Albiol, alcalde: el regreso del camaleón
El nuevo alcalde de Badalona, que ha aparcado su discurso sobre inmigración, se presenta como protector de los vecinos
El primer acto de Albiol como alcalde (otra vez) de Badalona fue publicarlo en Twitter. El segundo, horas después de emocionarse de veras mientras juraba el cargo, fue acercarse a la sede de Cáritas en la parroquia de Bufalà. Es uno de los 24 barrios (de un total de 34) en los que el eterno candidato del Partido Popular se impuso con holgura en las elecciones de 2019. A Albiol no le bastaron los 11 concejales que obtuvo entonces para hacerse con la vara de mando, como tampoco le alcanzó cuatro años antes.
Veterano de la política municipal, pero bregado también en el tablero catalán, Albiol (52 años) no da puntada sin hilo. Que su primera visita oficial haya sido a un barrio de la periferia es un guiño a su granero de votantes, allí donde él cree que se le quiere y que se le esperaba como a un nuevo mesías. “Miles y miles de vecinos” [su candidatura obtuvo 37.539 votos] sin exclusión, de todas las ideologías, me han transmitido un enorme afecto y ánimo durante todo este tiempo”, dijo en su discurso tras la toma de posesión.
Que, además, Albiol haya elegido Cáritas es otro gesto: en esta segunda parte, el alcalde quiere mostrar que está del lado de los desfavorecidos, más ahora que se adivinan tiempos convulsos por la crisis económica que trae el coronavirus. “Los vecinos nos necesitan más que nunca. Hemos de estar a la altura en una situación tan excepcional”, subrayó para pedir acuerdos a las fuerzas políticas que, hasta en dos ocasiones, le han puesto un cordón sanitario.
“Es un camaleón. Se adapta a lo que toque en cada momento. Estoy seguro de que se va a acercar a las entidades que trabajamos con los más necesitados. Aunque lo haga con la nariz tapada”, vaticina Carles Sagués, portavoz de la plataforma Sant Roc Som Badalona, que atiende la emergencia habitacional en este barrio degradado de la ciudad. Sagués no olvida los ataques del hoy alcalde antes de las últimas elecciones, cuando amenazó con querellarse contra los “okupa que pinchan la luz” en un edificio que sufrió un incendio en el que murieron tres personas.
Pero el Albiol que ganó para el PP la alcaldía de Badalona en 2011 con un discurso intransigente en inmigración —le valió un juicio por delito de odio del que salió absuelto— queda ahora lejos, admite Sagués.
"No le hace falta cargar contra los inmigrantes porque ya ha llegado al poder y la gente ya le conoce”, explica el también exconcejal de Iniciativa. Tras verse desbancado de la alcaldía en 2015, Albiol se puso al frente del PP catalán. Fue diputado y senador (lo ha sido casi todo con el partido), pese a que le gusta presentarse como un verso libre: “Soy más militante de Badalona que de mi partido político”, insistió ayer. “En esa época se olvidó un poco de Badalona. Puede que fuera el candidato en la sombra, pero no estaba en la calle”, opina un rival político. Pero los malos resultados de la formación, arrasada por Ciudadanos en pleno auge del procés, le hicieron volver de nuevo la vista a la ciudad. Y se propuso volver a gobernarla. Se obsesionó con esa idea.
En sus inicios como concejal en la oposición, Albiol se caracterizó por su agresividad (que le ha hecho ganar enemigos) y por gastar suela de zapato. Donde había un problema de convivencia, allí estaba él. Dispuesto a hablar con los vecinos, pero también con los periodistas que quisieran escucharle. Nació así un personaje mediático que hizo de la inseguridad y el incivismo bandera de sus campañas.
El Dimoni es un símbolo de Badalona: un afecto compartido en una ciudad partida en dos por la autopista. La noche de cada 10 de mayo, se hace arder una gran efigie del demonio en la playa entre fuegos artificiales y música a todo trapo. Albiol ha tenido sus propios demonios. El primero fueron los inmigrantes y, en particular los gitanos rumanos, a los que llamó “plaga”. Cuando llegó a la alcaldía, en 2011, moderó su discurso, pero no olvida el origen de sus votos y ayer mismo recordó que su prioridad es que los vecinos puedan “pasear y salir tranquilos por la noche”, dando por hecho que ahora no pueden.
En 2015, la alcaldesa Dolors Sabater de Guanyem se convirtió en su nuevo Lucifer. La presentaba como “la alcaldesa de la CUP” que iba a convertir Badalona a la herejía independentista. Para echarla, apoyó al débil Àlex Pastor (PSC), pero en cuanto gobernó cargó contra él. De corredor de fondo —llegó al ayuntamiento en 1991, con 24 años— Albiol pasó a sprinter: concentró su artillería contra los socialistas en las últimas semanas de la campaña del año pasado. Y estuvo activo en Twitter ante cualquier polémica local.
Esa misma estrategia de guerra relámpago le ha servido estas semanas, desde la noche en que Pastor fue parado por la policía saltándose el confinamiento y con síntomas de embriaguez. Albiol sacó a relucir sin pruebas supuestas adicciones al alcohol y a otras sustancias y se volcó de nuevo en las redes para presentarse como la única opción válida. “Que respeten la voluntad de la mayoría de vecinos”.
Incisivo en campaña, cuando llega al poder (ya pasó en 2011), Albiol se presenta como defensor del consenso y la moderación. Ayer, tras dar por cerrada “la etapa más gris y oscura” de la ciudad, prometió “gobernar para todos”. Hasta se abrió a pactos, con todos los partidos, sobre temas de ciudad. Sus rivales admiten que su popularidad, en algunos barrios, está fuera de duda. Lo que cuestionan es su legado. Albiol no puede presentarse como un outsider dispuesto a “limpiar” la ciudad (fue su eslogan en 2015), porque tiene su propia historia. “La famosa unidad Omega [de la Guardia Urbana] tenía que bajar la delincuencia. ¿Lo hizo? ¿Mejoró la vida de la gente como prometió? Yo creo que no”, se pregunta, y se responde, Sagués. “Moderará el discurso racista. Se presentará como alcalde de todos. Pero sabemos quién es”.
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