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Los alcaldes afectados por la inundación de Tarragona: “Todavía esperamos parte de las ayudas de 2018”

Los ayuntamientos reclaman fondos y el Govern estudia si declara como zona catastrófica el área afectada

Clara Blanchar
Inundaciones en una factoría de productos sanitarios de Ulldecona.
Inundaciones en una factoría de productos sanitarios de Ulldecona.JOSEP LLUÍS SELLART

La tromba de agua que cayó el miércoles en las Terres de l’Ebre ilustra el daño que puede hacer un fenómeno meteorológico extremo en enclaves muy acotados. Y es que, más allá de los destrozos que el agua causó en la costa (Sant Carles de la Ràpita y les Cases d’Alcanar), en la parte interior de la sierra del Montsià, por detrás, parte del municipio de Ulldecona sufrió, de nuevo, inundaciones. “Esto era un mar”, señala el gerente de la cooperativa de cítricos San Alfonso, Lucreci Huguet.

Apunta al espacio que queda entre el polígono Valldepins de Ulldecona y la falda de la montaña: campos anegados, todavía, y el recinto industrial con calles a las que todavía no se puede acceder. El agua bajó por dos flancos a La Foia, el llano donde se junta la que corre desde la sierra del Montsià y la que baja de la de la sierra de Godall. Ambas colapsadas. La una contra la otra, imposible desaguar.

Los alcaldes afectados recordaban este jueves que todavía esperan algunas ayudas prometidas en 2018 tras otro episodio de inundaciones. Mientras, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, avanzó que el Govern valora que se declare la zona afectada como zona de emergencia, lo que antes se conocía como zona catastrófica, lo que supondría recursos adicionales.

Más allá del litoral, la inundación afectó a polígonos y carreteras
Más allá del litoral, la inundación afectó a polígonos y carreteras

La alcaldesa de Ulldecona, Núria Ventura, lleva dos días recordando que “todavía no han llegado las ayudas de 2018”, una cuestión que está judicializada. Ventura relata que tras las lluvias de 2018 la zona fue declarada zona catastrófica por el Consejo de Ministros. El Gobierno firmó convenio con la Generalitat que coincidía con el 50% de los daños declarados, porque las bases del Govern eran mucho más exigentes, detalla. “Parte del dinero que el Gobierno transfirió no llegó a los Ayuntamientos, las resoluciones no aceptaban algunas peticiones de daños… y tenemos un contencioso en el TSJC, porque reclamamos la inversión total”, resume.

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El alcalde de Alcanar, Joan Roig, reclamó “ayuda por desastre natural” y recordó: “En 2018 las ayudas llegaron casi dos años después. Todavía no hemos podido licitar las obras. No haremos proyectos, no queremos subvenciones, queremos ayudas”. Roig apuntó que espera que “las administraciones estén a la altura, no caemos en el desánimo, pero necesitamos ayudas”. El de Sant Carles de la Ràpita, Josep Caparrós, confió en que “las administraciones estén al lado de los pueblos. Necesitamos ayudas extraordinarias, a fondo perdido, no subvenciones, ya sufrimos las tormentas de 2018, el temporal marino de 2019 y ahora”. Caparrós también recordó que las ayudas llegaron casi dos años después. Ahora, los municipios todavía no han podido evaluar los daños, pero apuntaron a que su coste doblará el de 2018.

En el polígono Valldepins de Ulldecona hasta 500 empleados tuvieron que ser evacuados con vehículos todoterreno en el polígono el miércoles. Los condujeron voluntarios del pueblo. El agua todavía cubría este jueves por la tarde parte del recinto. Inundó calles y varias industrias. Llegaron bomberos de Torroella de Montgrí (Girona) para sacar agua. Los afectados coincidían en la “suerte” de que algunas de las principales empresas estuvieran paradas, de vacaciones. Naves en las que habitualmente trabajan cientos de personas de las que el día de la tromba apenas había decenas, en tareas de mantenimiento.

Les Cases de Alcanar.Los Bomberos inspeccionan el vehiculo. Foto: Josep Lluis Sellart
Les Cases de Alcanar.Los Bomberos inspeccionan el vehiculo. Foto: Josep Lluis SellartJOSEP LLUÍS SELLART

“Aquí había llovido mucho, pero, como esta vez, nunca”, lamentaba Lucreci Huguet, de la cooperativa de cítricos San Alfonso. El desastre llegó justo en el mes y medio de descanso de unas naves que en temporada alta, a partir de octubre, mueven a diario más de 300.000 kilos de naranjas y mandarinas, con hasta 300 empleados el día. El martes solo había 17 personas. Y las tuvieron que sacar. En los muelles de carga, el agua alcanzó el metro y medio. Dentro de las naves, el barro cubre el suelo. Llegó las cajas eléctricas y los motores de las largas cadenas de envasado.

De hecho, en la cooperativa hacía poco que habían construido un muro detrás del canal que hay junto a la autopista. El agua lo destrozó. “Imagínate la fuerza del agua: cuando llegó aquí ya se había acabado el desnivel y, pese a esto, se lo llevó todo”, dice Huguet. Barro en las naves, barro en los baños, cámaras frigoríficas, muelles de carga…. Y técnicos de los fabricantes de la maquinaria evaluando los daños.

Reinaldo, en otra nave que también envasa cítricos, Canita Fruits, llevaba toda la mañana sacando agua y barro y no había llegado ni a la mitad de la superficie. “Me asusté tanto que subí al segundo piso” relataba del episodio de lluvia torrencial. Estaba enfrascado en tareas de mantenimiento previas al arranque de la campaña de la mandarina, en octubre. El empleado es nicaragüense: “En mi país cae agua así, o más, pero se construye en lo alto y el agua corre por los pueblos sin afectar a los edificios”. Aquí, en Ulldecona, la nave está a un nivel inferior a la calzada del polígono.

El agua alcanzó naves donde suelen trabajar centenares de empleados
El agua alcanzó naves donde suelen trabajar centenares de empleados

La imprenta Serra Industria Gràfica también resultó muy afectada. A media mañana el agua todavía llegaba a la puerta. Porque una de las cuestiones que más destacaron los afectados fue la lentitud con la que bajó el agua esta vez. “Ocho horas, ¡ocho!”. Lo subrayaba Juan Alemany, gerente de una industria dedicada a fabricar y montar mobiliario de baño. Fue de los que estaban de vacaciones. “Volvíamos el lunes”, decía a mediodía. Dentro, una docena de operarios sacaba agua ayudándose de grandes tablas de madera. “A veces habíamos tenido algo de agua, había saltado alguna tapa de dentro, pero esto…”. El agua llegó hasta más arriba de un palmo en vísperas a reabrir con un enorme volumen de pedidos. “Hasta mañana no podremos intentar arrancar las líneas, hemos llamado a los operarios especializados”. En la empresa trabajan 100 personas y están hasta arriba de pedidos, porque las reformas han aumentado con la pandemia.

Delante del polígono, hacia el pueblo, es todo agua. Hay varios caminos precintados por bomberos o los Mossos d’Esquadra. Como el que hay en la finca de David Llorca. Aunque es de la zona, lleva solo un año viviendo en un tros cerca de la depuradora. El agua en casa alcanzó “más arriba del tobillo”. De hecho, su mujer estaba trabajando cuando llovió y no pudo llegar a casa hasta la noche. “De los campos sacaron varios coches”, contaba. También del polígono sacaban ayer coches con grúas. Ya en asfalto seco, pero el agua fue tanta, que no arrancaban. El único acceso, un gran descampado embarrado. Y en un rincón, contra un murete, un sofá que el agua arrastró desde vete a saber dónde.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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