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El mercado de segunda mano ‘Flea Market Barcelona’ se despide de El Raval

El Ayuntamiento de Barcelona ha cancelado el evento en Ciutat Vella tras el conflicto con los participantes y los vecinos de la zona

La tercera edición del 'Gran Flea' se celebró el pasado domingo en la Estación del Norte de Barcelona.
La tercera edición del 'Gran Flea' se celebró el pasado domingo en la Estación del Norte de Barcelona.

La asociación que gestiona mercados de segunda mano ‘Flea Market Barcelona’ se ha consolidado como un evento cultural en el barrio del Raval durante los últimos 13 años. Sin embargo, el pasado mes de enero, el Ayuntamiento de Barcelona tomó la decisión de cancelarlo debido a las “externalidades negativas y conflictos que afectan tanto a los participantes como a los residentes y usuarios del espacio público en el que se lleva a cabo”, según apuntan fuentes municipales. El Consistorio comunicó a los participantes en una reunión el 18 de enero que no renovarían las licencias a partir de marzo, argumentando la necesidad de cambiar las dinámicas en la zona y gestionar adecuadamente el espacio público. El Ayuntamiento afirma que el Flea Market degrada la zona, atrayendo vendedores ambulantes y generando quejas vecinales por la suciedad y el ruido del evento.

Natàlia Pérez y Mark Dix, fundadores del Flea Market, argumentan que la cancelación dejará al barrio más degradado, ya que aportaba cultura, actividad económica y beneficiaba a locales comerciales y culturales cercanos. De la misma manera, Alex defiende la supervivencia del Flea del Raval. Ella lleva diez años participando como paradista y considera que se trata de un evento cultural que enriquece la zona: “Cancelarlo solo lo empeora. Este mercado hacía al barrio menos peligroso. Se necesita poner más normas, pero no cancelarlo así como así”. Para intentar frenar esta situación, la asociación ha asistido a audiencias públicas con otras organizaciones del barrio, que han querido tratar este conflicto. “Queremos seguir. Hay gente que depende de alguna manera de estos pequeños ingresos. Ellos piden que les ayuden y les escuchen”, reclama Natàlia Pérez.

Roseta Roura lleva años con su licencia para vender en este mercado. En su caso, era un más a más porque tiene un sueldo precarizado como integradora social. “Tengo cierta edad y me venía bien ese extra. Ahora me siento desamparada y no llegaré a final de mes”, confiesa. Roura cuenta que hay gente que se juega todo su sueldo y que después de 13 años trabajando únicamente en el Flea Market, se ha quedado sin nada.

Ante esta decisión drástica, el Ayuntamiento ha propuesto acompañar a los afectados en la búsqueda de alternativas para su actividad, aunque sostiene que el mercado no tiene cabida en el distrito de Ciutat Vella debido a la oferta comercial existente. Por el contrario, los afectados consideran que las alternativas propuestas son inviables y que no se les ha dado ninguna solución factible. “Nos han recomendado hablar con el responsable de Palo Alto, pero piden 25.000€ por un fin de semana. Y, eso, si consiguiéramos licencia que no lo tenemos muy claro”, expone Dix. Los paradistas se han posicionado en contra de la idea del Ayuntamiento de llevar al Flea al extrarradio. “Limpiamos Barcelona y los primeros somos nosotros. ¿Ahora qué hago? Este gobierno municipal solo está para los lobbies”, denuncia Roura.

El ‘Flea Market Barcelona’ se fundó en 2007. Por aquel entonces no se hablaba tanto de crisis climática y tenía más peso la parte social de los mercadillos. Sus fundadores creían que a Barcelona le faltaba lo que tenían las ciudades del norte de Europa: mercados de segunda mano. Poco a poco fue creciendo del boca a boca y tuvieron que hablar con el Ayuntamiento de Barcelona para que les cediera un espacio público en el que poder realizar los eventos. Cómo Natàlia Pérez y Mark Dix vivían en el barrio de El Raval, consideraron que era la zona ideal para realizarlo allí. “Nos costó mucho solicitar el permiso. Era casi imposible que lo aceptaran pero, al final, pudimos montarlo en la Plaza Blanquerna”, expone la cofundadora.

El Consistorio de aquel entonces, gestionado por Jordi Hereu, quería “dinamizar” la zona porque los vecinos estaban hartos de los conflictos del barrio. Así que, les propusieron un reto con dos condiciones: que el mercado tuviera buen aspecto, con vallas y mesas; y, una colaboración con servicios sociales, en el que trabajaran chicos y chicas con riesgo de exclusión social. “Estas personas son una parte muy importante del Flea. Sin ellos, no sería lo mismo y no tendríamos el mismo nivel de integración en el barrio”, afirma Natàlia Pérez.

En 2011, las asociaciones del Raval se fueron uniendo al Flea Market a través del apoyo de la gente del barrio. “Cuando ganó las elecciones municipales Xavier Trias, la regidora de Ciutat Vella dio el visto bueno a seguir celebrando estos eventos una vez al mes”, explican los fundadores. Después, estuvieron ocho años con el gobierno de Comuns y tampoco tuvieron ningún problema. “Ha sido llegar el nuevo gobierno y nos han anulado. Nos han dejado en shock a los organizadores, a los participantes y a los vecinos. Es una injusticia”, denuncia Pérez.

Hace unas semanas, el regidor de Ciutat Vella, Albert Batlle, hizo unas declaraciones que han generado controversia, ya que mostró su desacuerdo con la celebración del Flea Market al aire libre, argumentando que “ya existen tiendas de segunda mano que pagan los impuestos”. Los vendedores se sintieron insultados y los organizadores lamentaron las formas de estas declaraciones, afirmando que también cumplen con todas sus obligaciones fiscales. Históricamente, el Ayuntamiento de Barcelona ha querido regular los mercadillos, trasladándolos a espacios cerrados con mayor organización. Prueba de ello, es el Mercat dels Encants en Glòries que pasó de celebrarse al aire libre a contar con un nuevo emplazamiento situado bajo una cubierta de 24 metros de altura y con varios pisos para albergar a más de 500 comerciantes.

El ‘Flea Market Barcelona’ se despide de El Raval hasta el momento, pero seguirá celebrando otros eventos como ‘El Gran Flea’, ‘Viva Vintage’ o ‘Flow’ en espacios cerrados de la ciudad y, siguiendo la corriente de las principales ciudades europeas como París, Berlín o Ámsterdam. De esta manera, continuarán apostando por la filosofía ‘one man’s garbage is another man’s gold’ (La basura de un hombre es el oro de otro) para dar una vida más larga a los productos, reducir los residuos y el consumo excesivo.

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