El caos de la carga y descarga en Barcelona: “A Colau le diría que salga a repartir con la carretilla”
Obras, terrazas, aceras ensanchadas o carriles bici reducen las plazas para los trabajadores que distribuyen mercancías. El Ayuntamiento asegura que amplía el espacio
Iván reconoce que aparca mal su furgoneta, con la que reparte bebidas, más veces de las que lo hace en las plazas de carga y descarga. Cerca de la Sagrada Familia, Edwin dice que la única forma de trabajar al volante de un camión de reparto de congelados en el Eixample de Barcelona es...
Iván reconoce que aparca mal su furgoneta, con la que reparte bebidas, más veces de las que lo hace en las plazas de carga y descarga. Cerca de la Sagrada Familia, Edwin dice que la única forma de trabajar al volante de un camión de reparto de congelados en el Eixample de Barcelona es tomándoselo con “muuuuuuuuuuuucha calma”. José, operario de telefonía, intenta abrir el portón para sacar su maleta de herramientas: otra furgoneta ha aparcado en doble fila, pegada a la suya. Álex, solemne como en una tragedia de Shakespeare, pregunta en Pau Claris si es que nos pensamos “que los tomates llegan volando a las cocinas”. Manu es conserje de un hotel y esquiva un taxi mientras en plena contorsión suelta: “Esto es de locos”. Dos parquetistas de Badalona aseguran que entrar en Barcelona “es un infierno, se te quitan las ganas”. Baltasar lleva 30 años repartiendo queso y murmulla “qué clase de inútiles hay en los despachos del Ayuntamiento para pintar esto [un carril bici de la calle de Urgell] así, que cualquier día matamos a un ciclista o a un peatón”. Matías entrega paquetes de compras por internet y se acuerda de las madres de los vecinos que aparcan en cualquier sitio en la pacificada calle de Borrell. Y José Pedro está a punto de entregar un sofá en Sant Antoni y sufre por si en media hora le dará tiempo de subirlo y bajar. “Y espérate, que ahora viene el show de las compras del BlackFriday y Navidad”, avisan.
Son repartidores que trabajaban el jueves por la mañana, encontrados en un recorrido por el Eixample de Barcelona: desde el barrio del Camp de l’Arpa, hasta tocando al parque del Escorxador, pasando por Sagrada Familia, Pau Claris y la Superilla de Sant Antoni. La pérdida de plazas de carga y descarga en el distrito central de la capital catalana ha convertido el trabajo de repartir en una práctica de riesgo: de tener que aparcar lejos pese a llevar carretillas muy pesadas, de perder los nervios y de ser multado. Lo han advertido las patronales de transportistas, y lo cuentan en vivo los repartidores y profesionales.
La sangría de plazas de estacionamiento para DUM (Distribución Urbana de Mercancías, así llaman las administraciones del siglo XXI la carga y descarga de toda la vida) se ha producido sobre todo en los sacrosantos chaflanes que dibujó Ildefons Cerdà y que son clave en su exitoso plan urbanístico del siglo XIX. Las entre cinco y diez plazas por cruce destinadas a reparto se han visto drásticamente reducidas (no hay cifras oficiales) en los últimos años por la instalación de terrazas de bares sobre el asfalto, aparcamientos para motos, estaciones del Bicing, ampliaciones de las aceras para proteger escuelas, carriles bici, reordenación de contenedores de basura… y la guinda: las obras de las cuatro calles en transformación de la Superilla Eixample (Consell de Cent y cuatro calles perpendiculares), en la Diagonal y en Via Laietana. Súmese la indisciplina de conductores particulares que dejan el coche en las plazas para profesionales. “Menos mal que la Guardia Urbana sabe cómo está la cosa y no multa a la primera”, da gracias Ivan. Pese a las evidencias y los testimonios, fuentes municipales aseguran que entre 2021 y septiembre de 2022 el número de plazas DUM ha aumentado en el Eixample: de 2.677 a 2.703. Hace un año y medio el consistorio cifraba en 400 las plazas perdidas en toda la ciudad.
“A la alcaldesa Ada Colau le diría que salga a repartir con la carretilla, con nosotros, para que vea cómo llega a su mesa el café que se toma”. Lo afirma Álex en la esquina entre Pau Claris y Consell de Cent. Zona cero de las obras de la Superilla. Conduce un furgón refrigerado. Hasta arriba de cajas de fruta y verdura. Son para la cocina de un hotel próximo y está, como el 100% de los que aparcan aquí, mal estacionado. “No me preguntes dónde puedo aparcar. Pregúntame dónde puedo no molestar”, dice en uno de tantos viajes. Delante de su furgón cargan maderas de un parqué viejo unos operarios de Badalona con cara de pocos amigos mientras un camión de basura se abre paso lentamente, velando por no rascar a nadie: “Que cierren ya la ciudad y acabamos”.
Con dos chaflanes inhabilitados por las obras, el del instituto Balmes sin aparcamiento y el del hotel reservado a taxistas que entran rozando las furgonetas y con cara de susto, incluso el Ayuntamiento ha deducido que algo habrá que hacer y eliminará el aparcamiento de bicis y repintará el carril bici, en un intento de crear algo de espacio dónde detener un vehículo. Cuando estaciona un autocar, ocupa todo el espacio libre para los carriles de circulación, muestran fotos desde el hotel.
La concejal de Movilidad, Laia Bonet, asegura que su área “está comprometida en ampliar las plazas de carga y descarga del Eixample”. “Las intervenciones urbanísticas previstas el año que viene en las calles de Muntaner y Aribau permitirán sumar 90 plazas más, a parte de las de motos y espacio para contenedores”, indica. Y destaca que el consistorio vela por ampliar plazas en toda la ciudad, gracias a la extensión de la zona regulada con una APP e “innovando don nuevos modelos en Ciutat Vella y la prueba piloto de Sant Antoni”, con horarios específicos. A las críticas de los profesionales sobre el uso indebido de las plazas reservadas para profesionales, apunta que se esforzarán en “evitar la indisciplina” en el marco de la Estrategia de Distribución de Mercancías 2030 que ya trabajan con el sector.
Mientras, hay puntos negros como la calle de Mallorca esquina Castillejos, donde a las 10 de la mañana el jueves había hasta ocho vehículos mal aparcados. “Eso cuando no se para alguien en el único carril que han dejado en Castillejos, es una ratonera. Y ahora Consell de Cent, que era nuestro pasadizo para evitar Gran Via”, apuntaba Jose, que alertaba de que los que hacen reparaciones como él, deberían tener más tiempo de estacionamiento que media hora: “A veces arreglo un wifi en diez minutos, pero otras en una hora”. “Cualquier cosa que hacen, lo primero que eliminan es la carga y descarga, los políticos no han circulado por Barcelona ni han trabajado repartiendo”, se desesperaba. “Es que no piensan”, remacha José Pedro en Sant Antoni: “En media hora no da tiempo a descargar, subir y montar un mueble”. “Otra cosa son los sábados: las plazas DUM son para todo el mundo, cuando la gente pide las entregas de compra on line en fin de semana”, añade.
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