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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tu segunda vida de mentira

El poder de la ubicuidad más que un poder celestial surgió como una decisión política bastante terrenal

Margaryta Yakovenko
El dueño de Facebook Mark Zuckerberg anunciaba el nuevo nombre de la red social, Meta, en un acto virtual el pasado 28 de octubre.
El dueño de Facebook Mark Zuckerberg anunciaba el nuevo nombre de la red social, Meta, en un acto virtual el pasado 28 de octubre.Eric Risberg (AP)

Se llama omnipresencia a la capacidad de estar presente a la vez en todas partes. Omnipotente y omnipresente, divino. No hace falta ir a diario a misa para que el relato nos suene. Lo curioso es que el poder de la ubicuidad más que un poder celestial surgió como una decisión política bastante terrenal: se conoce que fue el faraón Akenatón el primero de la historia que le otorgó a un dios la capacidad de ser omnipresente. El dios elegido fue Atón, cuyo nombre significa ‘todo’ o ‘completo’. La elección de un dios único no fue, por supuesto, democrática sino que un día, el faraón decidió que hacía falta un cambio radical en la sociedad egipcia así que colocaba a Atón por encima del resto de las divinidades y a sí mismo como único intermediario entre el ser omnipotente y los mortales. Akenatón inventó a la vez un dios que todo lo ve y un mensajero al que de todo se informa.

La semana pasada, otro tipo divino, decidió también ejercer uso de su derecho de la ubicuidad. Suponemos que se leyó la historia de Akenatón y que revisó varias veces el significado de la palabra griega ‘crisis’ y luego algún que otro libro de autoayuda que le informó que es en chino, y no en griego, el idioma en el que crisis se escribe usando dos caracteres. Uno de ellos es ‘peligro’ y el otro es ‘oportunidad’. Y aquel tipo divino empezó a dedicar todo el tiempo que le sobraba desde que no tenía que decidir cada día qué ropa ponerse, porque el uniforme del mensajero de dios son unos vaqueros y una camiseta gris, y llegó a una conclusión clara: había creado a dios pero dios estaba en una crisis existencial.

Así que, como buen arquitecto, había que reconstruir la casa de dios. Lo primero era cambiarle el nombre. El viejo se refería a algo demasiado físico y tangible y además de fácil traducción. ¿Por qué no lo hacemos un poco más poético?, se dijo el mensajero divino. Nadie contestó al otro lado así que pensó que dios estaría de acuerdo. Lo llamó Metaverso, le puso un infinito torcido de logo. Meta, que es como lo llaman los amigos y que suena un poco a drogas turbias, es la nueva casa de dios. Y como el mismo dios, no existe pero sí. No se puede tocar, pero vale millones. En palabras del mensajero, estamos ante “la siguiente versión de internet”. Un mundo virtual listo para recibir a nuestro avatar que interactuará con el avatar de otro en una segunda vida completamente digital en la que se podrán comprar virguerías digitales y visitar lugares del mundo que en nuestra primera vida no nos podemos permitir visitar. Es decir: no abrazar, no tocar, no pisar, no oler, no sentir. Para ser el mensajero del dios social, parece que le gusta demasiado poco la sociedad.

Por cierto, volviendo al tema de Akenatón: lo de crear un dios ubicuo no le fue demasiado bien. En cuanto el faraón se murió, los egipcios volvieron a sus antiguas deidades.


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Sobre la firma

Margaryta Yakovenko
Periodista y escritora, antes de llegar a EL PAÍS fue editora en la revista PlayGround y redactora en El Periódico de Cataluña y La Opinión. Estudió periodismo en la Universidad de Murcia y realizó el máster de Periodismo Político Internacional de la Universitat Pompeu Fabra. Es autora de la novela 'Desencajada' y varios relatos.

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