Más caza y menos comida para frenar al jabalí
El auge de la especie y el descenso de cazadores afecta a la biodiversidad y a la agricultura y genera riesgo sanitario
El aumento del número de jabalíes —cuanto más comen, más se reproducen— y el descenso del número de cazadores está agravando los riesgos asociados a esta especie. Los jabalíes (sus scrofa) causan daños en cultivos, provocan accidentes cada año (en torno a 3.000), suponen un riesgo sanitario (como la tuberculosis bovina) y provocan perjuicios irreversibles en la biodiversidad (flora y fauna).
Para intentar frenar su expansión se han explorado todo tipo de estrategias, incluida la esterilización. Ahora la Generalitat ha desplegado un nuevo plan de control de la especie para mantener la mortalidad y disminuir la natalidad. Y la herramienta esencial de esta nueva aproximación es la caza. El Gobierno catalán, el central y la Unión Europea están recabando ayudas para que los agricultores apliquen sistemas que impidan el acceso a sus campos y les cierren “la despensa”.
Los cazadores en Cataluña están en horas bajas. En 2008 eran más de 100.000. Ahora, apenas quedan 61.000, lo que supone un descenso del 40%. La mitad están jubilados y algunos, aunque poseen licencia, no cazan. “Cada año tenemos menos capacidad real de controlar al jabalí”, apunta Jordi Ruiz, subdirector general de actividades cinegéticas de la Generalitat. Para 2025 se calculan que quedarán unos 50.000 cazadores, la mayoría jubilados. En Cataluña hay en vigor 103.710 licencias de armas y 205.041 rifles y escopetas legalizadas.
Carme Rosell, bióloga y directora de Minuartia —consultoría especializada en gestión y conservación de fauna y biodiversidad— explica que, aunque hay menos cazadores, “el número de jabalíes cazados aumenta”. “Es que es una especie muy prolífica y su natalidad supera la mortalidad”, detalla. Pero ese exceso causa muchos “daños a cultivos, en la biodiversidad, accidentes...”, afirma la bióloga.
En los Aiguamolls del Empordà, los expertos observaron que los jabalíes se comen huevos, polluelos o adultos de varias especies de faisanes, patos y de especies amenazadas, como el calamón. También sufre daños la tortuga mediterránea en la Albera por la depredación de sus huevos y, seguramente, de tortugas juveniles y adultas.
Una alta densidad de jabalí —con más de 22 ejemplares por kilómetro cuadrado, como en casi toda Girona— es una amenaza para especies como las orquídeas, por el consumo directo de bulbos y por las hurgadas, que impiden su desarrollo. En el Delta del Llobregat estiman un descenso del 80% de las poblaciones de orquídeas en menos de una década y hay un 73% menos que en zonas contiguas sin jabalí. También se han dañado orquídeas en el Montseny o el Alt Empordà.
Cuanto más comen —sean bellotas y castañas del bosque, cultivos o alimento que les ofrecen algunas personas— “más crían”, detalla Rosell. Una hembra con poco alimento cría una vez al año de uno a tres jabatos, mientras que si está bien alimentada puede hacerlo entre tres y siete veces. “El jabalí no tiene depredadores naturales —el lobo está prácticamente extinguido— y los cazadores hacen lo que en un ecosistema no alterado haría el depredador”.
En la misma línea, Ruiz detalla que las 1.000 sociedades de cazadores han pasado de 10 o 20 batidas anuales en los años ochenta a casi un centenar. Se matan unos 70.000 jabalís al año entre cazadores y controles especiales de los Agentes Rurales y otras actuaciones. Y aun así, los agricultores piden miles de batidas excepcionales por daños. “La capacidad de captura solo con la caza bajará, porque los cazadores están haciendo un esfuerzo sobrehumano y son muchos costes: el coto, munición, veterinarios”, augura. Este año, Agricultura pagará los gastos veterinarios por las heridas de los canes en las batidas porque “se trata de un servicio público”.
“El aumento del jabalí no cesa, pero la capacidad de controlarlo puede disminuir y tendremos los problemas actuales agravados”, añade Ruiz. Los expertos aconsejan “seguir cazando para aumentar la mortalidad, y también actuar en la natalidad”, afirma. Es el objetivo de la nueva política. Al sur de Cataluña la caza es suficiente, pero en Girona y parte de Barcelona se deberá actuar sobre la comida. Se incidirá en la prohibición de alimentarlos y en las zonas más afectadas los agricultores deberían poner sistemas, como vallas o hilo electrificado, para evitar el acceso a los cultivos donde ahora pacen. “Hay que evitar los daños y que coman de forma artificial en campos, deben alimentarse solo en zona forestal”, sostiene Ruiz.
Cazadores como Josep Maria ven bien frenar el acceso del jabalí a los cultivos, aunque cree “difícil que funcione la electrificación”. “El primero recibirá la descarga y los demás entrarán sin problemas”. También ve difícil devolverlo al monte. “El jabalí es perezoso y busca comida fácil”.
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