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El fuego pone en el punto de mira la decoración de bares y restaurantes diseñados para Instagram

Un recorrido por una treintena de locales de Madrid tras el incendio del Burro Canaglia de Manuel Becerra obliga a revisar los excesos con velas o vegetación artificial para atraer clientes en redes sociales

Incendio en Burro Canaglia Madrid
La entrada decorada con rosas del restaurante Bloom, en el distrito de Chamberí, el 27 de abril.Mercedes Pedreño

Han pasado nueve días desde el incendio en el restaurante italiano Burro Canaglia en Madrid, que dejó dos muertos, una clienta y un trabajador, y 12 heridos. La investigación continúa abierta, pero la principal hipótesis apunta a que las llamas de un plato flameado rozaron las flores de plástico que decoraban las paredes y el techo del establecimiento. En cuestión de segundos, cientos de ellas prendieron. El único camino a la salida, también rodeado de plantas, era el de la puerta principal. La normativa municipal vigente restringe el uso de material inflamable en los recorridos que llevan al exterior y todavía no se ha determinado si el restaurante cumplía con los requisitos técnicos. Aun así, la Asociación de Hostelería de Madrid, el Ayuntamiento y el Ejecutivo regional han creado un equipo para revisar la ordenanza. El siniestro ha provocado todo tipo de reacciones en la hostelería madrileña: desde el hermetismo o la preocupación de algunos locales, a la retirada total del fuego en velas, sopletes o bengalas, en otros. Este periódico ha visitado durante esta semana una treintena de ellos.

La decoración barroca, excesiva, repleta de motivos florales o botánicos forma parte de una moda que tiene que ver con las redes sociales, donde se promocionan muchos restaurantes madrileños y hacen de sus interiores, aparentemente fastuosos, sorprendentes, imaginativos o coloristas, un reclamo que a veces supera la propia calidad de los platos que sirven. De ahí esa comunión que resultó explosiva en Manuel Becerra entre el fuego y las flores, entre la pizza inferno y lo que nacía del techo, el punto en el que un soplete provocó la tragedia. Burro Canaglia era uno de tantos restaurantes cuya fama se mueve en las redes, sobre todo en Instagram, uno de tantos restaurantes instagrameables, como se los denomina ahora.

En una callejuela a escasos 150 metros de la Puerta del Sol, entre escaparates anodinos y frente a una peluquería de barrio, se esconde uno de los locales con las decoraciones más exuberantes de la ciudad. Toldo de color rosa con flecos blancos, cartel de neón, jaula a modo de recibidor y una apabullante cantidad de flores de diferentes tamaños y tonos en paredes y techos. También en la entrada. Es Rosi la Loca, un bar-restaurante que abrió hace nueve años y donde el decorado se ha convertido en marca de la casa.

Dos días después del incendio, los dueños ―que también regentan otros tres establecimientos con ornamentaciones llamativas en Madrid― prohibieron el uso de fuego en los platos y las bengalas. “La dirección ha decidido suspender las presentaciones de platos que involucren fuego, prohibir el uso de bengalas en celebraciones y cualquier material de naturaleza pirotécnica que pueda suponer un mínimo de riesgo para la seguridad de todos”, anunciaron en redes sociales.

Entrada del bar-restaurante Rosi la Loca, en el centro de Madrid, el 27 de abril.
Entrada del bar-restaurante Rosi la Loca, en el centro de Madrid, el 27 de abril.Beatriz Olaizola

De hecho, uno de los platos estrella eran las zamburiñas calentadas con soplete en mesa. Pero desde hace una semana, los comensales reciben los moluscos ya cocinados. Alberto Martín, uno de los jefes del local, explica que toda la decoración es ignífuga y siempre lo ha sido: “Las flores son de goma EVA [un tipo de material muy ligero y maleable si se calienta] y están tratadas una a una con un espray”. Se refiere a una sustancia que se pulveriza periódicamente sobre las plantas, sean naturales o no, y las protege del fuego. Mientras lo explica, enseña en su teléfono móvil un vídeo donde un empleado intenta prender fuego a las flores, colocadas en fila en el suelo, para comprobar si queda algún hueco sin tratar. Ninguna arde.

“Es muy raro que alguien decida poner una decoración tan vistosa y no encargar los bidones con la sustancia ignífuga casi a la vez”, comenta Bernardo Novinic, uno de los dueños de La Santoría, una coctelería que juega a ser clandestina en pleno barrio de las Letras, abierta hace tres años. Lo dice porque en su local no hay un solo hueco que no esté cubierto de flores, fotografías, cruces, marcos o espejos. Las plantas, algunas naturales y otras no, lo copan todo y, en las pocas mesas que hay, tienen velas encendidas. “Hay dos salidas [una en la entrada y otra en la parte trasera] y dos extintores visibles. Desde que abrimos estamos concienciados con el tema del fuego”, explica. Los clientes, ajenos a la preocupación del hostelero, beben sus cócteles y una mujer se ofrece a leerles las cartas.

Una zona del techo de la coctelería secreta La Santoría, en el barrio de las Letras (Madrid)
Una zona del techo de la coctelería secreta La Santoría, en el barrio de las Letras (Madrid) Beatriz Olaizola

Jose Antonio Aparicio, presidente de la Asociación de Hosteleros de Madrid ―que aglutina al 48% de los restaurantes de la ciudad y el 9% de los bares― cuenta por teléfono que, desde el incendio, muchos locales están inquietos y se han puesto en contacto con ellos. “Algunos están retirando las prácticas de llama viva en sala paulatinamente. Otros llaman para pedirnos consejo sobre seguridad ante incendios y preguntan qué medidas deben tomar”, cuenta. “Ahora, por ejemplo, no especifica cuánto puede colgar desde el techo un elemento decorativo”, añade.

La ordenanza municipal de prevención de incendios recoge que los materiales decorativos deben ser de tipo M2 como mínimo, es decir, de baja inflamabilidad. Algunos plásticos sí que cumplen esta condición, por ejemplo, porque están mezclados con fibra de vidrio. También se pueden proteger los objetos con un aerosol ignífugo, como han hecho algunos de los locales visitados. El Ayuntamiento es el encargado de asegurar que todo está en regla antes de dar la licencia de apertura, además de realizar las inspecciones contra incendios, unas 800 al año.

La fachada del número 39 de la calle de Velázquez deja entrever claramente que se ha llegado a Bel Mondo, uno de los restaurantes más de moda. Una enredadera verde con flores rosas y rojas adorna la entrada y los balcones del restaurante. Dentro, el estallido de colores continúa con moquetas con estampados de rosas, más enredaderas y guirnaldas. El establecimiento forma parte del grupo Big Mamma, que cuenta con otro local en la ciudad, el Villa Capri. “En nuestros restaurantes contamos con una serie de medidas de seguridad, que seguimos estrictamente”, recoge un texto firmado por los responsables del grupo en España.

Mattia Silvione, encargado del Villa Capri, se siente seguro trabajando en el restaurante. Explica que las flores son todas naturales, pero están recubiertas con un aerosol ignífugo, como las de Rosi la Loca o La Santoría. Cada tres meses limpian el polvo que se va acumulando entre los pétalos, que “puede prender, aunque se utilice el espray”. “Ahí está el único peligro”, puntualiza.

Villa Capri tiene contratada una empresa que suple las inspecciones de prevención de incendios: “Acuden una vez al mes para comprobar que tenemos todo en orden”. También hacen un simulacro antiincendios dos veces al año: “Tardamos cerca de un minuto en salir porque está solo el personal, pero hace poco tuvimos un escape de gas y conseguimos evacuar todo el local con clientes en dos minutos”. Eso sí, desde el incendio de Manuel Becerra, están valorando si pasar a un simulacro al mes.

Extintores fuera del alcance

Dentro de la tienda de moda y accesorios de Salvador Bachiller, un grupo textil y de restauración, hay otro de estos recargadísimos restaurantes. Ligeramente escondido entre paraguas y maletas, baja una escalera llena de flores rosas de plástico hasta un local de luz tenue y decoración bucólica: Bloom. Según la ordenanza municipal, si hubiera un incendio, la salida a una zona segura tendría que estar en línea recta con las escaleras, pero en el momento del reportaje está bloqueada por una puerta de cristal y algunos muebles y vallas hasta llegar a la calle. Los comensales tendrían que subir las escaleras y serpentear por la tienda para salir.

Esta no es la única aparente irregularidad. El extintor y la Boca de Incendio Equipada (BIE) están bloqueados por un mueble y un adorno que dificultaban su alcance. Según el portal de datos abiertos urbanísticos del Ayuntamiento de Madrid, el grupo Salvador Bachiller solicitó una licencia para fusionar la tienda con el restaurante, pero la empresa que hizo el estudio les denegó la declaración responsable del local hasta en dos ocasiones, la primera en julio de 2021 y la segunda en octubre de 2022. Según reza este último documento, “siguen sin estar visibles los extintores ni la BIE instalada en el acceso detrás de un rotulo publicitario”, por lo que la declaración responsable del negocio, necesaria para funcionar, perdió su efecto.

El grupo Salvador Bachiller lleva también El jardín de Salvador Bachiller, Bistró, El rincón secreto y El invernadero. Excepto Bloom, todos están decorados con plantas reales “protegidas con el aerosol ignífugo”, según una portavoz del grupo. La portavoz ha afirmado que “todos los restaurantes tienen los permisos en regla y cumplen la normativa”, pero guardan silencio ante las preguntas sobre la situación del restaurante Bloom.

El recibidor del restaurante Bloom (Madrid), donde están colocados el extintor y la boca de riego, dentro de una caja y detrás de un árbol de luces.
El recibidor del restaurante Bloom (Madrid), donde están colocados el extintor y la boca de riego, dentro de una caja y detrás de un árbol de luces. Mercedes Pedreño

“No damos declaraciones”

Del Paseo de la Castellana hacia el distrito de Salamanca, hay un restaurante o bar con decoraciones colgantes cada pocos metros: Amazónico, Udaipur, Papúa, El Hombre Pez, Purnima, Manolita Chen, Arrogante, Marieta, El Paraguas, La Parrilla de la Máquina, Patio de Leones, Aarde, entre otros. La mayoría pertenecen a grandes grupos hosteleros y la respuesta de todos ellos es la misma: no hacen declaraciones.

“Cuidamos al cliente, somos un grupo grande y no vamos a jugárnosla con eso. El equipo de márketing y diseño se encarga de la decoración. Todo cumple la normativa”, dice el encargado de un local. “Siempre nos hemos tomado esto muy en serio. Estamos consternados, pero no hablamos con los medios sobre las medidas”, comenta otro. La tragedia no ha espantado a madrileños y turistas. Las salas están hasta los topes de comensales, los decorados vistosos siguen en su sitio y las llamas por ahora parecen haber desaparecido.

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