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Los conciertos secretos con artistas sorpresa que se esconden en oficinas, casas y librerías de Madrid

La empresa ‘Sofar Sounds’ organiza sesiones con tres músicos emergentes distintos cada vez en ubicaciones sin escenario

Concierto de Sofar Sounds, con el grupo Cora Yako, en el espacio Iroko, el 2 de febrero de 2023, en Madrid.
Concierto de Sofar Sounds, con el grupo Cora Yako, en el espacio Iroko, el 2 de febrero de 2023, en Madrid.Samuel Sánchez
Mercedes Pedreño

En el número 7 de la calle de Francisco Ricci, en el distrito de Chamberí, hay un restaurante. Parece cerrado y, aunque son las siete y media de la tarde, muy pronto para cenar, al menos 50 personas están accediendo a su interior. Solo ellos saben que, al fondo del local, que cuenta con una pequeña sala, hay un concierto secreto. Lo que no saben es de quién. Van a escuchar a tres grupos, o cantautores, o solistas; aún no lo han descubierto. Tampoco si tocan jazz, indie, pop o cualquier otro estilo musical. Han recibido la ubicación del evento 36 horas antes y llegan a escuchar un concierto sin cartel, donde cada artista tendrá una sesión de 25 minutos para darse a conocer ante este grupo de personas. La empresa Sofar Sounds, (diminutivo de songs from a room, canciones en una habitación en inglés) en su delegación en Madrid selecciona a tres artistas emergentes y los junta para dar un concierto en acústico sin escenario en galerías de arte, mercados de ropa, oficinas, librerías o casas particulares.

Según van entrando en la sala, los asistentes al concierto se sientan en el suelo frente a un piano y un sofá. Hay sábanas, cojines y un cable con bombillas pequeñas que cuelga del techo, estilo chill out. Los primeros en actuar son Cora Yako, un duo procedente de Mallorca que ha adaptado sus canciones “guitarreras” al acústico. Es su segundo concierto con esta empresa y anuncian que van a sacar un nuevo disco en breve. Les presenta el maestro de ceremonias del concierto, que va guiando la experiencia. Esta vez es Capitán Fornie, un músico que tocó en Sofar Sounds en Los Ángeles, le invitaron a tocar en la delegación de Madrid y lleva presentando estos eventos cuatro años.

El encargado de organizar estos conciertos es el director en Madrid de Sofar Sounds, Álvaro de la Parte. Tiene 29 años y lleva desde 2018 trabajando en la empresa, donde empezó como voluntario. Un equipo de 20 personas y él son los encargados de decidir qué artistas entran en Sofar Sounds y cuáles no. “Buscamos grupos emergentes que creamos que tienen calidad musical, que se adapten a lo acústico y que quieran conectar con el público”, explica. Esto hace difícil que algunos estilos como el heavy metal o la electrónica tengan cabida en esta iniciativa, pero alguna vez lo han conseguido. “Intentamos que el primer artista sea algún proyecto animado, el segundo algo más experimental y diferente, menos comercial y los terceros algo más de banda para que el ambiente del concierto acabe por todo lo alto”.

La parte experimental le ha tocado a (Me llamo) Sebastián, que se presenta como “un vagabundo que duerme debajo de un puente hecho de canciones”. Es un artista chileno que canta a capella su primera canción con una voz grave y potente. Después, recita un poema y anuncia que ha fumado marihuana antes de salir a cantar. Se sienta al piano y canta dos baladas, una romántica y otra sobre el racismo en España. Por último, coge la guitarra de una de las artistas con las que comparte concierto y canta sobre la incertidumbre del futuro y otra sobre el control del destino de cada uno.

Rocío Porres, bajo el nombre de Rolita, es la encargada de cerrar el concierto. Es cantante, compositora y productora hispano-británica que participó en 2019 en el programa televisivo de talentos La Voz. Ella define su estilo como de fusión con influencias de Amy Winehouse. Ha perdido la cuenta de las sesiones sofar que lleva, pero reconoce que “es mucho más intimidante esto que una sala grande”. Alcanza el micrófono y la guitarra que han quedado apartados tras la anterior actuación y comienza su espectáculo con una canción sobre el despecho amoroso. “También voy a tocar el piano solo para demostrar que lo sé hacer”, bromea. Cumple su labor de dejar el concierto por todo lo alto, haciendo cantar al público y comentando sus canciones mientras canta en inglés y en español.

Álvaro de la Parte también es el que se encarga de buscar lugares donde celebrar los conciertos. Vale cualquier espacio diáfano para que la gente pueda sentarse sin impedimentos visuales. “Nos los ceden gratuitamente porque los promocionamos, también pueden ser comercios que vendan sus propios productos y de ahí sacan el beneficio”, comenta. Las ganancias de los conciertos proceden de las entradas, siempre a 15 euros, y se reparten entre los artistas y la empresa: “Todos los grupos cobran 90 euros de base y según las entradas vendidas sube su tarifa, pero tienen prohibido promocionar su actuación”, detalla De la Parte. La empresa suele ganar entre 150 y 200 euros por concierto.

Ahora que Cora Yako, Rolita y (Me llamo) Sebastián han entrado en la base de datos de Sofar Sounds, tienen la oportunidad de hacer una gira por las 13 ciudades españolas en las que está implantada esta iniciativa y, si tienen mucho éxito, incluso en el extranjero. Sofar Sounds está en unas 400 ciudades de todo el mundo. Con dos conciertos a la semana, debutan más de 100 artistas al año. La empresa suele llenar los conciertos en Madrid siempre que los haga dentro de la M-30. “No suelen superar las 70 personas”, indica De la Parte. En España han pasado por estos conciertos cantantes como El Kanka, Guitarricadelafuente, Varry Brava, Mr Kilombo, Morgan o María Peláe. El éxito de cada artista se mide mediante unos formularios de satisfacción que se envían a los asistentes después de la experiencia, con la repercusión en sus seguidores en redes sociales y si ven que han conectado con el público. Si ven que alguno es un fuera de serie, graban un vídeo y lo suben a su canal de Youtube, con 1,3 millones de seguidores. Su objetivo es crear una red fuerte de música alternativa para dar oportunidades a artistas poco conocidos a través de una ubicación secreta que el público recibe 36 horas del concierto.

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