivió sin sufrir grandes daños físicos, pero sí psicológicos. Antonio, el padre de los menores, también estaba destrozado. No se había incorporado aún a su trabajo en el instituto y explicó a José que necesitaba salir de la casa que le recordaba a su antigua vida familiar: un edificio de dos plantas en el que ellos ocupaban la primera planta y los abuelos la segunda. Así, el domingo Antonio le anunció a su suegro que él y los niños iban a abandonar la vivienda, según fuentes de la investigación. Eso sacó de quicio al abuelo, que sacó la escopeta y encañonó al padre, echándolo de la casa y atrincherándose en ella con los dos menores.

Aunque la Guardia Civil tiene un puesto en Huétor Tájar, está abierto solo de ocho de la mañana a dos de la tarde. El más cercano y abierto 24 horas es el de Loja, desde donde llegaron los primeros agentes para comenzar la negociación. El abuelo los recibió con dos disparos de escopeta. Antonio, el padre de los niños, pasó la noche a las puertas de la vivienda acompañando a los guardias civiles. Al grupo se incorporó horas después, desde Madrid, un nuevo dispositivo de agentes que, tras varios intentos infructuosos para que José depusiera su actitud, entraron por la fuerza en la vivienda pasadas las ocho de la mañana del lunes.

Varios vecinos aseguran que ya se había oído un disparo poco después de que Antonio se atrincherara, que fue el que pudo acabar con la vida de uno de los niños, pero la Guardia Civil no lo ha confirmado. La autopsia, de la que de momento solo han trascendido, a través de la agencia Efe, las causas de la muerte, determinará la hora de los fallecimientos. Antonio, el padre de Pablo y Guillermo, permanece ingresado en el Hospital San Cecilio de Granada.

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