Blanca, radiante, de diseño y por mil euros va la novia
La modista nupcial Sole Alonso saca 30 vestidos con un 80% de rebaja en una venta especial de dos días, con cita previa y medidas de seguridad para tratar de superar los estragos de la pandemia
Si esta fuera una semana de junio normal, en una ciudad normal de un planeta normal, y no en este tiempo y lugar extraños en los que nos ha tocado vivir, rotos por una pandemia de escala jamás contemplada, la escena podría parecerse a un capítulo de Friends (siempre hay un capítulo de Friends). Ese en el que Monica entra, silbato en mano, a buscar un vestido de novia en oferta, dispuesta incluso a un placaje ante la fascinada mirada de Rachel y Phoebe.
Situémonos en un contexto más pandémico. Y más elegante. Como el del taller de Sole Alonso, una de las creadoras de vestidos de novia —y también de madrina e invitada— más reputadas del país desde hace 22 años, cuando abrió su estudio entre El Prado y el Retiro, en la calle de la Academia, número seis. Por allí han pasado incontables mujeres desde 1998 para hacerse sus vestidos de novia, todos personalizados, todos a mano, todos medidos por los dedos expertos de la diseñadora.
El trabajo es parte del alma de Alonso. A la primera pregunta de “¿Cómo estás?”, la primera respuesta es “Bien, aquí, que nadie se casa”. Podría hacer soltar una carcajada por su sinceridad, pero hay un trasfondo negro. Como cualquier sector, el nupcial está paralizado por el coronavirus. Sin reuniones estos meses atrás, con miedo a juntarse y a los repuntes los próximos, todo ha entrado en hibernación. Solo su moda generó en 2018 más de 860 millones de euros, sin contar espacios, alimentación, flores, viajes... Es hora de buscar soluciones creativas. Como la que ha tenido Sole Alonso.
Cada año, hace una media de “100, 150, incluso 180 novias”, dice, cambiando la parte por el todo. El pasado, más de 140. Este, casi 40 han cambiado la fecha de su boda del redondo 2020 a 2021. Eso supone un parón en su actividad: las seis trabajadoras de su taller están en un ERTE. “Yo sé que la gente se va a casar, lo que no sé es cuándo ni si voy a resistir tanto. El ERTE al 50% y los créditos son para poder seguir”, relata. Pero reconoce que son “muchos meses sin trabajar”. Por eso ha decidido que este es el momento para hacer una venta poco habitual en el universo de los vestidos de novia a medida.
Sole Alonso saca a la venta 30 de sus vestidos, de líneas puras, telas nobles, sencillos (“no quiere decir que sean fáciles, pero yo hago vestidos sencillos. El aspecto del traje no es de reina, es sencillo”). Será el jueves 4 y el viernes 5, con cita previa: una futura novia en un solo probador, con mascarilla obligatoria, cada hora.
La mala noticia es que todas las citas, desde las once de la mañana, están llenas. La primera de las buenas, que repetirá, a finales de junio, para dar oportunidades a las novias que quieran venir de otras provincias; lo anunciará en sus redes sociales. La segunda, que hay tallas: “La mayoría son 38-40, y hacemos modelos para gente con más pecho, tripa, corpulenta… También hay alguno que son cuerpo y falda. Puedes jugar un poquito”. Eso sí: ayudan a marcar el arreglo, pero no lo hacen. La tercera, que está segura de que quedarán vestidos para entonces. Y la cuarta, el precio: mil euros.
No es un desembolso menor. Pero sí para quien sepa lo que cuesta una boda. El precio de un vestido de novia de una marca comercial al uso (sí, esas dos o tres que se le vienen a la cabeza) es de unos 2.000-3.000 euros. El de un traje a medida como los de Alonso, de entre 4.000 y 5.000. Esto “es un chollazo”, se lanza la diseñadora, que también reconoce que esperan que esta venta especial —que ya testaron el año pasado junto a las flores de Sally Hambleton y las joyas de Suma Cruz— les ayude “un poco” a mantenerse a flote. “En junio hay dos o tres, en julio cinco... Ya en otoño sí hay más bodas, la gente está muy esperanzada”, dice ella, también con un hilo de esperanza. “Aunque están las que han oído que va a haber rebrotes…”. Sin embargo, también ha visto clientas que buscan precisamente eso: aprovechar la pandemia y hacer una boda pequeña, con 50 o 100 personas. Incluso una llegó a tiempo de Nueva York para casarse el sábado 14 de marzo con los novios, padres y hermanos como únicos presentes.
Pero si los diseños de la costurera son personalizados, ¿de dónde salen estos 25 vestidos? “Sí, todos son a medida. Les doy muchas opciones, hacemos un plan y sobre eso vamos trabajando, evolucionando: el escote, la manga, la tela. Es muy divertido hacérselo. Al final es el traje que mejor te queda de tu vida”, relata. Y ahí está el truco: hay piezas realizadas previamente, con la misma cuidadosa confección, pero de ejemplo. “Para poder mostrar tipos distintos de vestidos que se pueden hacer, para que se prueben y puedan elegir una base sobre la que trabajar, y también para que se vean los acabados y se hagan una idea. Si el talle alto te favorece, la falda más caída, más armada... Uno todo de gasa, uno de crepe, mezclas raras de telas. Todos los años hago 10 o 12 modelos para eso. Cuando están agotados, ya no quiero seguir haciéndolos. O cuando le he cogido manía”, ríe la modista.
Se cansará de un modelo, pero no de crear. “Momentos así te hacen superarte mucho, avisparte. Cambias la perspectiva”, reflexiona. En el confinamiento sigue con su proyecto Algo de Jaime, con los dibujos que realiza su hijo Jaime, que tiene autismo. Además ha ideado, con su hija como modelo y con un puñado de papeles de periódico, una colección para madres y madrinas, más sencilla y asequible. También piensa introducir complementos nupciales como velos o capas. “Y te puedes plantar una capa chula con un vestido blanco barato de H&M y oye… ¡Que a lo mejor me estoy haciendo la competencia a mí misma!”, carcajea. Difícil. Ni la propia Alonso podría hacerse la competencia. Que le pregunten a esas nerviosas novias que estarán el jueves, a las 11 en punto, esperando su turno en la calle de la Academia, número seis.
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