Los barrenderos de Madrid que trabajan al sol: “Cada día me traigo unos tres litros de agua congelada, y nunca son suficientes”

Los empleados de la limpieza del Ayuntamiento denuncian las difíciles condiciones de trabajo durante el verano, que se han hecho más complicadas a causa de la subida de las temperaturas y de herramientas inadecuadas

Un trabajador de la limpieza, este lunes en la Puerta del Sol, en Madrid.Foto: AITOR SOL | Vídeo: CADENA SER

Para aguantar el turno de tarde limpiando las calles de Madrid, Manuel (54 años) ha aprendido a escuchar las señales de su cuerpo. “En cuanto se me empieza a cortar la respiración, entiendo que ha llegado el momento de parar”, dice. Es entonces cuando aparca la camioneta al borde de la calle que estaba limpiando, o en el primer callejón en la sombra que encuentra, y se engancha a la botella de agua. “Me la echo en la cara, en el cuello y en las muñecas. Cada día me traigo unos tres litros de agua congelada, y nunca son suficientes”. En algunos casos, hidratarse y buscar la sombra no son sufici...

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Para aguantar el turno de tarde limpiando las calles de Madrid, Manuel (54 años) ha aprendido a escuchar las señales de su cuerpo. “En cuanto se me empieza a cortar la respiración, entiendo que ha llegado el momento de parar”, dice. Es entonces cuando aparca la camioneta al borde de la calle que estaba limpiando, o en el primer callejón en la sombra que encuentra, y se engancha a la botella de agua. “Me la echo en la cara, en el cuello y en las muñecas. Cada día me traigo unos tres litros de agua congelada, y nunca son suficientes”. En algunos casos, hidratarse y buscar la sombra no son suficientes para trabajar en condiciones. A las cinco de la tarde de este lunes, primer día laborable desde que el barrendero José Antonio González sufrió un fatal golpe de calor, no se encuentra un solo trabajador de limpieza por las calles del distrito de Puente de Vallecas, el mismo que él tenía asignado para su tarea y en el que falleció el pasado viernes. La ciudad está en el tramo final de la segunda ola de calor de la temporada, y en la avenida de San Diego, escenario de la tragedia, se registran tres días después 38º en la sombra, y 39º bajo el sol.

Manuel lleva 35 años limpiando las calles del distrito Centro. Acepta hablar a condición de que no aparezca su apellido para evitar represalias. Las empresas han dado la orden a sus trabajadores de no hablar con la prensa, según confirman a este periódico los portavoces de los sindicatos CC OO y UGT. El turno de Manuel empieza a las 14.30 y termina a las 21.30, la franja horaria en la que las temperaturas son más altas. Esto quiere decir que durante el invierno es de los que pasan menos frío, pero cuando llega el verano empieza el turno a una temperatura de 37º y lo termina cuando ya rozan los 40. “Antes te podían tocar unas 10 tardes así en todo el verano, pero la cosa ha ido a peor en los últimos años con las olas de calor siempre más frecuentes”, afirma.

Mariano, de 58 años, empezó a trabajar como barrendero en San Blas el 1 de julio de 1996, y desde entonces asegura que los veranos se han hecho cada vez más tórridos. “El cambio climático es una realidad. Lo sufro todos los días en mi piel y no hacen nada para mejorar nuestras condiciones de trabajo”, lamenta. De siete de la mañana a dos de la tarde, Mariano dispone de 27 minutos para limpiar 12 tramos de calles, y tiene que hacerlo respetando el horario preestablecido por el Ayuntamiento. “Cuando llego a la calle de Bélgica sé que no me voy a encontrar con un solo centímetro de sombra. Es el tramo peor y lo ideal sería hacerlo más temprano, pero no depende de mí”, explica.

Estos trabajadores llevan años, a través de los sindicatos, demandando al Ayuntamiento un protocolo laboral para el calor, algo que les permita evitar las áreas más calurosas de la ciudad en las horas más complicadas, o cambiar los horarios durante las olas de calor. Además de las condiciones exteriores, los barrenderos tienen que lidiar con un uniforme poco adecuado para trabajar en verano. “Según el convenio que tenemos negociado, el poliéster no debería superar el 35%, como pasa con los pantalones”, señala Mariano. Sin embargo, las camisetas celestes y amarillas están hechas al 100% de este material, como denunció un trabajador de la limpieza el jueves durante una entrevista del alcalde, José Luis Martínez-Almeida, con la Cadena SER. “Todo lo que sudas, te lo quedas, y tienes siempre más calor”, añade el empleado.

Un trabajo siempre más complicado

“Después de lo que pasó el sábado, mi mujer está más preocupada que nunca. Todos lo estamos”. Roberto, nombre ficticio, tiene 50 años y trabaja desde hace 32 como barrendero para el Ayuntamiento de Madrid, pero nunca sufrió tanto el calor como este verano. Incluso si tiene la “suerte” de cubrir el turno de mañana —de siete a dos de la tarde— asegura que el trabajo se hace cada día más complicado. “Cuando llega la hora del bocadillo [las once de la mañana], el sol empieza a pegar fuerte y no hay nada que hacer”, explica mientras recoge pañuelos y colillas en la calle de San Cayetano, en Lavapiés. Son las diez de la mañana, y la temperatura alcanza ya los 31º. En el carrito tiene una botella de litro y medio de agua, que se trae desde casa congelada. “¿Que si la empresa nos proporciona el agua? Qué va… en cuanto se me acaba voy a un bar a pedir que me la llenen con agua del grifo. Y si dicen que no, busco una fuente en la calle”.

Barrenderos en el barrio de Lavapiés, este lunes.Aitor Sol

A Mauricio, 29 años, este lunes le ha tocado limpiar desde primera hora de la mañana la zona de La Latina. Es un día con mucho trabajo, porque las calles que rodean el mercado de la Cebada y la plaza del Cascorro están llenas de la basura que deja todos los fines de semana el Rastro, el popular mercado que se celebra los domingos. “Trabajar en el centro es lo peor. Hay muy poca sombra y pasamos el turno intentando refugiarnos en alguna esquina donde hace menos calor”, dice.

La conversación es interrumpida bruscamente por un responsable que le llama la atención: “A currar, que se te va la fuerza por la boca”. Mauricio asegura que normalmente los responsables no les controlan tanto. “Nos vigilan más después de lo que pasó la semana pasada”, afirma en voz baja, para que su jefe no lo escuche. Lo que acaba de pasar no es un caso aislado. En Tirso de Molina, Jacinto de Benavente, la plaza de Santa Ana o la de Santa Bárbara, estén vaciando los cubos de basura, limpiando la calle con agua o recogiendo latas de cerveza del suelo, la respuesta es siempre la misma: “Lo siento, no puedo hablar. Me meto en un lío”.

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