Cómo la identidad de un humilde vecino de Móstoles sirvió para grandes estafas en la banca y el petróleo
Un delincuente de cuello blanco con un alto tren de vida actuó durante años con los papeles robados a un hombre de clase obrera que se parecía mucho a él
Cuando José Trinidad Márquez salió de la cárcel madrileña de Estremera hace poco más de una década, su carrera delictiva parecía haber llegado al final del camino. Había sido el intermediario de oro, el hombre que embaucaba a grandes empresarios haciéndoles creer que era un emisario del Gobierno venezolano interesado en hacer negocios para luego esfumarse tras cobrar comisiones millonarias. Aparecía en Google en artículos de prensa, entre ellos uno de este periódico de 1998, y en archivos policiales de Venezuela, Estados Unidos y España. Había puesto en la mira de sus engaños, entre otras, a Astilleros Españoles y a una gran compañía del Ibex, Técnicas Reunidas. Aparentemente, con un nombre manchado, no le quedaba más remedio que optar por un modo honesto de ganarse la vida, pero como un camaleón, buscó una segunda piel, una nueva identidad con la que volver a presentarse en sociedad como alguien fiable. Su víctima fue Domingo Galán Macías, un mostoleño de escasos recursos que tuvo la mala suerte de parecerse físicamente demasiado.
Galán ya no vive en el edificio de ladrillo visto cercano al Hospital de Móstoles, la dirección que aparece en el sumario de una causa en la que fue investigado tras el robo de sus documentos de identidad. Sin embargo, un vecino facilita su número.
—¿Es usted Domingo Galán Macías?
—Sí, soy yo.
Al otro lado de la línea responde que no le importa contar su historia, pero prefiere hablar por teléfono, sin revelar dónde se encuentra. Tiene 68 años, está jubilado y convive con su esposa de origen dominicano, Rosi, tras haber trabajado como cabrero, olivarero, albañil y portero de edificio. Procedía de un universo lejano al de Trinidad, un hombre de apariencias y excesos. ¿Cómo se cruzó en su camino? “Mi hijo acabó en la cárcel por una tontería”, explica Galán, “cuando los dos quedaron libres lo trajo a casa a comer”.
Trinidad, un caraqueño de la misma generación que Galán, parecía fuera de lugar en casa de un obrero. “Daba la impresión de que era el embajador de Venezuela”. Llegó de punta en blanco al pisito en la localidad madrileña, conduciendo un Porsche Cayanne. Iba de la mano de una mujer elegante, Katilin Mijares Soteldo, que cargaba con un bebé recién nacido. Ella decía haber sido una modelo de pasarela en el país sudamericano. A pesar del porte de los invitados, eran los modestos anfitriones quienes convidaron a un chivo asado, mientras que los visitantes se limitaron a aportar una botella de vino. Luego siguieron muchos tragos porque la pareja bebía mucho. “Eran alcohólicos”, apunta Rosi, unida a la conversación.
Repitieron sus encuentros cuatro o cinco fines de semana, siempre en el piso de Móstoles. Trinidad trató de disipar las dudas sobre su persona contándoles que acabó en prisión por una traición de sus superiores en una empresa. También intentó camelarse a Galán hablándole de un futuro próspero: “Ya verás, cuando estemos asentados, te daré un trabajo. Te compraré un camión para repartos y vas a vivir bien”, le decía en aquellas visitas. “A mí no me interesaba nada de eso”, afirma Galán.
En una de esas reuniones, a finales de 2011, pidieron permiso para cambiar los pañales del bebé en el dormitorio de los anfitriones. Luego, se marcharon de casa sin que Galán se diera cuenta de que le habían birlado la cartera. Dice que se enteró de que no la tenía días después, en la caja del Carrefour, cuando iba a pagar las compras para Nochebuena. Trinidad ya tenía su máscara. Comenzó a presentarse al mundo como Domingo Galán Macías.
Pelotazo en Lisboa
Lo siguiente que sabemos del estafador lo ha narrado con detalle el medio de investigación venezolano Armando.info. Bajo la identidad de su víctima de Móstoles, dio en 2014 un pelotazo de 4,5 millones de euros en Lisboa. Fue reclutado por el presidente del portugués Banco Espirito Santo, Ricardo Salgado, conocido en su país como DDT (Dono Disto Tudo, es decir, dueño de todo esto). Salgado tenía a la mayor entidad financiera del país al borde de la ruina, sin liquidez y con los inversores solicitando la retirada de sus fondos. Quería salir a flote convenciendo a sus colegas del consejo de administración para aprobar una nueva emisión de bonos, pero estos se resistían porque consideraban que la compañía no estaba en condiciones de seguir endeudándose. Entonces, ordenó a un subordinado que buscara a un impostor y el elegido fue el falso Galán.
Presentándose como un enviado de Rafael Ramírez, ministro venezolano del Petróleo, prometió a los consejeros que amañaría una licitación para entregarle al banco la gestión del fondo de pensiones de los trabajadores de la petrolera estatal PDVSA, por valor de 3.500 millones de dólares. Las cláusulas del fondo estarían diseñadas para que un 20%, unos 700 millones de dólares, fueran invertidos en deuda del banco. Era, en apariencia, la salvación de la compañía. Nada de esto ocurrió. El BES tuvo que ser intervenido, Salgado fue detenido (hoy cumple pena de prisión) y el ficticio Galán volvió a España con su botín.
En Madrid, se instaló con su esposa en un ático de 437 metros cuadrados en el distrito de Salamanca, en la calle Núñez de Balboa. Vivía a caballo entre la capital española y la ciudad suiza de Zúrich, donde creó PG Consultores, dedicada a asesorar en proyectos de ingeniería y compraventa de hidrocarburos. En la web de la compañía figuraba un perfil de su presidente, Domingo Galán Macías: “Nacido en España y con pasaporte español”, decía.
Por entonces, su esposa reconectó con su familia lejana, a la que había perdido el rastro hasta que se enteró de que habían emigrado a España. Organizó un reencuentro que fue seguido de muchos otros. Trinidad y su esposa tenían un poder adquisitivo muy superior a la decena de familiares de esta, pero eso no importaba porque la pareja pagaba por todo: comidas opíparas regadas con vino, champán y whisky. Trinidad era un sibarita que hablaba de los restaurantes más exquisitos y la ropa más fina. Algo más llamó la atención de los invitados. El chófer y la niñera se referían a él como “Domingo”, pero su esposa lo llamaba “José”. “No le di más importancia”, dice Rafael Soteldo, uno de los familiares, que pensó se trataría de un nombre compuesto.
En estas reuniones entró en escena otro supuesto damnificado de Trinidad, un compatriota suyo que hoy es uno de los nuevos diputados de Isabel Díaz Ayuso en la Asamblea madrileña, Gustavo Eustache, de 41 años. Este es uno de los primos de Mijares, la esposa del farsante. Eustache hizo clic con Trinidad al momento. El veterano estafador convenció al joven Eustache de crear un negocio dedicado a la lucrativa intermediación en el mercado de los hidrocarburos. Lo llamaron Petroil Energy y en 2015 abrieron oficina en la calle Conde de Peñalver, en Madrid.
A Soteldo, tío de Eustache, le sorprendió que un experto petrolero, una profesión de alta estima en su país de origen, hubiese apadrinado a su sobrino, al que dice que jamás vio con un libro bajo el brazo. Cuando se enteró de que colaboraba con Trinidad en el sector de la consultoría energética, Soteldo pensó que podría encaminarle: “A lo mejor va a sacarle brillo al chico”.
Eustache era dueño del 80% de la sociedad y el negocio funcionó bien hasta que los dos discutieron y Trinidad cambió la llave de la oficina dejando a Eustache en la calle, afirma Juan Camps, el letrado que representa al político del PP en un litigio por estos hechos. Dice que se apropió de la cartera de clientes y las facturas por cobrar.
El diputado del PP asegura que desconocía el pasado de su socio y que tampoco sabía lo que hacía al margen de Petroil. En ese período, Trinidad entró en contacto con un veterano empresario español, el vicepresidente primero del Real Madrid, Fernando Fernández Tapias, dedicado al transporte de petróleo. Las empresas del Grupo Tapias le hicieron pagos en cuentas de Suiza al falso Galán para obtener contratos de PDVSA que nunca se materializaron, según ha determinado la Fiscalía española. Para perpetrar su engaño, Trinidad presentó un documento en el que se le designaba como apoderado de la petrolera venezolana. El grupo Tapias no ha contestado a varias solicitudes de este periódico.
Arrestado por conducir borracho
El verdadero Galán no volvió a tener más noticias del ladrón de sus documentos hasta una madrugada de mayo de 2015. A las 2.30, hacía el turno de noche como portero en un edificio de viviendas de Madrid cuando lo llamó la Policía para que se presentara en comisaría. Habían arrestado en la calle Serrano a un borracho conduciendo un Range Rover S, un lujoso todoterreno. Se había identificado con los documentos robados. La suerte del estafador se comenzó a torcer.
Pronto, se estrechó el cerco. De Portugal llegó un requerimiento a la Policía española para interrogar a Trinidad por la estafa al BES y en España comenzó una investigación por blanqueo de capitales.
Sin embargo, Trinidad sigue hoy en libertad y ha evitado condenas gracias en parte a que busca dilatar los casos evitando comparecer a las citaciones, según fuentes judiciales. El escurridizo timador ha colgado el teléfono a EL PAÍS tras escuchar que lo llamaba un periodista. Mijares dice que ha roto con él y tiene una orden de alejamiento, pero añade que continúa en Madrid. La Policía no comenta nada sobre Trinidad porque, según un portavoz, “la investigación sigue abierta”.
Trinidad no se ha rendido. En diciembre de 2022, ofreció una licitación de Pemex, la petrolera pública mexicana, a una fábrica vasca que lo rechazó porque les pareció “una mentira burda”, según un directivo que pide anonimato. En un correo visto por este periódico aparece el nuevo nombre que usa: José Márquez.
Una pregunta que surge del caso es por qué el timador tenía interés en Galán, un obrero sin fortuna. El mostoleño lo tiene claro: “Venía a mi casa para robarme la documentación. Lo tenía planeado”. Al ver las fotos de ambos en el sumario de la causa portuguesa se entiende esto. Ambos tienen cara redonda, nariz ancha y entradas profundas. Galán nació el 9 de enero de 1955 y es solo ocho meses más joven que Trinidad, que nació el 22 de abril de 1954. Además, miden casi lo mismo, dice el mostoleño: “Yo mido 1,65 y él 1,70″.
Galán tiene más pruebas para su hipótesis. Volvió a hablar con el estafador semanas después del robo de su cartera, creyendo que la había perdido en otro lugar. Trinidad lo llamó para decirle que le había tocado en El Corte Inglés unas vacaciones en República Dominicana y que no podrían ir él y su esposa porque debían cuidar al bebé. Aceptó el viaje, lo que le obligó a renovar su pasaporte caducado. Cuando volvió del país caribeño, la pareja les visitó de nuevo con el pequeño. Rosi ya no se fiaba de ellos: “Mi marido es muy confiado”, reprocha ella, que se olió lo peor cuando pidieron de nuevo cambiar al bebé en el dormitorio en lugar de cualquier otra estancia. El pasaporte, en un cajón de la mesilla de noche, desapareció. Fue la última vez que Galán vio a Trinidad.
Años más tarde, ante el juez, todas las preguntas al Galán real iban encaminadas a averiguar si pudo ser cómplice del timador. Ha debido explicar que no sabe nada sobre petróleo, que nunca ha visitado Portugal y que en su única cuenta bancaria solo disponía de 600 euros.
Cuando salió absuelto, en los juzgados de Plaza de Castilla le avisaron de que podría reclamar daños y perjuicios, pero tras consultarlo con un abogado decidió dejarlo pasar. “Me dijo, ‘mira Domingo, te vas a gastar un dinero que no vas a recuperar porque este tipo de personas nunca pagan”. Tampoco le gusta rememorar esta historia de película. Prefiere olvidar al doble que usó ilícitamente su nombre para vivir como un rico.
¿Tienes información? Escribe al autor a fpeinado@elpais.es o por Twitter a @FernandoPeinado
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