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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sacar al país de las crisis

La confección de los presupuestos será un instructivo test de estrés para valorar si la idea de Aragonès de sacar al país de las crisis con una mano mientras la otra culmina la independencia resulta viable

Albert Branchadell
Inicio de curso con medidas de seguridad anti-covid en la escuela Rafael Casanova de Badalona.
Inicio de curso con medidas de seguridad anti-covid en la escuela Rafael Casanova de Badalona.joan sánchez

Mientras ERC y JxCat iniciaban, proseguían, aparcaban, retomaban y culminaban sus esotéricas negociaciones para un pacto de investidura, los problemas que asolan Cataluña han seguido agolpándose a la puerta del Gobierno catalán, a la espera de soluciones urgentes. Es el caso de la educación.

Uno de los episodios más relevantes que la trepidante negociación y sus deslumbrantes destellos mediáticos han dejado en un segundo plano es la publicación del anuario L’estat de l’educació a Catalunya, dirigido por César Coll y Bernat Albaigés y publicado por la Fundació Jaume Bofill. El informe no puede ser más claro: si bien en los últimos 15 años el sistema educativo ha registrado mejoras significativas en indicadores clave como las tasas de graduación o el abandono escolar prematuro, en el último trienio las mejoras se han estancado o incluso se están revirtiendo, cosa que aleja a Cataluña todavía más de los estándares europeos.

Durante las negociaciones, los problemas que asolan Cataluña se han agolpado a la puerta del Govern
Durante las negociaciones, los problemas que asolan Cataluña se han agolpado a la puerta del Govern

Por poner un solo ejemplo de esta degradación, tomemos la tasa de abandono escolar prematuro. En 2019 la tasa se disparó en Cataluña al 19%, dos puntos por encima de la media española (17,2) y casi el doble que la media europea (10,3). Ahora mismo Cataluña juega en la liga de Malta, Rumanía y Bulgaria. Si fuese un estado independiente, Cataluña tendría la peor tasa de toda la Unión Europea.

Según los directores del anuario, tres son los “topes” que explican este estancamiento o retroceso e impiden avanzar en la senda de la mejora: la persistencia de las desigualdades educativas, una inversión en educación todavía insuficiente y poco equitativa, y la adherencia a unos currículos educativos excesivamente rígidos, que dificultan su adaptación a las necesidades de los alumnos y la personalización del aprendizaje.

Aquí surge de la pregunta: ¿hasta qué punto el nuevo gobierno catalán es consciente de estos topes y tiene previsto superarlos? El acuerdo firmado en marzo por ERC y la CUP no abrió demasiadas esperanzas: en ese texto hay una referencia nominal a la educación en un apartado dedicado al municipalismo, nada más. (No es ningún consuelo que, fruto de una redacción descuidada, el texto repita la palabra dos veces: “educación, servicios sociales, vivienda, educación, etc.”)

Los negociadores de ERC y JxCat, que tuvieron algo más de tiempo, sí que incluyeron la educación en el acuerdo de Gobierno para la investidura de Pere Aragonès firmado el 17 de mayo. Una vez superadas las primeras páginas del documento, que recuerdan más a un tratado de paz que a un pacto de gobierno al uso, los firmantes entran en materia. Si dejamos de lado obviedades como el cumplimiento de los protocolos de la covid en los centros educativos o anuncios previsibles como blindar el sistema de inmersión, el documento dice cosas sustanciales. Se anuncia un incremento progresivo del presupuesto educativo “para aproximarnos al 6% del PIB” (un objetivo que ya fijó la Ley de Educación hace nada más y nada menos que 12 años), la gratuidad progresiva de la enseñanza de 0-3 años (otro clásico de las promesas incumplidas) o un nuevo plan de choque contra el fracaso escolar (que pone en evidencia el fracaso del plan contra el fracaso desarrollado entre 2012 y 2018).

La tasa de abandono escolar es del 19%, dos puntos por encima de la media española y casi el doble que la europea
La tasa de abandono escolar es del 19%, dos puntos por encima de la media española y casi el doble que la europea

odríamos decir que la música educativa del acuerdo suena bien pero que le falta la letra. Si fuese una ley, la faltaría la correspondiente memoria económica. Cualquier persona provista de una calculadora puede hacer el experimento de ir sumando todas las medidas que suponen un incremento del gasto. El acuerdo no solo propone acercar el gasto educativo al 6% del PIB (ahora está en el 3,65%) y situarlo por encima de la media europea (4,81%). También propone inyectar 5.000 millones de euros a las cuentas sanitarias, dedicar a cultura el 2% del presupuesto, destinar a investigación el 2,12% del PIB y a las universidades el 0,58, entre otras medidas.

Lo que no se explica es cómo se va a pagar todo esto. Sabiendo que en uno de los firmantes del acuerdo dice en su programa que una de las 50 medidas principales para un gobierno fuerte y eficaz es “moderar la fiscalidad”, no es exagerado aventurar que en el camino que ahora emprende el presidente Aragonès se avecinan unas buenas curvas. La confección de los presupuestos para 2022 será un instructivo test de estrés para valorar si la idea que expuso Aragonès en la investidura (sacar al país de las crisis con una mano mientras la otra culmina la independencia) resulta viable o si, por el contrario, la magnitud de las crisis exige el concurso de ambas extremidades.

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