El PP queda a merced de un Vox disparado para mantener el Gobierno en Castilla y León
El partido de Abascal triplica sus votos, el PSOE retrocede y las formaciones provinciales irrumpen con fuerza
La derecha mantendrá el poder en Castilla y León después de 35 años, pero el Gobierno del PP queda a merced de Vox. El espectacular avance de la extrema derecha, que triplica sus votos de 2019 y supera el 17% de las papeletas, ensombrece la escuálida victoria de los populares y hace fracasar la operación ideada por su presidente, Pablo Casado, para repetir en esa comunidad el aplastante triunfo del pasado mayo en Madrid. Con el escrutinio concluido, los populares se estancan en sus resultados de 2019, aunque ser la primera fuerza electoral les reporte dos escaños más. Con 31 procuradores en unas Cortes regionales en las que la mayoría absoluta se sitúa en 41, el actual presidente, el popular Alfonso Fernández Mañueco, solo tiene una fórmula para mantenerse en el Gobierno, un acuerdo con Vox, que salta de 1 a 13 representantes.
El PSOE, que en 2019 había sido la fuerza más votada por primera vez en tres décadas, pierde casi cinco puntos, aunque se mantiene cerca de los populares. El retroceso del candidato socialista, Luis Tudanca, tiene una importante traducción en escaños, hasta siete menos. Las destinatarias de su caída son las formaciones provinciales y las nuevas plataformas de la España vacía, también triunfadoras de la noche. La debutante ¡Soria Ya! irrumpe en las Cortes de Valladolid con tres diputados, mientras Unión del Pueblo Leonés (UPL), que aboga por la creación de una comunidad autónoma propia, suma dos más al que ya tenía. ¡Soria ya! arrasa en la capital de la provincia, donde supera la mitad de los votos, mientras UPL se erige en la primera fuerza en la ciudad de León. El éxito del grupo soriano, que se presentaba por primera vez a las elecciones tras años de actividad como movimiento ciudadano, consigue además que en esa provincia el avance de Vox sea menor que en el resto de la región: se queda en un 11%, seis puntos por debajo de la media autonómica. Un tercer grupo provincial, Por Ávila, también es la formación más votada en su capital y conserva el escaño que tenía.
Unidas Podemos no solo no logra aprovecharse del descenso de los socialistas, sino que pierde uno de sus dos escaños en las Cortes y retrocede dos puntos sobre unos resultados de 2019 que habían sido ya muy mermados (7%). La formación izquierdista continúa su declive, a la espera de si fragua la plataforma promovida por la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, que se ha desentendido de la campaña en Castilla y León, donde solo participó en un acto.
Ciudadanos sufre el desplome previsible —pasa de 12 procuradores a 1— pero se salva de la debacle total que hubiese supuesto quedar fuera de las Cortes. Su candidato, Francisco Igea, vicepresidente hasta el pasado diciembre, cuando Mañueco lo expulsó del Gobierno para forzar la convocatoria electoral, mantiene su escaño por Valladolid.
Lo que el PP nacional había diseñado como una operación de varios triunfos electorales consecutivos en diferentes territorios, tanto para consumo interno —demostrar a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que no solo ella gana elecciones— como para desgastar al Ejecutivo de Pedro Sánchez, ha acabado de mala manera. Al contrario de lo que ocurrió en Madrid, el gran beneficiado del desplome de Ciudadanos no es el PP, sino Vox. La formación de Santiago Abascal se dispara en todos los terrenos, de forma especial en las zonas más rurales, aunque también en las ciudades. En Valladolid se acerca al 18% y en municipios de esa provincia, como Tordesillas, supera el 30% y casi iguala al PP.
La reconfiguración de fuerzas en la derecha ha elevado a su versión más extrema a protagonista principal. La sombra de Abascal es cada día mayor para el PP, abocado a un entendimiento con Vox que pretendía evitar a toda costa. La gran apuesta de Casado por las elecciones en Castilla y León había convertido la cita en una prueba para su liderazgo. Y los resultados no lo han fortalecido a él, sino a su gran competidor electoral en la derecha, por mucho que los populares empezaran a lanzar ya mensajes tras los primeros sondeos para destacar que han sido los triunfadores de la contienda. Victoria sí, pero ínfima y con el peligro de que pueda traer más perjuicios que beneficios. Aun ganando dos escaños más, Mañueco será un presidente más debilitado que hasta ahora. Y Santiago Abascal ya ha dejado clara su exigencia de entrar en el Gobierno. De confirmarse, la extrema derecha accedería por primera vez al poder en una comunidad autónoma.
Tampoco es que ninguna de las dos formaciones en el Gobierno central salga de las urnas de Castilla y León con mayor fuerza. El PSOE tiene un gran motivo de preocupación por la sangría de votos hacia las formaciones de la España vacía, que han encontrado en esta cita la palanca de lanzamiento para organizarse ante las generales de dentro de dos años. Para los socialistas, en todo caso, la jornada deja un poso agridulce: constatan su desgaste, pero al mismo tiempo contemplan cómo la alternativa no despega y se ve abocada a una problemática convivencia con la extrema derecha. En el caso de Unidas Podemos, todo son malas noticias. Estas elecciones han sido una estación más en el declive de la formación que lideraba Pablo Iglesias, a la espera de si Yolanda Díaz da el paso y logra revitalizar sus opciones.
En una comunidad tradicionalmente conservadora, los populares estaban muy pendientes de la participación, por temor a que una caída drástica perjudicase sus opciones. En toda España las elecciones autonómicas son las que menos movilizan al electorado y esta era la primera vez que en Castilla y León se celebraban separadas, sin coincidir con las municipales, que siempre despiertan más interés entre los votantes. La caída ha sido profunda en las zonas rurales, compensada por la mayor afluencia en las ciudades, y en el promedio se ha quedado en dos puntos menos que en 2019, hasta situarse en el 63,44%.
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