Arturo Torró, ascensión y caída del empresario asesinado que arrebató al PSOE su feudo de Gandia
Tras coronar la cima con un multimillonario negocio óptico, el exalcalde tiroteado este miércoles navegaba por la ruina y encaraba una condena de tres años y medio de prisión
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Cuando Arturo Torró, el empresario y exalcalde del PP de Gandía (Valencia) tiroteado en una cuneta este miércoles, desembarcaba en una institución o empresa, desplegaba una de sus grandes virtudes, el don de gentes. “Vete a relajarte a Ibiza con mi barco. Aquí me tienes para lo que necesites”, sugirió el popular a un socialista.
Corría 2011. El PP de Torró acababa de aterrizar con mayoría absoluta en Gandía, un feudo histórico del PSOE valenciano. Y, aunque aquel socialista no cogió el guante de la propuesta y no se embarcó, apreció que aquel adversario campechano, lenguaraz, amigo del lujo y seductor en las distancias cortas tenía futuro en la cosa pública. O, al menos, sabía venderse bien en los cenáculos donde la pirotecnia verbal y las apariencias resultan clave.
La vida de Torró (L’Alcúdia, Valencia, 1963) basculó entre la empresa, la política y los juzgados. Siempre poniendo una vela a Dios y otra al diablo. Siempre al límite. Pequeño de dos hermanos y criado en una familia humilde, el exdirigente hizo caja levantando de la nada un emporio con la venta de gafas. Tras formarse en esta materia —con una diplomatura en Óptica y un máster en Canadá— se cruzó en los 90 con un astuto publicista de Gandía con el que obraría el milagro. “Uno compraba las lentes en el extranjero y el otro, un genio del márquetin, las comercializaba con impactantes campañas”, recuerda un conocido.
El mini imperio se llamó +Visión, se desplegó por una red de más de 340 franquicias en España y extendió sus tentáculos en Argentina y Uruguay. Con una facturación anual de más de 60 millones, Torró decidió desprenderse de la criatura en 2008, cuando la vendió al grupo GrandOptical. Y, con la caja llena, decidió invertir. A través de su telaraña mercantil, se hizo con más de 20 millones de euros de preferentes de Bankia, un producto tóxico que atrapó más de 4.000 millones de 3.000 ahorradores.
Y ahí arrancó la perdición financiera de este hombre que se presentaba en los círculos del poder como el prototipo del empresario hecho a sí mismo. Tras encadenar deudas y concursos de acreedores —llegó a ocupar 80 cargos en 45 sociedades—, da el salto a la política. Su mensaje: gestionar Gandía como si de una empresa se tratara. Y en 2011 rompe la maldición del PP y —con el popular Francisco Camps en la Generalitat— desembarca con el cartel de los conservadores en este bastión de la izquierda. ¿La clave del éxito? Un rival conecta el auge de Torró a su vertiente de encantador de serpientes, su capacidad para ganar en las distancias cortas, y una vida de emociones intensas que emula al corredor de bolsa neoyorquino de El lobo del Wall Street.
Frente a todo pronóstico, el político con don de gentes solo retiene la vara de mando una legislatura. Su populismo, el contratar con dinero municipal a Julio Iglesias, montar una plaza de toros portátil en la playa, acoger Gandía Shore, el reality de jóvenes ciclados, o proclamar públicamente que se quitaba el sueldo días antes de declararse en concurso de acreedores para evitar que le embargaran no le proveen del éxito necesario para repetir en el poder. Y en 2015, una coalición convierte en alcaldesa a la socialista Diana Morant, hoy ministra de Ciencia.
El empresario óptico no se ve en la bancada de la oposición y se despoja pronto del acta de concejal. Aunque dice que abandona la política para dedicarse a la familia, sus años como primer edil le perseguirán en forma de citaciones judiciales.
Torró se libró del primer envite en los tribunales. La Audiencia Nacional archiva en 2021 la causa contra él en el caso Púnica, que lo investigaba por usar fondos públicos para fichar a un experto en márquetin digital para blanquear su reputación en redes. En 2023, a raíz de una denuncia de los socialistas, llega el jarro de agua fría. La Audiencia de Valencia condena al exalcalde a tres años y medio de prisión y a seis de inhabilitación por el caso Tele 7, que dirime malversación y fraude por inyectar fondos de Gandía a dos canales privados. El Tribunal Supremo ratifica la sentencia y obliga a Torró a desembolsar 350.000 euros para tapar el agujero municipal.
Entre tanto, este empresario hecho a sí mismo con dos hijos recibe más de tres millones de euros en condiciones ventajosas del Instituto Valenciano de Finanzas (IVF), el banco público de la Generalitat. La suerte financiera le viene con los populares en el Ejecutivo autonómico.
Pese al reguero de concursos de acreedores, liquidaciones y deudas —una empresa del exalcalde figuró en 2019 en la lista negra de Hacienda por una adeudar más de dos millones al fisco—, Torró navegaba por un tren de vida sin estrecheces. Restaurantes, coches, noche, coinciden fuentes próximas al exdirigente. “Le gustaba vivir al límite y quizá esa fue su perdición”, zanja un adversario.
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