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AQUÍ SÍ HAY PLAYA
Columna
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El sol y la ballena

El alcalde prepara la enésima reforma de la Puerta del Sol, una plaza que aguanta lo que le echen

Fotomontaje del proyecto que sustituirá a la actual boca de metro y de cercanías en Sol.
Fotomontaje del proyecto que sustituirá a la actual boca de metro y de cercanías en Sol.
Antonio Jiménez Barca

Se anuncia una reforma (otra) para la Puerta del Sol y leo que esta vez, entre otras novedades, se retirará la entrada al metro metalizada colocada en 2009. De paso me entero de que a esta boca de metro o de cercanías se le denomina popularmente La Ballena, al parecer por la forma cetácea de la cosa. No seré yo el que discuta el mote, aunque ya le va a servir de poco. Remover esta ballena colocada hace poco más de una década me recuerda cuando, en esas tardes de domingo que carga el diablo, aburridos de ver Ozak en Netflix, le damos la vuelta a los muebles del salón a ver qué pasa.

No recuerdo (no sé si alguien es capaz de hacerlo) las veces en que en los últimos años se ha reformado la Puerta del Sol. Sé que en 1987 se colocaron unas farolas que no gustaron a la gente y que se retiraron poco después. Y que en 1994 se instaló la estatua ecuestre de Carlos III, elemento innovador y futurista, propio de una ciudad a lo Blade Runner. Años después El Oso y el Madroño se movió de sitio una de esas tardes de domingo a las que me refiero. Paralelamente, la plaza ha ido sufriendo reformas urbanísticas sucesivas, peatonalizaciones crecientes, reorganizaciones viarias variadas. Ahora el alcalde Almeida ha decidido que La Ballena se convierta en unos modernos paneles de vidrio transparente. Bueno.

Mientras, la plaza aguanta lo que le echen y sigue a lo suyo: muñecos de felpa persiguiendo familias, gente para arriba y para abajo, manifestaciones 15-M dispuestas a cambiar el mundo y la fiesta de las uvas cada año para cambiar la suerte. La vida, en fin, que viene y va y se monta en metro y que es eso que sucede mientras los urbanistas proyectan y ejecutan nuevas obras que se pretenden definitivas.

Visité hace unos días Segovia y descubrí que también allí tienen una Puerta del Sol. Es un postigo de origen medieval que da a Poniente y que delimita una de las viejas entradas de la antigua muralla de la ciudad. Es sencilla, muy bella. Cuando pasé por ahí pensé que a lo mejor no hay que mover tanto todo, que a lo mejor tendríamos que dejar las cosas quietas por una vez. Pero después me dije, encogiéndome de hombros, que tal vez la esencia de la Puerta del Sol madrileña es moverse constantemente para dejar entrar y salir, que si se para, se cae, como las bicicletas. Igual tienen razón los domingos por la tarde.

Por cierto: toca largarse con la columna a otra parte. Gajes del oficio. No importa. Ustedes ganarán tres o cuatro minutos (no creo que nadie emplee más en leer estas 500 palabras) y yo me libro de tener que pensar sobre qué escribir cada quince días. Gracias, especialmente a los que llegan siempre a la última frase.



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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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