Cuando el preso Jordi Pujol se hartó y pidió el indulto
La etapa del expresidente catalán en la cárcel adquiere una nueva significación gracias a documentación inédita
La etapa de Jordi Pujol en la cárcel adquiere una nueva significación gracias a documentación inédita. Entre 1961 y 1962, en la cárcel zaragozana de Torrero, Pujol escribió una serie de ensayos editados por única vez durante la Transición con el título Dels turons a l’altra banda del riu. Al cabo de casi medio siglo se han reeditado. El volumen, prologado por Joan Safont, incorpora textos desconocidos de esa época y un breve dietario que reflexiona sobre un tema que levantó una dura controversia secreta en el catalanismo de oposición a la dictadura: la pertinencia o no de solicitar el indulto.
Las circunstancias que llevaron a Pujol a la cárcel son conocidas. Tras haber liderado una serie de campañas antifranquistas, fue detenido y torturado la madrugada del 22 de mayo de 1960 en Barcelona. Tenía 29 años, estaba casado, desarrollaba un considerable activismo nacionalista y católico y era gerente de un pequeño banco -Banca Dorca- que su padre había comprado el año anterior. El 13 de junio, con una campaña de agitación en marcha que lo convertiría en un símbolo (copyright Josep Benet), Pujol fue juzgado en un consejo de guerra. Coherente con la exigencia moral que llevaba cinco años predicando, politizó el juicio y lo convirtió en una denuncia contra la dictadura. Siete años de cárcel.
Antes de la detención, Pujol esperaba ser el orientador de su entidad financiera que ya había solicitado la autorización para poder abrir su primera oficina en la capital catalana. La cárcel implicaría perder prácticamente todo el control de una aventura, pero incluso entre rejas hizo gestiones privadas para que su padre fuese el hombre fuerte de la entidad. Así consta en cartas privadas a las que ha tenido acceso EL PAÍS. A finales de año hubo una ampliación de capital y su padre y el socio del padre siguieron siendo los principales accionistas. A principios de mayo de 1961, la Dirección General de Banca y Bolsa aceptó el cambio de nombre de la entidad: pasó a llamarse Banca Catalana. Al cabo de un mes su padre y su cuñado abandonaban el consejo de administración.
Exactamente en esa tesitura la mujer de Pujol se plantea solicitar un indulto. Lo comentó a un amigo, este le recomendó a un abogado de prestigio y al fin Marta Ferrusola hizo una consulta política a Josep Benet sobre si era pertinente o no solicitar el indulto o si era mejor mantenerlo como símbolo de pureza. Como conté en Com una pàtria, Ferrusola salió llorando del piso de los Benet: el consejo había sido que Pujol siguiese en la cárcel. Entonces Pujol empieza a redactar un dietario con un primer destinatario: un innominado Estado Mayor al que interpela sobre la cuestión del indulto y que debía estar integrado por esas personas a las que su mujer había consultado. “Por mi cuenta y riesgo fui a la cárcel y escogí mi camino. Pero no dejo de formar parte de un ejército, y vosotros sois su Estado Mayor, es decir, quienes tenéis una situación general de la situación”. La orden del Estado Mayor fue que no sacrificase su gesto redentor.
Pero Pujol, mientras pasan los meses en la cárcel, también se da cuenta de que solo él se está sacrificando. El 10 de septiembre el dietario ya tiene como destinataria a su mujer. “Hay en mí, actualmente, como una especie de expectación defraudada”. El día 11 detalla las actividades que desarrollaría si estuviera en la calle: crearía un servicio de estudios de orientación económica, reforzaría el proyecto de una revista infantil en catalán o impulsaría las campañas en defensa de la lengua que ya había planificado antes de la detención. Y una cuestión fascinante: afirma estar trabajando en “un estudio sobre los hombres que en literatura y en filosofía han conducido la moderna reacción espiritualista y antimediocre”. Faulkner o Kazantzakis, Jünger o Saint-Exupery inflaman su conciencia.
“No firmaré. No debo firmar”, consigna el 16 de septiembre. Su decisión llega a Barcelona. Ferrusola la comunica y percibe que miembros del Estado Mayor se han sacado un peso de encima. Se lo comenta por carta a su marido y el 4 de octubre él vuelve al dietario. “Bien, yo he cumplido con mi obligación. Ahora, que todo el mundo haga lo que le corresponda”.
Durante esos días se publicó en el BOE un decreto en virtud del cual se concedería un indulto general para conmemorar que hacía 25 años Franco había sido designado Jefe del Estado durante la Guerra Civil. Y Pujol, en la cárcel, piensa en él y en quienes desaconsejaban la petición. “Si tan importante es mantener la posición, ¿por qué nadie más se dedica a trabajar en el mismo sentido?”. Lo escribió el 13 de octubre. El 16 vuelve al mismo tema. No valían las lecciones de patriotismo. Él se había arriesgado. Los otros no. El día después redactó una carta para poder beneficiarse del indulto y la dirigió al Capitán General de la Cuarta Región Militar. Le redujeron la pena.
Durante los meses siguientes escribió los ensayos del libro que ahora se reedita: unos duros sermones patrióticos, entre la ética y la mística, para lograr que los jóvenes no olviden su misión por culpa del escepticismo. Así interpelaba a los suyos porque ellos y él sabían que nadie en su mundo había arriesgado tanto como él. Jordi Pujol salió de la cárcel el 24 de noviembre de 1962.
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