Español verbenero
“Fue” no lleva tilde, aunque aparezca con ella en los mensajes de confirmación de la cita de vacunación
“Su cita fué confirmada”.
Pocos mensajes se reciben con la alegría con la que se lee este. Aunque lo siguiente que apetezca sea soltar el móvil y coger el teléfono de Gila para decir: “¿Está el español? Que se ponga”. “Fue” lleva décadas sin tildarse y ese mensaje (tildado) lo están recibiendo quienes, con suerte, ratifican el SMS de citación para vacunarse en la Comunidad de Madrid. ¿Y la Oficina del Español?, ¿no querrá que la tilden de impulsar un mal español?
Que me perdone Gila por versionar su “está el enemigo”, pero la creación de la sonada oficina puede parecer tan surrealista como el humor de ese cómico que nació solo, cuando su madre no estaba en casa, como solía contar. Ella —la oficina— también vino al mundo cuando nadie la esperaba. Ya tiene más de un mes de vida, así que, hace unos días, pregunté por su estado a quien la acoge, la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte. La respuesta fue clara: “No hay más novedad que lo ya publicado”. “Nada que declarar”, que dicen los carteles del aeropuerto Barajas… ¿O no es a eso a lo que se refieren? ¡Qué rica esta lengua!, con sus polisemias y sus parónimos (palabras que tienen relación o semejanza por su etimología, forma o sonido como canto, cantó y canteo).
Fomentar el español es una de las funciones de la nueva Oficina. ¡Vaya, vaya!, como las del Instituto Cervantes desde hace 30 años. Cuya sede central está en la calle de Alcalá —por la que la florista viene y va— esquina con Barquillo. ¡Cuidado con la polisemia! Dice la tradición que este barquillo no es por la oblea típica madrileña enrollada en forma de canuto; sino, por el barco que una marquesa tenía en el estanque de su finca, al final de la calle, donde hoy se encuentra la iglesia de Santa Bárbara.
Barquillos y barquilleros recorren estos días la ciudad. No, no me refiero a embarcaciones y su tripulación, que aquí no hay playa y el Manzanares dista mucho de ser navegable. Hablo de los de la parpusa (gorra del traje típico madrileño) vendiendo sus dulces por las verbenas. Allí, chulapos y chulapas disfrutan de pistas de baile al aire libre, en la calle de Embajadores, del Oso, en la plaza de Matute, en Cascorro... Los curiosos se fotografían con ellos, ¿retratarse con un chulapo en Cascorro es equiparable a hacerlo con un gladiador en el Coliseo? Los observan mientras bailan chotis, pero no solo chotis. “Esto es un pericón”, comenta alguien del público, “tiene el ritmo del vals”, explica. Ya ha hecho más por el castellano de quien se quedó con la copla, que la susodicha Oficina.
Gobernando Madrid, y siendo más chulos que un ocho (expresión que alude a los madrileños engalanados que iban en el tranvía número 8 de la Puerta del Sol al Paseo de la Florida), ¿cómo no han creado la Oficina del Cheli? Jerga en desuso desde que, en 1983, Francisco Umbral presentó su Diccionario Cheli, en presencia del alcalde Enrique Tierno Galván y relatado por Maruja Torres para este periódico. Odiosas comparaciones. ¡A quién se le ocurre equiparar el Coliseo y Cascorro!
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