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El turismo sin control regresa a Barcelona tras el parón por la pandemia

Vecinos critican que no se ha aprendido “nada” durante los dos últimos años y que vuelven los excesos

Una imagen de turistas paseando en el Port Vell, en Barcelona, delante del Museo de Història de Catalunya.
Una imagen de turistas paseando en el Port Vell, en Barcelona, delante del Museo de Història de Catalunya.Massimiliano Minocri (EL PAÍS)
Alfonso L. Congostrina

El pasado verano, Nuria Escurriol hizo guardias en su calle. Esta vecina de la Barceloneta se plantaba a partir de las 00.00 horas en la acera de la calle Drassana —a pocos metros de la playa— y regañaba a las hordas que trasladaban el botellón de la arena a su calle, también lo hacía a aquellos que atronaban con la música a los vecinos y, sobre todo, a los que orinaban, vomitaban y hacían necesidades mayores en los portales. “Llegamos a tirarles cubos de agua desde los balcones. Era desesperante, no se podía descansar. Me temo, que este año será peor”, lamenta Escurriol. “Lo que estamos viendo en los últimos meses no lo habíamos visto nunca. El botellón se ha trasladado a los pisos turísticos ilegales. No dormimos, todo es música y gritos. Muchos bicitaxis ofrecen droga, persiguen a unas chicas. La Barceloneta es insegura y nadie hace nada . Con este tipo de turismo no se puede vivir”, denuncia Escurriol.

Todo apunta a que la tortura que manifiesta esta vecina solo ha hecho que comenzar justo cuando Barcelona cada vez está mejor posicionada como destino turístico. The Telegraph Travel, la sección de viajes del prestigioso diario británico, asegura que la capital catalana es la mejor ciudad del mundo para hacer turismo después de comparar la gastronomía, cultura, hoteles e historia de todos los epicentros turísticos del mundo.

Susana Saumell, de la plataforma de defensa de la Barceloneta, cree que la ciudad “ha muerto” consumida por el turismo. “Es horrible. Este año todo se ha desbordado. Hay grupos de segway, bicitaxis, bicicletas alquiladas en grupos de más de 20 personas. Los autobuses parecen propiedad de los turistas y los vecinos casi nos tenemos que pelear para entrar. Estamos mucho peor que en 2019. Hay más pisos turísticos ilegales, vienen con muchas ganas de fiesta, sin nadie que les pare y sin respetar a los que vivimos aquí”, lamenta Saumell.

La Asamblea de Barrios para el Decrecimiento Turístico (ABDT) hace años que reclama una intervención rápida de las administraciones. Uno de sus miembros, Daniel Pardo, es claro: “Las instituciones tienen discursos bonitos de diversificación económica pero en la práctica se dedican a promocionar, rescatar y fiar el futuro de la ciudad a una industria turística que es desastrosa en términos ambientales y sociales”. Pardo es muy crítico con el actual modelo de la capital catalana: “El centro de la ciudad se ha convertido en un resort turístico al aire libre donde todo vale. Nos dicen que buscan un turismo de calidad cuando, en realidad, no hay posibilidad de elegir a quien vendrá y, además, el turista rico no tiene porque ser el más respetuoso”. Para la ABDT solo hay una solución: “reducir el peso del sector turístico y diversificar la economía en otros sectores”.


Las entidades piden el decrecimiento del número de visitantes

Hay muchos indicios que apuntan a un verano repleto de visitantes. Albert Palacio, portavoz del sindicato de Mossos USPAC, advierte que el trabajo de los agentes se ha disparado en unas semanas: “Solo en Semana Santa aumentaron las denuncias en Ciutat Vella una barbaridad. Pronto serán 300 diarias en el distrito. Casi todo por robos. El problema es que cada vez son más violentos y ya sabemos que este verano habrá un boom turístico y eso siempre atrae a más maleantes”.

El concejal de Ciutat Vella, Jordi Rabassa (BComú), ha comprobado las consecuencias del turismo en su distrito y ya ha hecho público en varias ocasiones —a veces en contra de su socio del PSC— su desacuerdo con el actual modelo. “En la pandemia hemos aprendido que necesitamos un sustituto económico que tenga que ver con la proximidad”, defiende Rabassa. “El gran problema con el que nos encontramos es la ley de turismo de la Generalitat, que solo da mecanismos para regular los flujos turísticos a la propia administración autonómica. El ayuntamiento hoy por hoy no puede regular el uso de los altavoces, los Free Tours, los grupos de 15 personas o la protección de espacios masificados. No tenemos competencias”, denuncia.


BComú y PSC difieren en la estrategia a seguir con el aluvión

El concejal es muy crítico con la industria turística. “El Ayuntamiento ya puede hacer todo lo posible que mientras en la Rambla las consumiciones tengan el precio que tienen no se acercarán los vecinos. Eso hace subir los alquileres de los locales y provoca que cierren los comercios de proximidad. Es un problema que también tienen en Palma y en Venecia”, denuncia. Rabassa no cree en la redistribución del turismo. “Todos los turistas que vienen a Barcelona quieren visitar Ciutat Vella lo que significa que tiene que haber menos turistas”, lamenta.

Dentro del mismo equipo de gobierno, el primer teniente de alcalde, Jaume Collboni (PSC), no acaba de estar de acuerdo con Rabassa. “No creemos que deba incrementarse el número de turistas lo que hacemos es buscar a mejores turistas. En Barcelona hay 170.000 camas. Este número no va a aumentar pero tenemos 150.000 personas que viven de la industria turística y queremos que puedan continuar haciéndolo”, reivindica Collboni.

Con todo, este primer semestre de este 2022 han visitado la ciudad menos turistas que los que lo hicieron en el mismo periodo de 2019. El porcentaje alcanza el 74% de entonces. “Es complicado que los turistas no visiten La Rambla o la Sagrada Familia pero estamos esforzándonos en descentralizar el turismo. Tenemos un 50% de turistas que son repetidores y para ellos queremos generar alternativas en Collserola, Montjuïc o el Besòs”, advierte. “No podemos caer ni la turismofóbia ni en el crecimiento sin control. Tiene que haber un punto intermedio”.<


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