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‘Tiburón’ se enfrenta a Papitu

Albert Sánchez Piñol disecciona en la Filmoteca el clásico de Spielberg a través de ‘Les estructures elementals de la narrativa’, su último libro

Toni Polo Bettonica
El sheriff Brody se enfrenta al tiburón, al final de la película.
El sheriff Brody se enfrenta al tiburón, al final de la película.

“¡Sonríe hijo de pu...!” grita el sheriff Brody (Roy Scheider) al tiburón, y dispara a la bombona de oxígeno que el animal tiene atrapada entre las mandíbulas. Y el animal explota. Y la película termina.

“Y una vez hemos acabado con la bestia, Albert Sánchez Piñol procederá a diseccionarla”, anuncia Esteve Rimbau, director de la Filmoteca de Cataluña, tras el visionado, el pasado jueves por la noche, del clásico de Steven Spielberg de 1975. El escritor, antropólogo y guionista ha sido convocado para, a través de su último libro, Les estructures elementals de la narrativa (La Campana), explicar eso, la estructura del relato a través de una de las películas que (junto con Moby Dick, El viejo y el mar u otras) analiza amenamente en el libro. Tiburón es excepcional para demostrar lo que Sánchez Piñol llama Papitu y que no es otra cosa que “la estructura fundamental de cualquier relato”. Un sistema que descubrió (“descubrió, no inventó: siempre ha estado ahí”, subraya el autor de La pell freda) Aristóteles y mantiene toda su vigencia.

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Explica el novelista en su ensayo que los principales elementos del relato son un factor desencadenante, que plantea la gran pregunta de la novela y genera su primer giro narrativo, que es el que, a su vez, plasma el conflicto de la historia y el inicio del segundo acto. El segundo giro narrativo es la respuesta a la pregunta original y la entrada al tercer y definitivo acto. “Estos tres actos rigen el 95% de las novelas, las películas, las series, las obras de teatro”, sentencia, categórico Sánchez Piñol.

“Una de las genialidades de Spielberg es que coloca con maestría al principio de la película el factor desencadenante. Lo que en Sherlock Holmes sería el asesinato y aquí es el ataque del tiburón en una isla paradisíaca, tranquila, que empieza a recibir a los veraneantes”, dice el escritor. “El primer giro narrativo llega a continuación, generado por este factor, y es el que plantea el conflicto, que de momento es entre el policía, que intenta cerrar las playas, y el alcalde, que no piensa renunciar al turismo”. Sánchez Piñol celebra ver esta película con una pandemia tan reciente porque la metáfora va que ni pintada: “La pregunta es: ¿cerrarán las playas? Y el conflicto es entre moral y capital, entre ética y finanzas”. Esteve Rimbau lo capta a la primera: “O sea, la pregunta puede ser: ¿cerrarán Madrid? Y el conflicto, entre Díaz Ayuso y Fernando Simón”, lanza, entre las risas de la concurrencia.

O sea, la pregunta puede ser: ¿cerrarán Madrid? Y el conflicto, entre Díaz Ayuso y Fernando Simón
Esteve Rimbau, director de la Filmoteca de Cataluña

Otro acierto de Spielberg es colocar un MidPoint, un punto clave en el que se cambia la pregunta de la novela y se gana intensidad: “Cuando Quint (Robert Shaw), Hooper (Richard Dreyfuss) y Brody se embarcan para ir a por el tiburón la narración se acelera tremendamente y el conflicto pasa a ser, ahora sí, entre los tres hombres y la bestia”. La pregunta que nos inquieta y nos atrapa es: ¿Capturarán a la bestia?

Pero es que además, “cosa dificilísima”, Spielberg mete un segundo MidPoint. “Es cuando los tres personajes están relajados, charlando en el interior del barco, de noche… y el tiburón los ataca. La pregunta ahora es: ¿los matará el tiburón? El conflicto, más que nunca, es entre el hombre y la bestia”.

Sánchez Piñol adora la película Tiburón. Ni sabe cuántas veces la ha visto. La despoja de todo estremecimiento y dramatismo, estudia cada detalle (secuencias, la música en el momento adecuado, la fotografía…), que siempre aporta al relato y hasta se mofa, con cariño, de los personajes: “A ver, el sheriff tiene tanto de poli como cualquiera de nosotros, la placa y nada más. ¡Es el polo opuesto a Harry el Sucio!”.

También, por encima de improvisaciones y de jugosos detalles del rodaje de la película, con tiburones reales o mecanizados, Sánchez Piñol considera que la novela de Peter Benchley en la que está basada la cinta, plantea al tiburón como una expiación de los pecados, nada que ver con la visión que le da Spielberg. “Novela y película solo tienen en común el Papitu”, asegura el escritor. “Yo he escrito guiones… por eso sé que el novelista no suele funcionar como guionista, porque hacer un relato con imágenes es otra cosa”.

Sé que el novelista no suele funcionar como guionista, porque hacer un relato con imágenes es otra cosa
Albert Sánchez Piñol

De hecho, el autor de Victus confiesa que, ahora, Tiburón se le hace lenta. Y la mitad de los asistentes al coloquio coincide con él. “Pues cuando se estrenó, en 1975, a nadie se le hizo lenta”, remarca. “Porque ahora los ritmos se han acelerado. Ahora tendemos a explicar más cosas en menos tiempo. Pero siempre respetando la estructura narrativa: ¡hasta los anuncios publicitarios de 20 segundos tienen su Papitu!”

Y esa aceleración de los ritmos cinematográficos ha influido también en la novela, según Sánchez Piñol: “Las novelas del siglo XIX tenían el primer giro narrativo muy adelantada la obra, ahora, o lo pones antes de la página 30 o aburres al lector. Más todavía en época de zapping y de turbocapitalismo”, sostiene. Pero lejos de ser una pena, para Sánchez Piñol esto es todo un reto para el autor. “A veces tengo ganas de no morirme nunca para ver hasta dónde llegará esta aceleración en la narrativa”.

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Sobre la firma

Toni Polo Bettonica
Es periodista de Cultura en la redacción de Cataluña y ha formado parte del equipo de Elpais.cat. Antes de llegar a EL PAÍS, trabajó en la sección de Cultura de Público en Barcelona, entre otros medios. Es fundador de la web de contenido teatral Recomana.cat. Es licenciado en Historia Contemporánea y Máster de Periodismo El País.

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