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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Acogidos, olvidados y rechazados

La llegada excepcional de refugiados afganos puede desbordar temporalmente los recursos de acogida. Pero es responsabilidad de la UE velar por el efectivo cumplimiento de las reglas democráticas que nos hemos dado

José María Mena
Refugiados Afganistan
Varios refugiados afganos llegan a la base aérea de Torrejón de Ardoz a 24 de agosto de 2021. Jesús Hellín / Europa Press

Sin cobertura es el título de una novela escrita en 2010 por dos prestigiosos periodistas de investigación catalanes, Jordi Bordas y Eduardo Martín de Pozuelo. A partir de sus extraordinarios conocimientos como investigadores construyen un thriller de espías del CNI al inicio de la guerra de Irak de 2003. El relato tiene algo de premonitorio: describe el drama de unos iraquíes colaboradores del CNI abandonados a su suerte ante el enemigo. Lo que hace 10 años imaginaron que ocurriría en Bagdad ha sucedido en Kabul ahora, aunque con alguna diferencia.

Cuando los americanos decidieron irse de Afganistán, ellos y todos los demás países que tenían fuerzas armadas desplegadas se apresuraron a evacuarlas, junto con sus pertrechos, incluidos sus colaboradores. Cocineros, sirvientes, auxiliares, interpretes, informadores y cooperadores de cada ejército tenían preferencia en los correspondientes repliegues oficiales, porque su colaboracionismo significaba un peligro máximo. Pero, concluida la precipitada evacuación, todavía quedan miles de colaboradores en Kabul. Los sinceros esfuerzos diplomáticos para su futura evacuación depende de muchos factores, incluido el de la voluntad talibán. Los que no superen pronto semejantes obstáculos, con el tiempo podrían constituir el desdichado grupo de los olvidados, como aquellos otros colaboradores que quedaron en Bagdad hace 20 años. Por eso el lamento y la insatisfacción expresados por la ministra Robles ante la dolorosa insuficiencia de la evacuación contienen más dignidad y sinceridad que la jactanciosa e inoportuna afirmación de “misión cumplida”.

Concluida la precipitada evacuación en Kabul, todavía quedan miles de colaboradores en peligro
Concluida la precipitada evacuación en Kabul, todavía quedan miles de colaboradores en peligro

Por otra parte, además de los miles de colaboradores ya evacuados y los que quedan por evacuar, hay decenas de miles de afganos que no fueron colaboradores, y que también necesitan o desean salir de su país. Son ciudadanos afganos, y especialmente ciudadanas, cuyo futuro con los talibanes es incierto, imposible o directamente peligroso. Especialmente si hasta la llegada de los talibanes ejercieron funciones de gobierno, judicatura, abogacía, docencia, periodismo, etc.

Finamente, gran parte de la población disconforme o temerosa ante la perspectiva talibán también desearía escapar de los insoportables rigores fundamentalistas. No es previsible que llegue a Europa un éxodo afgano similar al de 2015, pero los ministros de Interior europeos ya se han concertado. Pretenden evitar, a toda costa, que se repitan las dramáticas imágenes de los refugiados de 2015 en las islas griegas, y que vuelvan a ser necesarios los meritorios y arriesgados trabajos de salvamento que nos estremecieron, protagonizados por la ONG de Badalona Open Arms y otras organizaciones europeas similares.

La comisaria europea de Interior propone que el flujo migratorio de afganos se quede en Irán, Pakistán y Turquía, sabiendo que soportan ya millones de refugiados y desplazados afganos desde hace décadas. En Bruselas se ha dicho, cínicamente, que con la contención del éxodo en los países limítrofes se pretende evitar “un viaje peligroso” a los que buscan refugio. Macron, por su parte, ya ha mencionado, peyorativamente, los “flujos migratorios irregulares”, como si los que huyen de los talibanes pudieran atenerse a las normas administrativas francesas o europeas.

Las potencias europeas pretenden pagar a algunos países y volver a la táctica de los estados-tapón
Las potencias europeas pretenden pagar a algunos países y volver a la táctica de los estados-tapón

Pretenden volver a la vieja táctica de los estados-tapón. Pagarles para que contengan la avalancha de refugiados, desentendiéndose, en la práctica, de la calidad humanitaria y legal del acogimiento. Los estados-tapón son la externalización del rechazo, la primera pieza del engranaje de los espacios geopolíticos de contención a ambos lados de las fronteras o líneas de conflicto. El país de la UE receptor de refugiados es la segunda pieza de ese engranaje de contención. En el caso de Turquía, como estado-tapón para Europa, la segunda pieza es Grecia. Los refugiados que superaron los obstáculos de Turquía en la crisis de 2015 quedaron apresados en las islas griegas. El campo de refugiados de Moria, en la isla de Lesbos, alojaba inhumanamente a 7000 refugiados con serios problemas de salud física y psicológica, especialmente para los niños. Tras su incendio, se están realojando en otros similares.

Los países de la Unión Europea que por su situación geográfica constituyen la segunda pieza del engranaje de contención están sometidos a las reglas rigurosas de la Unión y especialmente las relativas a los derechos humanos, y al respeto de la legalidad. Sin embargo, este sometimiento no siempre se observa escrupulosamente. Las circunstancias excepcionales de llegada de refugiados pueden desbordar temporalmente los recursos de acogimiento. Pero es responsabilidad de la UE velar por el efectivo cumplimiento de las reglas democráticas que nos hemos dado, impedir que la condición de refugiado equivalga en la práctica a la de rechazado, evitar situaciones prácticas de tratos inhumanos, expulsiones indocumentadas y devoluciones “en caliente”, que, desdichadamente no solo se practican en Grecia.


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