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La Británica, ‘el Guggenheim’ oculto dentro de una montaña en Alicante, espera una nueva vida

El uso cultural de los enormes depósitos de petróleo, excavados en la Serra Grossa, sigue pendiente de que el Ayuntamiento acepte la cesión del terreno aprobada por el Gobierno

Rafa Burgos
Interior de La Británica, con iluminación de los policía locales.
Interior de La Británica, con iluminación de los policía locales.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

Una pequeña cancela junto a la que alguien ha dejado abundante comida y agua para una colonia felina da acceso a las entrañas de la Serra Grossa, la montaña situada junto a la carretera que une la playa del Postiguet con la de la Albufereta, en Alicante. Tras atravesar un corredor llega, a la izquierda, la primera de las bóvedas pequeñas. A la derecha, otro pasillo abovedado conduce al primero de los ocho depósitos grandes. No hace frío ni calor y hasta un mínimo cuchicheo resuena en la descomunal estancia, en la que se aprecian los antiguos respiraderos. Es el colosal complejo de almacenaje de combustible de La Británica, inaugurado en 1875 y excavado poco después de que estallara la Guerra Civil. Toda una fábrica incrustada en la roca que languidece oculta a la ciudadanía en espera de que el Ayuntamiento le dé un uso cultural. El Gobierno, propietario del terreno, ya ha dado el visto bueno a la cesión, pero el consistorio se niega a aceptarla tras solicitarla en 2022.

“La Británica podría ser nuestro Guggenheim”, afirma la gestora cultural Begoña Martínez Deltell, “un ejemplo de arquitectura industrial único que, por su singularidad, pondría a Alicante en el mapa de la cultura mundial”. Deltell fue la autora de un informe del Consell Valencià de Cultura (CVC) que se presentó en un pleno municipal en 2019. El documento detalla la llegada de La Británica a su emplazamiento inicial, justo frente al actual, pero en superficie, en 1875, la época en la que el petróleo era esencial para el alumbrado público, hasta que llegó la electricidad y los motores de combustión pasaron a acaparar la producción de los combustibles fósiles. Su propietaria era la compañía Deutsch e Hijos, que la traspasó a la Sociedad Anónima Marca El León en 1914.

La mercancía llegaba a Alicante en vapores procedentes de Estados Unidos, que se servían de veleros para transportarla hasta el muelle del complejo, ubicado a la altura de la actual Escuela de Vela del Club de Regatas. La factoría contaba con chimenea, depósitos y varias naves industriales. En 1929, el ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo, expropia las instalaciones de La Británica para la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos (Campsa), que propone ampliar su capacidad en el interior de la montaña, proyecto que cobra aliento en plena contienda, en 1937, con el objetivo de acopiar y mantener reservas estratégicas de petróleo. La construcción subterránea se lleva a cabo en la década de los 40 del pasado siglo y culmina a principios de los 50. Los depósitos de Campsa dejaron de funcionar en 1966.

El recinto actual se compone de una red de tres galerías principales con depósitos a ambos lados con capacidad para 2.000 metros cúbicos cada uno y 7 secundarios de 500 metros cúbicos. Según pudo comprobar El País en una visita realizada el día 15 de este mes, la monumental factoría oculta resiste en pie más de medio siglo después de su desmantelamiento. En algunas estancias han caído cascotes, pero el resto se conserva alfombrado con tela asfáltica y el revestimiento con hormigón de las bóvedas parece firme. Los pasadizos que las unen exhiben su mampostería y buena parte de los aislantes de porcelana del tendido eléctrico interno. En uno de ellos, permanece en una pausa interminable una vagoneta de las que se utilizaban para el transporte de materiales.

El dictamen del CVC se presentó dos años después de que se iniciaran los trámites administrativos para la cesión de la refinería y de los terrenos adyacentes de la Serra del Molinet y del campo de concentración de Los Almendros, creado por el ejército italiano para recluir a los oficiales republicanos refugiados en el Puerto de Alicante, en 1939. El documento califica de “urgente, para evitar su deterioro”, que el “monumento industrial” protagonice “un proyecto viable, efectivo y riguroso” que abra sus puertas a la ciudadanía. “Primero, se le debería dar un uso museable”, propone Deltell, “limpiarlo y acondicionarlo sin que se remoce o customice, para que la gente lo pueda disfrutar”.

El destino cultural está claro para todas las partes. Lo constatan fuentes del Ministerio de Hacienda, que recuerdan que “en 2017, la Diputación y el Ayuntamiento de Alicante solicitaron la cesión gratuita de la parcela 27 del polígono 54″, ubicación de la refinería. Tras la renuncia un año después de la institución provincial, “el ayuntamiento pretende la musealización” del conjunto, “para poner en valor estos restos arqueológicos”. La documentación preceptiva llegó “tras sucesivas reiteraciones”, continúan, el 9 de febrero de 2022. Sin embargo, “una de las fincas registrales que integran el conjunto del inmueble no está regularizada”, por lo que la Abogacía del Estado emitió un dictamen en el que “señaló que podía continuarse la cesión”, siempre que lo aceptase el cesionario. En julio de 2022, la Delegación de Economía y Hacienda insta al consistorio que dirige el alcalde Luis Barcala (PP) a regularizar la situación, sin obtener, hasta el momento, respuesta alguna.

El complejo de almacenaje de combustible de La Británica, en Alicante.
JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

Tanto Barcala como su concejala de Urbanismo, Rocío Gómez, consideran que responsabilidad es del Ejecutivo. En un pleno celebrado en febrero, Gómez indicó que “la documentación requerida está enviada y el Ayuntamiento espera que el Gobierno central regularice la situación catastral y garantice las condiciones de seguridad de las instalaciones”, en las que un estudio detectó restos de radón, “antes de admitir la cesión”, insisten fuentes de Urbanismo. Para Rafa Mas, portavoz del grupo municipal de Compromís, formación que preguntó por este asunto en repetidas ocasiones en el Parlamento, “lo que ocurre es que Barcala no quiere trabajar, no le importa el patrimonio, la cultura, la historia”. “La Británica constituye un ejemplo de la arquitectura industrial del siglo XIX único en Europa que cualquier ciudad lucharía por conseguir que tuviese un uso cultural público”, sostiene Mas. “Nuestra idea es, una vez cedida, una actuación consorciada con la Generalitat, la Diputación y Europa para convertir los antiguos depósitos en un potente recurso patrimonial, cultural y turístico”, pero, “llegados a este punto, nos planteamos reclamar al Ministerio que asuma su recuperación y acondicionamiento sin esperar al Ayuntamiento”.

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