Flores en el calor del verano
Los meses de julio y agosto son una temporada de espera para ciertas plantas debido a las altas temperaturas donde requerirán una atención especial
Después de una primavera florida, ¿qué nos depara el verano en el jardín y en los balcones? Las especies que derrocharon su energía durante muchas semanas, regalando sus flores a diestro y siniestro, llegan agotadas a los meses más calurosos del año: julio y agosto. Exhaustas por el esfuerzo de su despliegue floral, ahora se pueden efectuar algunas ligeras tareas de mantenimiento con ellas, como quizás un ligero recorte que favorezca su posterior rebrote.
Es una temporada de espera para ciertas plantas, que aguardarán con paciencia el descenso de temperatura que traerá septiembre para volver a crecer. Mar Alonso, de Semillas y Plantas Escolar, nos recomienda “aplicar un abono de liberación lenta, a base de materia orgánica”, que alivie el estrés que han sufrido estas semanas pasadas, y lo que sufrirán en las venideras. “Hay formulados orgánicos específicos para cada grupo de plantas que pueden ayudar a nuestros rosales o a las herbáceas”, aconseja Mar.
Es en este momento cuando nos tenemos que asegurar que las plantas tienen reservas de agua y de nutrientes. Esto nos llevará a ser más cuidadosos todavía con el riego, puesto que un simple olvido a la hora de hidratarlas un solo día puede hacer que sucumban bajo el yugo del sol, máxime en plantas que crecen en macetas. Por ello, es imprescindible procurarles su dosis diaria de agua cada mañana, si se encuentran en el exterior. La evaporación es muy alta, tanto la que ocurre a nivel del sustrato como de la planta con su propio metabolismo.
Otro de los grandes problemas que sufren en estas fechas es el calentamiento excesivo de las paredes del tiesto, sea de terracota o de plástico. Los rayos del sol inciden sobre la superficie del contenedor durante horas, elevando su temperatura a niveles asfixiantes para la raíz. Entonces, el sustrato se convierte en un medio inhóspito. No hay más que tocar la pared externa soleada de la maceta, para sorprendernos con el calentamiento extremo a la que está sometida. Las raíces son prácticamente inexistentes en todo el volumen de sustrato cercano a esa pared, y se retiran a crecer a las partes alejadas de ese horno. Aún así, este inconveniente afectará a la salud de la planta, por lo que hay que paliarlo.
Para conseguir que nuestra compañera en la maceta viva de una manera más resuelta los embates del calor, podemos aplicar algunos remedios sencillos, pero muy eficaces. Así, buscaremos sombreros para ese tiesto o jardinera. Un retal de malla de mimbre o de brezo, o una tela de saco de yute enredada entre los barrotes del balcón, harán que la maceta no se caliente tanto. Una solución aún más orgánica consiste en colocar plantas crasas o suculentas colgantes en el lado de mayor incidencia del sol, como alguna de las muchas especies de las famosas uñas de gato (Sedum sp.) o el rocío púrpura (Drosanthemum hispidum), por mencionar solo algunas. Ellas recibirán con gusto y placer esa radiación solar, y mejorarán las condiciones de vida de las raíces de las otras plantas que convivan en este microecosistema enmacetado. Si este gran grupo no nos gusta, podemos recurrir a otras plantas amantes del sol, como la mielaria (Lobularia maritima) o el canastillo de plata (Cerastium tomentosum), por ejemplo.
Una cobertura sobre el sustrato también librará a la planta de la evaporación excesiva propia de la estación, y mantendrá asimismo una humedad constante bajo esa capa. Este acolchado se puede realizar con multitud de materiales, como corteza triturada de pino, paja, hojas secas o incluso con áridos como piedras, grava… Aunque estos últimos no nos darán tantas ventajas como los orgánicos, además de sufrir un mayor calentamiento.
En estos meses llega también el despliegue de flores de aquellas especies que no temen ni a las temperaturas extremas ni al sol castellano. Una de ellas es el agapanto (Agapanthus sp.), que está ahora en plena ebullición colorista. Es perfecto tanto para plantar en la tierra de un jardín como en el sustrato de una maceta. Para la terraza, elegiremos las variedades enanas, como la Peter Pan. “Cada año salen nuevos colores, con floraciones muy largas”, comenta Teresa Peña, de Viveros Peña. Encontraremos esta planta sudafricana con flores en la gama de los azules y de los blancos. Teresa también nos recomienda otra variedad de crecimiento bajo como la Double Diamond. Aunque sean visitantes de lugares más cálidos, los agapantos no le temen al frío. Esto ha quedado demostrado este invierno con la compañía de Filomena, cuando fueron capaces de aguantar hasta -18°C en las macetas de esta viverista. Ya no hay excusas para no disfrutar el verano con un agapanto al lado.
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