El olvido de lo esencial
La covid-19 ha hecho aparecer el miedo a la muerte, la propia y la de la gente cercana, la evidencia de que el sistema sanitario puede quedar colapsado y que la economía se hunde
Las crisis son escenarios donde ver las prioridades de las personas y de las sociedades. No todas las crisis tienen las mismas características. Podemos pensar en las que nos afectan personalmente, con la pareja, con los amigos, en la familia, como sociedad o, incluso, como especie o planeta. Pero en todas ellas suele ser necesario pensar y repensar las prioridades, los valores, los principios, nuestras maneras de hacer.
El nuevo coronavirus nos ha situado en una nueva crisis mientras no dejamos de vivir otras. Desde hace décadas padecemos una crisis ecológica originada por nuestras maneras de producir, consumir, desplazarnos... Vemos cómo nos está costando asumirla y transitar a comportamientos colectivos que permitan recuperar la sostenibilidad de la vida. Como sociedad, como especie, no acabamos de ver los efectos terribles que tiene la crisis ecológica: muertes por contaminación, personas que tienen que buscar refugio por el cambio climático, calentamiento global...
Los efectos que origina la crisis del nuevo coronavirus parece que han resultado más evidentes. La covid-19 ha hecho aparecer el miedo a la muerte, la propia y la de la gente cercana, la evidencia de que el sistema sanitario puede quedar colapsado, que la economía se hunde... Esto ha significado respuestas que, si las comparamos con la crisis ecológica, han sido más rápidas y contundentes. Esto, sin embargo, no debe excluir el debate sobre el tiempo de reacción y las medidas que se están tomando.
Nuestra sociedad ha hecho un proceso para detenerse. Una parte importante de las actividades industriales, comerciales, educativas, deportivas y culturales han quedado suspendidas, aplazadas o reducidas. Una parte importante de la población ha quedado confinada en casa, teletrabajando o no, para hacer posible el distanciamiento social y evitar la transmisión del virus. Pero mientras una parte de la sociedad se para, otra continúa activa o, incluso, ha sido necesario que multiplicara su actividad para tratar de responder a las necesidades del conjunto de la sociedad.
Nuestros gobiernos han distinguido las actividades que ofrecen servicios esenciales de las que se consideran no esenciales. Las actividades relacionadas con los cuidados han sido consideradas como esenciales, como los servicios de limpieza, el transporte y la información. En todos estos ámbitos laborales hay una parte muy grande de las personas trabajadoras en situaciones de precariedad: inestabilidad contractual, horarios muy exigentes, sueldos muy bajos, inseguridades diversas e irregularidades.
Nos encontramos ante la paradoja de que aquellas actividades que consideramos esenciales para la vida humana están siendo desarrolladas por personas en una precarización que va contra la vida. ¿Cómo explicar esta contradicción? Nuestra manera de pensar la economía y la sociedad ha puesto en el centro de sus preocupaciones la maximización de los beneficios, lo que ha pasado por encima de otras preocupaciones. Nuestra sociedad no ha valorado suficientemente lo que ahora considera esencial. Los principios, los valores, que guían nuestro sistema económico, nuestra vida en sociedad, no han puesto en el centro de sus preocupaciones e intereses lo que estos días se ha establecido como esencial. Las contradicciones hoy son muy evidentes.
La crisis del nuevo coronavirus ha generado una mayor atención y valoración de realidades a las que no se hacía caso o que incluso se despreciaba. Estos días personal de enfermería explica cómo hasta ahora las trataban de “limpiaculos”; personal de limpieza, con dolor, comenta cómo eran despreciadas y ahora son imprescindibles... Siempre son imprescindibles las personas que realizan estas tareas. ¿Cómo vivir sin todas las actividades dedicadas al cuidado, a garantizar las necesidades? Ahora la conciencia de que los seres humanos somos frágiles, vulnerables y dependientes ha aumentado. Esta mayor conciencia debería llevarnos a plantear la necesidad de cambios estructurales en nuestra sociedad, poniendo en el centro de nuestras preocupaciones la vida, las vidas. No solo nuestra, todas las vidas. ¿Cambiará algo?
Las crisis también son momentos para las grandes palabras, pero lo importante es lo que se acabará haciendo. Desde el Govern se nos ha animado a comprar monas para ahijados y ahijadas entregadas por Glovo o se ha agradecido a esta compañía que repartiera gratuitamente las comidas para el personal de los centros de urgencias de atención primaria. Sabemos cómo precariza Glovo, y este modelo de negocio, a las personas que han de trabajar en el. Más contradicciones. ¿Recordaremos que la crisis económica del 2008 ha generado más y más precariedad? ¿Conseguiremos no volver a esta normalidad? ¿Recordaremos lo esencial?
Jordi Mir Garcia es profesor de Humanidades en la Universidad Pompeu Fabra.
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