La frágil tranquilidad de la Casa Gomis en La Ricarda
Los propietarios de la vivienda, uno de los mejores ejemplos del racionalismo en España, viven con inquietud la ampliación, ahora paralizada, del aeropuerto de El Prat
Ricardo Gomis y su mujer Inés Bertrand tuvieron seis hijos. Pero Jose Antonio, Susana, Beatriz, Marita, Elena e Inés siempre pensaron que, en realidad, fueron siete porque sus padres quisieron tanto como a todos ellos a la casa que construyeron sus padres en La Ricarda en unos terrenos que a su madre les cedió su familia en la finca de 350 hectáreas que su bisabuelo Manuel Bertrand compró en 1901 junto al mar, en El Prat de Llobregat. “A mis padres les dieron la última parcela de cinco, porque la familia tenía miedo de que la casa que querían construir estropeara el conjunto”, explica Inés Gomis, junto a la escollera que han tenido que levantar los hermanos para que la acción del mar no siga comiéndose la costa. “El desvío del cauce del río Llobregat y la construcción de los nuevos diques del puerto han trastocado la acción natural del mar. Aquí había unos 150 metros más de playa que han desaparecido”.
Pero la acción de las olas no es lo que más les preocupa a los hermanos Gomis, sino la prolongación de la tercera pista del aeropuerto de El Prat que ahora tienen apenas a 400 metros de su casa. Cuando comenzaron a habitar la “Casa Nueva”, como la llamaban familiarmente, en enero de 1962, un año antes de que Antonio Bonet Castellana diera por acabados todos los trabajos que comenzaron en 1957, los aviones del contiguo campo de aviación de El Prat eran de hélice. “No se oía nada. Íbamos con las bicicletas a ver los aviones despegar y podíamos pasear por la pista”, prosigue Inés.
Este mundo idílico ha cambiado. El viernes por la mañana el ruido de los aviones era atronador, sobre todo cuando calentaban motores para alzar el vuelo, apagando por completo el sonido del mar o del viento en los enormes pinos que el bisabuelo Bertrand plantó para impedir que las dunas se movieran en este lugar paradisiaco. El ruido se escucha, el queroseno que lanzan las turbinas, si acaso, se huele. La inmensa tranquilidad que se respira en esta casa parece frágil cada vez que despega o aterriza un avión.
“Llevamos unos días muy intensos”, explica Marita Gomis, que toma la voz cuando se incorpora al grupo en el que ya están Inés, Susana y Beatriz. La finca familiar de La Ricarda ha llenado titulares por los planes de Aena de ampliar la tercera pista de El Prat unos 500 metros. “A los que habría que sumar el espacio de la señalización y la zona de seguridad. La ampliación partiría la finca por la mitad”, prosigue Marita. El miércoles se supo que el Gobierno de Pedro Sánchez paralizaba la inversión de 1.700 millones de euros por las diferencias por el Govern dejando, de momento, aplazada la ampliación hasta 2026. “Vivimos en compás de espera. Ya veremos qué pasará”, continua Marita encogiendo los hombros.
También son días de trasiego. El jueves recibieron a la viceprimera ministra, Yolanda Díaz y de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que recorrieron La Ricarda. “Solo les dejamos nuestro jardín para que hicieran la rueda de prensa. Estamos acostumbrados a que venga siempre gente. Venían incluso cuando estaba la casa en obras. Y nuestra madre, antes de fallecer en 1993, la abría a todo el mundo”, asegura Marita quitando importancia.
La Casa Gomis, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura racionalista de España, es la historia de una amistad: la de los propietarios con su arquitecto. Para construirla Bonet levantó primero una plataforma para estabilizar el terreno. Sobre ella levantó el edificio largamente soñado por la pareja a base de módulos iguales que se conectan entre sí o por medio de pasillos. Una estructura liviana que se aguanta por cuatro pilares donde descansa el techo formado por diferentes bóvedas (cuadradas de 8,8 metros de lado) construidas con la técnica de la volta catalana, que juntas parecen replicar el movimiento de las olas. El edificio recuerda a los Le Corbusier, uno de los maestros de Bonet junto con Josep Lluís Sert, con quien colaboró en la construcción del pabellón de la República de 1937. Las paredes son todas de vidrio y de celosías de cerámica. Los suelos de piedra caliza blanca, barro y gresite y las paredes y los techos blancos. Si hay madera esconden detrás armarios. Y poco más.
Bonet también creó y dispuso la ubicación de los muebles: sillas, butacas, sofás, mesas y el color de las cortinas y las alfombras, creando una obra total. Y lo mejor: la hizo por correspondencia, porque tras la guerra Bonet se exilió a Uruguay y Argentina. “Las cartas cruzadas entre ellos permiten conocer cómo fue la construcción e historias como que mi madre desechó el primer proyecto de Bonet de una casa con dos pisos, que no tenía nada que ver con esta casa, según ella muy pomposa”.
Al fallecer sus padres, los hermanos Gomis decidieron cuidar de su sexta hermana y mantenerla como sus progenitores habían hecho. “Pero esta casa necesita muchos cuidados, la acción del mar le afecta mucho. Siempre hay que hacer arreglos y no recibimos ninguna ayuda”. Por eso la alquilan para publicidad y la abren a todo el mundo con cita previa; sobre todo estudiantes de arquitectura y diseño de todo el mundo. El jueves hubo que suspender la visita de alumnos de Suecia por la rueda de prensa de Colau y Díaz.
Casa Gomis fue declara en marzo Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN), la máxima categoría que permite la ley catalana. “Estamos intentando no tener que pagar el IBI”, apunta Marita mientras vigila de reojo que nadie pise las alfombras del salón o entre con los zapatos sucios por la lluvia que acaba de hacer acto de presencia. A raíz de la declaración y de la situación que se vivía hasta el miércoles Icomos, organización vinculada con la Unesco, mandó una carta a la Generalitat para que evitara el “impacto irreversible” que la ampliación del aeropuerto produciría en a casa. Este viernes desde la consejería de Natàlia Garriga aseguraron que no se había respondido “teniendo en cuenta los cambios que ha habido alrededor del aeropuerto”.
Mientras, los hermanos Gomis, sus hijos y sus nietos, siguen haciendo lo que han hecho desde que sus padres pensaron construir la Casa Nueva: disfrutarla en todas las celebraciones familiares, sabiendo lo afortunados que son de poseer algo único. Desde finales de los años noventa no se quedan a dormir porque es imposible hacerlo por el ruido de los aviones.
Fuente de inspiración, antes y ahora
Cuando se inauguró Casa Gomis pronto se llenó de cultura. No solo de música por la pasión que sentía Gomis por ella. Allí compuso Jose Maria Mestres Quadreny Divertimento La Ricarda y fueron asiduos Carles Santos, Robert Gerhard y John Cage. También Antoni Tàpies, Joan Miró, Joan Gaspar, Joan Brossa y Moisés Villèlia, que creó unas esculturas con tubos de uralita para que funcionaran como setos en el jardín, algunas de las cuales sobreviven a la violenta acción del mar.
Ahora son la artista Bea Sarrias y el realizador Morrosko Vila-San Juan los que han quedado subyugados por la casa y su entorno. Ella ha creado medio centenar de pinturas en la que atrapa los colores y la esencia de la vivienda y él su segundo documental sobre esta vivienda racionalista; unas creaciones que podrán verse en la exposición Bienvenidos a La Ricarda en el espacio Lab36 de la galería Senda que dirige Carlos Durán (del 15 de septiembre al 9 de octubre). Cuando acabe la muestra, podrán verse, un par de semanas, en la Casa Gomis, el lugar que las ha inspirado.
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