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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mazón: el ‘president’ indefinido

Más allá de su querida Alacant, no conoce el territorio alargado de más de cinco millones de habitantes que está gobernando, por mucho que a menudo lo veamos envuelto en la ‘senyera’

El presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, rechaza atender a los medios de comunicación, junto al vicepresidente segundo y consejero para la Recuperación Económica y Social, Francisco José Gan Pampols (izquierda), el pasado 13 de febrero en el Palau de la Generalitat.
El presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, rechaza atender a los medios de comunicación, junto al vicepresidente segundo y consejero para la Recuperación Económica y Social, Francisco José Gan Pampols (izquierda), el pasado 13 de febrero en el Palau de la Generalitat.Rober Solsona - Europa Press (Europa Press)

Si atendemos a los diccionarios de la Real Academia y de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, podemos determinar el significado de la palabra “indefinido” como sinónimo de “impreciso” o “difuso”. “Indefinido” es el término perfecto para nombrar al president Mazón, un político cuyo proyecto, tras año y medio en el cargo, representa la nada más absoluta. Su mandato se podría resumir con una frase de Neruda, que decía que “para que nada nos separe, mejor que no nos una nada”. Y, claro, se puede gobernar el país de los valencianos sin tener proyecto, supliendo la gestión con una buena comunicación, como pasó hasta el momento de la barrancà. Ahora bien, después de más de doscientos muertos, la sociedad espera algo más que mentiras, Tik Toks y la confrontación hostil a la que nos tiene acostumbrados el president alicantino.

Y claro, el discurso de la reconstrucción de Mazón no se lo cree nadie a pesar de las lonas gigantes, porque para reconstruir un territorio hay que conocerlo y valorarlo, con sus defectos y virtudes. Y el president, más allá de su querida Alacant, no conoce el territorio alargado de más de cinco millones de habitantes que está gobernando, por mucho que a menudo lo veamos envuelto en la senyera. Tampoco hace por conocerlo porque se encuentra reforzado por el búnker alicantino del que se rodea en su día a día, que funciona como una auténtica cámara de eco que lo aísla de la ciudadanía valenciana. Quizás, el cargo le queda grande porque, a diferencia de otros presidents a izquierda y derecha, no conoce la inmensidad de una institución como la Generalitat. Y, puede que sea por eso, se olvida de aquellas palabras de Jaume I, en las que instaba, a través de la institucionalidad valenciana a “vetlar perquè grans no oprimisquen a menuts”.

Y es que, además, en su propio partido cada vez son más las voces que desconfían de Mazón para llevar a cabo la reconstrucción valenciana. La política es como una partida de ajedrez y el president, que no es más que el rey, ha dejado caer muchas piezas de su lado del tablero con el fin de seguir jugando la partida. En este sentido, quizás hubiese hecho bien el sucesor de Zaplana en leer Fantasmas de Paul Auster, donde el escritor estadounidense sentencia a través de uno de sus personajes que “si es así como trata a sus amigos… Entonces tengo la suerte de no ser uno de sus enemigos”. Lejos de mejorar, su lista de aliados no deja de menguar, tanto en la famiglia de los populares valencianos, como en la sede de Génova 13 o en las instituciones europeas.

Dice el consultor Iván Redondo que todo político que quiera considerarse exitoso necesita tres elementos: un “qué” (un objetivo a la hora de ejercer el poder), un “porqué” (un motivo) y un “para qué” (una finalidad). El president tiene muy claro su porqué: continuar con el legado de su estirpe política, que no es otra que el zaplanismo. E incluso podemos decir que tiene claro cuál es su finalidad, su para qué: continuar deteriorando servicios públicos y privatizando, en un sistema que termina favoreciendo a empresas afines y creando grandes redes clientelares. Ahora, lo que no tengo claro es cuál es el “qué”. Porque Zaplana y Camps tenían un proyecto, pero…¿Cuál es el de Mazón? Más allá de los mensajes contradictorios, de esa grandilocuencia y su capacidad (eso sí, hay que reconocerlo) para aguantar en el poder contra viento y marea. Igual, si no quiere ser recordado como el president de El Ventorro, es el momento de que Mazón dé un rumbo político a su legislatura y deje de hacer equilibrios en la cuerda de la indefinición. Quizás ya llegue tarde.

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