Ocho meses pegados a una garrafa de agua en Córdoba: “Somos los grandes olvidados de España”
Los 80.000 habitantes de la sierra norte de Córdoba exigen trasparencia y una solución permanente a los problemas de abastecimiento de agua de boca, prohibida desde abril, mientras perciben un incremento de las enfermedades cutáneas y ven cómo se resienten sus negocios y su vida cotidiana
Los 80.000 habitantes de las comarcas de Los Pedroches y El Guadiato —en el norte de Córdoba― se han acostumbrado a vivir cargando con garrafas de agua y a desconfiar de la que sale de sus grifos. Desde el 14 de abril tienen prohibido beber o cocinar con el agua que viene de la red pública de abastecimiento por los altos niveles de carbono orgánico total (COT), pero muchos tampoco se fían de utilizarla para ducharse, enjuagarse los dientes o lavar los alimentos, porque han empezado a sufrir o se han agravado sus problemas en la piel en estos últimos meses. La suspicacia se ha extendido a la que suministran los camiones cisterna, ante los que también han normalizado hacer cola para rellenar sus garrafas, porque notan que no sabe ni huele igual que la mineral. “Esa la utilizamos solo para cocinar o lavarnos la boca”, dice Antonio Ronchal, jubilado que acaba de rellenar cuatro bidones en la plaza de Santa Catalina de Pozoblanco.
“Henos normalizado esta situación. Hacemos colas con las garrafas y miramos al cielo a ver si llueve. La gente está muy adormecida”, dice Elena López. Supo que estaba embarazada en marzo, un mes antes de que se decretara la prohibición. “Todo ese tiempo estuve bebiendo agua contaminada”, señala. En mayo comenzó a tener picores y problemas en la piel hasta el punto de acudir a urgencias en varias ocasiones. “Tuve que irme de aquí para bañarme en condiciones. He pasado días llorando, han sido momentos de pesadilla. Aquí han cometido un delito contra la salud pública”, sostiene. Fue de las primeras en movilizarse para pedir explicaciones y soluciones. Acaba de dar a luz y no se plantea que su bebé entre en contacto con el agua de boca de Pozoblanco. Lo mismo va a hacer Cristina García, embarazada de siete meses. Sin la prohibición su embarazo hubiera sido diferente. “No puedo cargar garrafas así que me siento como una inútil”, explica. Tampoco se fía del agua que suministran las cisternas: “Unos días huele a lejía, hay quien dice que tiene posos…”, por eso va a Córdoba a rellenarlas.
El drama de la falta de agua de boca en el norte de Córdoba se viene gestando de lejos. La sequía —que ya se declaró en 2021― ha hecho aflorar la dejadez de las administraciones para construir las infraestructuras necesarias que garanticen el abastecimiento a través de conexiones entre embalses y la construcción de depuradoras. El pantano de Sierra Boyera que surte a los 24 municipios de las dos comarcas fue el primero que se secó en España, en marzo de este año. Se decidió entonces bombear el suministro del vecino pantano de La Colada, pese a que un año antes se había prohibido el baño por el mal estado del agua. Un mes después, la Junta vetaba su consumo por los altos niveles de COT. La Diputación de Córdoba —que ha abandonado el proyecto de construir una depuradora― y la Junta presentaron a finales de septiembre un plan que prevé destruir las algas de La Colada, que consideran que origina el COT y hacer mejoras en la estación potabilizadora de Sierra Boyera, una obra que estará terminada en seis meses. La administración provincial, sin embargo, defiende que la mejor solución sería que el Ejecutivo central culminara la unión de ambos pantanos con el de Puente Nuevo para mezclar las aguas y rebajar los índices de COT. El Gobierno ha confirmado que no ejecutará el trasvase —que se eliminó del Plan Hidrológico― y recuerda que la Diputación sabía desde hace dos años que tenía que construir una depuradora. Mientras tanto, la solución más efectiva solo pasa por que lleguen unas lluvias que siguen siendo esquivas.
Una solución como en Doñana
La falta de empatía hacia los problemas que supone no poder beber del grifo y la demora en presentar una respuesta por parte de las administraciones ha incrementado la sensación de abandono que sienten los habitantes de la sierra norte cordobesa y que se ha traducido en cierta apatía por parte de la población. “Hay desinterés entre la gente y los políticos y por eso tampoco hay urgencia por resolver este asunto”, sostiene Miguel Aparicio, presidente de la Plataforma Unidos por el Agua, constituida este verano precisamente para romper con esa apatía y llamar la atención sobre la necesidad de encontrar una respuesta duradera y sostenible a los problemas de abastecimiento de las comarcas. El plan de la Diputación no les convence porque consideran que no resuelve el problema de manera definitiva y exigen que el agua de La Colada no llegue a los grifos mientras esté sin potabilizar. Aparicio recuerda cómo hace años la movilización ciudadana fue determinante para impedir que se instalara un cementerio nuclear o para que allí parara el AVE. “Con el agua está siendo más complicado. España está muy polarizada, aquí los alcaldes y los partidos han utilizado esto y han dividido a la gente. Esto no es una cuestión de culpas, nos afecta a todos, debería llegarse a un gran acuerdo como en Doñana”, abunda.
Ronchal acude cada cuatro o cinco días al centro de la localidad cordobesa con su coche. Para aprovisionar a las personas mayores o enfermas que no pueden desplazarse o en el caso de residencias o colegios alejados de los puntos donde se instalan los camiones cisterna están los voluntarios de protección civil que cada mañana, de manera gratuita, reparten las garrafas. El CIES Virgen de Luna es uno de los que se abastecegracias a esa ruta,“Les hemos pedido a los padres que metan en las mochilas dos botellas y otra más grande para el comedor”, explica su directora, Pilar Reyes, que reconoce que muchos tutores pagan de su bolsillo botellas para los alumnos . Reyes reconoce que al principio todo fue un poco caótico. “Había que estar muy encima de los más pequeños para que no bebieran agua del grifos. Pero ya lo hemos normalizado”, se lamenta.
“¿Quién va a querer abrir un negocio donde no se puede beber agua?”
Este enquistamiento ha obligado a muchos negocios a replantearse su viabilidad. María Reina regenta una casa de turismo rural a un kilómetro de Pozoblanco. En estos ocho meses ha pasado de plantearse arrendar la vivienda para largas temporadas, porque no daba abasto de tantos visitantes, a contemplar esa alternativa como su única opción de sacar rentabilidad a la casa, ya que apenas hay clientes fuera de temporada. “Cuando explicas que no pueden beber agua la mayoría no sigue con la reserva”, dice. No tener agua potable es un obstáculo más para que la población más joven se quede en la comarca y emprenda. “¿Quién va a querer abrir un negocio donde no se puede beber agua?”, se pregunta.
A quien sí le está yendo un poco mejor es a Isabel Redondo, que fabrica jabón artesanal. “Ha empezado a venir mucha gente con problemas de piel. La demanda de productos naturales desde que se acabó el agua ha subido muchísimo”, reconoce. María Eugenia Molero y su hijo tienen dermatitis y en los últimos meses han notado un agravamiento preocupante. “La dermatóloga dice que con el agua que tenemos raro es que no nos pasen más cosas”, señala. Conchi Cabrera es enfermera y también asegura que en Pozoblanco han aumentado los pacientes de las consultas dermatológicas por problemas de piel. La Plataforma ha solicitado a la delegación de Salud en Córdoba que aclare si se han incrementado los niveles de cloro en el agua proviene de La Colada, lo que, sostienen, podría explicar la aparición de problemas en la piel desde que se prohibió su consumo.
Fuentes de la Consejería de Salud indican que el agua no puede reclorarse y explican que se hacen comprobaciones continuas sobre la calidad tanto de la que proviene de La Colada, que es tratada en la estación potabilizadora de La Boyera, como de la que contienen las cisternas y que todos los valores se encuentran dentro de los niveles permitidos. “Con esos parámetros no se puede hablar de una consecuencia en la piel por el cloro por lo que los problemas pueden deberse a situaciones puntuales provocadas por otros motivos como el cambio de tiempo, alergias u otro tipo de patógeno”, señalan. También aseguran que no tienen constancia de un incremento significativo de las consultas dermatológicas.
Además de por no tener datos sobre los valores del agua, la plataforma también llama la atención sobre la falta de información rigurosa a cerca del correcto uso de la que sale del grifo y de la que se embotella en las garrafas. Desde Salud se indica que esa información debe transmitirla Emproacsa, la empresa encargada del suministro. Esther Tirado, directora de la residencia de mayores Hermanas Muñoz Cabrera, se enteró de las normas de conservación hace unas semanas durante una inspección sanitaria. “Oficialmente nadie me ha comunicado nada, pero hemos seguido los planes de higiene implantados en las residencias”, dice .
“Somos los grandes olvidados de España”, sostiene Tirado. Y aunque los entrevistados para este reportaje reconocen que se han acostumbrado a pasearse con las garrafas y a las colas del agua, no se resignan. Reclaman celeridad a las administraciones para buscar una solución definitiva que les devuelva al siglo XXI. “Pedimos que salga agua del grifo, no oro”, resume García.
Peces muertos en la orilla de La Colada
Para llegar al pantano de La Colada lo más sencillo es guiarse por las señales que indican Playa La Colada, porque sus aguas también servían para que los vecinos de la comarca de Los Pedroches pudieran bañarse en verano. Hasta hace dos años, el tiempo que lleva prohibido el baño por la presencia de cianobacterias, potencialmente peligrosas para la salud. En vísperas de la Navidad tampoco apetece acercarse por allí, pero no tanto por las bajas temperaturas, sino por los esqueletos de peces muertos que afloran en la orilla pesada por la acumulación de una espuma viscosa. “Los peces mueren por una concentración relativamente alta de sustancias tóxicas, por un fenómeno conocido como eutroficación que se produce por exceso de nutrientes, por ejemplo fosfatos (residuos de detergentes) y nitratos (detritus de animales y de actividad humana), que hace que crezca demasiado la población de peces y algas lo que hace que consuman todo el oxígeno disuelto en el agua y mueran asfixiados o que haya un déficit de oxígeno por alto COT”, explica Adela Muñoz, catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla.
La Diputación de Córdoba va a tratar de eliminar las algas a través de un sistema de ultrasonidos pero desde la Plataforma Unidos por el Agua, advierten de que el problema no se termina con la desaparición de las algas y que hay que atajar los residuos de materia orgánica provenientes de las explotaciones ganaderas de la zona. “De lo contrario, cualquier solución seguirá siendo provisional”, advierte su presidente, Miguel Aparicio. Mientras esa agua se bombea a Sierra Boyera -que apenas tiene agua- y allí se trata en su estación potabilizadora. Esa es el agua que corre por los grifos de la sierra norte de Córdoba.
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