¡Que vienen los veraneantes!

Viladrau capea la crisis provocada por la huida de barceloneses a sus segundas residencias a causa del coronavirus

Imagen de la plaza de la localidad de Viladrau, Girona.Carles Ribas

“¡Pero cómo se os ocurre venir!, ¡nos vais a contagiar!, ¡irresponsables!”. Esto le espetaba el otro día un vecino de Viladrau (Osona) a un veraneante de toda la vida residente en Barcelona, a unos ochenta kilómetros, al encontrarse los dos en la plaza Major de la pequeña localidad. Mientras, se formaban colas en el Proxim con gente vaciando los estantes, y también en la farmacia. Otros viladrauenses se limitaban a mirar con cara de reproche la invasión de los que llegaban al centro de la vida del pueblo en busca de provisiones, medicinas, tabaco o prensa. La inusual afluencia en estas ...

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“¡Pero cómo se os ocurre venir!, ¡nos vais a contagiar!, ¡irresponsables!”. Esto le espetaba el otro día un vecino de Viladrau (Osona) a un veraneante de toda la vida residente en Barcelona, a unos ochenta kilómetros, al encontrarse los dos en la plaza Major de la pequeña localidad. Mientras, se formaban colas en el Proxim con gente vaciando los estantes, y también en la farmacia. Otros viladrauenses se limitaban a mirar con cara de reproche la invasión de los que llegaban al centro de la vida del pueblo en busca de provisiones, medicinas, tabaco o prensa. La inusual afluencia en estas fechas de gente con segunda residencia al tradicional destino vacacional, buscando un lugar en el que pasar con más comodidad o seguridad el confinamiento a causa de la pandemia, ha provocado una pequeña crisis en la localidad, con episodios puntuales de miedo, ansiedad, mal rollo y rechazo.

El gobierno municipal capea la situación, que ha amenazado con despertar viejas rencillas entre los habitantes del pueblo y los estiuejants, con mano izquierda y tratando de poner sensatez. Lo sucedido en Viladrau es un microcosmos de lo que está pasando en otros lugares de Cataluña donde se ve a los en general siempre bienvenidos veraneantes con recelo y aprensión. Han llegado a la localidad del Montseny especialmente familias con hijos pequeños, que encuentran un desahogo en las casas de veraneo con jardín y el paisaje de montaña al confinamiento ciudadano. Incluso se han abierto grandes casas, con pérgola y tenis que diría Gil de Biedma, que llevaban años cerradas. Para algunos vecinos de Viladrau este desembarco “oportunista” de centenares de personas, supone una amenaza no solo por la posibilidad de contagio en un lugar que hasta ahora no ha tenido ningún caso de coronavirus sino por la presión que supone en términos de abastecimiento y atención sanitaria.

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“Me gusta que esté el pueblo lleno, pero esto ahora no tiene sentido, el fin de semana parecía que hubiera empezado la Semana Santa”, señala la alcaldesa de Viladrau Noemi Bastías (del grupo Independents per Viladrau). Según la alcaldesa, la situación se ha suavizado desde el lunes y ha habido gente que ha regresado a Barcelona, por responsabilidad, rutina o al constatar que si se colapsan los servicios en Viladrau podría ser peor el remedio que la enfermedad, y valga la frase. “Se ha notado cierta tensión en la plaza, en el Proxim se han visto en algún momento desbordadas Inés y Carina, y el pueblo, en el que hay mucha gente mayor, estaba preocupado. Tenemos mucho espacio, pero no se trata de eso, sino de que hay quien ha percibido que la llegada masiva de gente significaba un peligro potencial. El miedo es una reacción muy natural. Por supuesto, no vamos a impedir a nadie que venga, no pasa nada, se confinan en sus casas, respetan las normas y ya está. Quién esté aquí ha de ser responsable. Pero no es el momento de marcharte de Barcelona y venir. Es evidente que aumenta el riesgo de contagio. De hecho hemos pasado a Emergencia 1. En Viladrau hay pocos recursos, alimentarios y sanitarios, suficientes para los residentes, pero que podrían verse desbordados con tanta llegada de gente de fuera”.

Bastías matiza que la invasión no ha llegado de ninguna manera a duplicar la población de Viladrau, con un censo de 1.020 personas; calcula que habrán arribado, con el impulso de los ciudadanos del Decamerón en su huida de la peste de Florencia, “seiscientas personas o así”. En verano, la población se incrementa hasta las tres mil personas en el momento central de las vacaciones. El Club Viladrau, tradicional lugar de reunión de los veraneantes, decidió cerrar ya el día 13 de marzo “hasta próximo aviso”. La alcaldesa no deja de entender la decisión de las familias con hijos pequeños que se instalan en sus segundas residencias. “Es lógico, pero también lo es que la gente de Viladrau se asuste y piensen que si se vacían el Proxim y el colmado de Anita se quedarán sin alimentos”. También hay temor de que se colapsen los servicios sanitarios. La alcaldesa reflexiona que la epidemia se vive sin duda mejor en un lugar como Viladrau que en la gran ciudad, hay más espacio, es fácil guardar separación y la visión del paisaje desestresa mucho. “De ahí el efecto llamada que tiene Viladrau”.

De la posibilidad de que la crisis despierte viejos recelos hacia los veraneantes, subraya que en Viladrau “estamos encantados de que venga la gente, de que vuelvan, pero hay que comprender en qué situación estamos ahora”.

La alcaldesa apunta que no se ha producido desabastecimiento y en la farmacia, en la que hay que entrar de uno en uno, no falta nada, excepto quizá algún producto puntual. No va a haber ningún bando sobre el asunto de la invasión y el Ayuntamiento se ceñirá a las recomendaciones gubernamentales y los protocolos establecidos. Está activado el confinamiento, como en todas partes, así que no se puede ir a pasear, ni en bici, aunque lo que haya en cuanto sales del pequeño núcleo urbano sea bosque. Y hay que mantener la distancia entre las personas, lo que no es difícil en Viladrau. La localidad cuenta con un único guardia municipal como toda fuerza de seguridad y que es el encargado de que la gente respete las normas contra la pandemia. “Ha costado que lo entendieran algunos jóvenes, pero ya la mayoría está concienciada. Esto no son vacaciones”. Bastías confirma que no se ha detectado ningún caso de coronavirus, a pesar de que corría el rumor de que había uno.

En el pueblo se ha creado un grupo de voluntarios para ayudar a la gente vulnerable. Algún veraneante se ha apuntado. La fábrica de licuados sigue funcionando, la construcción, en parte. En cambio, se ha paralizado el despliegue de la fibra óptica. En la actualidad están cerrados todos los comercios que no sean de primera necesidad. Se permite a los bares servir comida preparada a domicilio. La mercería abre para temas puntuales como la venta de pilas. El estanco, que vende la prensa, también. Una peluquería cerró desde el principio y la otra mantiene un servicio a domicilio. La pastelería Font permanece abierta.

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