Efecto mariposa en la colonia Campamento
El destino de una de las tres colonias militares del distrito de Latina dio un giro en 2006 fruto de la casualidad
Igual que el aleteo de una mariposa en Brasil puede provocar un tornado en Texas, el fallecimiento de una gran artista puede cambiar la historia de una colonia. De hecho, lo hizo.
Rocío Jurado falleció en la madrugada del 31 de mayo al 1 de junio de 2006. Esa mañana, los vecinos de la colonia militar Campamento habían convocado una manifestación para protestar por las condiciones en las que se desarrollaba su día a día. Calles de arena, sin aceras, ausencia de alcantarillado, cables cruzando de un lado a otro…
Interrumpimos este texto para volver al mediodía del jueves 1 de junio de 2006 y conectar con el programa Buenos días, Madrid, de Telemadrid. Desde el estudio del programa dan paso al periodista David Moreno, que está cubriendo la manifestación:
“Buenos días, Madrid”, comienza David, “lo estáis viendo, han cortado la calle Gordolobo, la que comunica la avenida Europa con el parque de Aluche, con la Avenida de los poblados, por eso muchos conductores tienen que dar media vuelta…”.
En ese momento, David se gira hacia Juan Antonio, uno de los líderes vecinales, y le pregunta:
”¿Qué es lo que estáis reclamando con esta manifestación?”
”Buenos días”, arranca Juan Antonio con una educación exquisita. Y continúa: “El objeto de esta concentración es hacer una manifestación pública de la situación en la que nos encontramos los vecinos de la colonia desde hace 50 años. Desde el año 92 venimos reclamando a las diferentes administraciones, tanto civiles como militares, la situación de abandono en la que nos encontramos. Por eso estamos aquí presentes hoy”.
En ese momento, la cámara enfoca a una gran pancarta sujetada por muchos de los vecinos que habitaban entonces las 97 viviendas de la colonia militar Campamento. La lona reza “Contra el olvido y el abandono de la colonia. Por unas condiciones de vida y entornos dignos”.
David devuelve la conexión a los estudios centrales.
Un rato después, vuelven a conectar con él.
David interpela entonces a Fermín, otro líder vecinal:
”No tenéis ni calle, esto es arena”, le dice.
”Buenos días”, dice Fermín, “efectivamente, nuestra reivindicación no consiste ni más ni menos que en ser atendidos por nuestros administradores. E irá en aumento si no se atienden nuestras reivindicaciones”.
En ese momento, la cámara hace un barrido sobre una casa semiderruida, la conexión vuelve al estudio y los presentadores regresan a la que es, sin duda, la noticia del día.
Y usted, con razón, se preguntará qué tiene que ver el fallecimiento de Rocío Jurado con la historia de una de las tres colonias militares del distrito de Latina. Pues resulta que aquella mañana, como en tantos y tantos hogares de Madrid, en la casa del director del Instituto de Vivienda, Infraestructura y Equipamiento de Defensa (INVIED), se estaba siguiendo la información sobre el deceso a través del canal autonómico. Cuando llegó a casa, le comentaron lo que habían visto en la televisión. En ese instante, la historia de la colonia dio un giro inesperado.
El aleteo de aquella mariposa no llegó a Texas -ni falta que hacía- pero sí al teléfono de Juan Antonio García (62 años, Beas de Segura, Jaén), militar del ejército de Tierra y el primer vecino que intervino en la conexión de Telemadrid. Cuando el entonces director del INVIED -propietario de los terrenos y las casas- contactó con él, Juan Antonio lo invitó a visitar la colonia y conocer de primera mano la situación. Dos años después de aquella protesta, arrancaba una reurbanización de las calles y remodelación de las casas que concluiría en 2010, una obra diseñada por el Ayuntamiento y financiada por el Ministerio de Defensa. En 2011, el INVIED vendió las viviendas a los vecinos.
“Las casas tienen una parcela de más de 300 metros, con 72 de vivienda y el resto dividido entre el patio delantero y el posterior, que es el más amplio. Ese patio estaba pensado para que las familias de los militares pudieran tener sus huertos y sus animales, porque los sueldos que cobraban no daban para mantener a las familias”, explica Juan Antonio, que matiza que cuando él llegó a la colonia, en 1992, los sueldos ya permitían a las familias vivir sin necesidad de extras.
Detrás del característico color blanco de las casas – en su mayoría de planta única, destinadas a oficiales y suboficiales- se encontraban viviendas construidas en los años 40 del siglo pasado. Con un salón distribuidor que daba a tres dormitorios, cocina, baño, una pared compartida con la casa de al lado -la mayoría son pareados de una planta- un pequeño porche interior en el que se ubicaba el lavadero… y muchas cosas por arreglar. “Cuando yo entré a vivir, tuve que invertir dos millones de pesetas para arreglar la casa. Eran casas pensadas para que los militares pudieran estar al pie del cañón, cerca de los cuarteles que rodeaban la colonia. Se hicieron como se hicieron, con los medios que había…”, explica Juan Antonio, que ha sido presidente, vicepresidente y secretario de la asociación de vecinos.
Su compañero de fatigas Alberto, también militar, recuerda los meses en los que las viviendas pasaron las obras de la ITE. “Había una lona que hacía las veces de techo. No podíamos ir por la noche a oscuras porque la casa estaba llena de postes para apuntalarla. Postes que a veces nos impedían incluso abrir cajones. Hubo que añadir un zuncho metálico al perímetro de los muros, porque el techo descargaba directamente su peso sobre ellos y provocaba grietas. Recuerdo estar un día comiendo en casa y que de repente se colara un encargado de obra por un armario.”.
El cielo gris tirando a negro amenaza tormenta y el viento comienza a agitar las copas de los cornejos siberianos que dominan las aceras de la calle Maravilla. En unos minutos, se pone a llover. Jarrea. “Esto, hace unos años, hubiera significado barro, inundaciones y problemas”, señala Alberto ya sentado en un bar de una calle cercana.
Juan Antonio recuerda que ese fue precisamente uno de los motivos que lo llevaron a pelear por el futuro de la colonia: “mi hija tenía que salir todos los días al colegio con dos pares de zapatos. Unos para la zona del barro y otros para ir con ellos limpios a la escuela. Eso me movió a empujar junto con Delfín y Lorenzo, hoy desaparecidos, y con Alberto, para lograr una vivienda y una colonia digna”.
¿Y qué queda de aquel sentimiento vecinal de unidad?
“Nosotros sabemos lo que cuesta que te escuchen y poder arreglar las cosas. Fueron años de trabajo para el beneficio de todos. Es muy difícil que se vuelva a dar algo así. Antes todos estábamos igual de mal. Y hoy se puede salir a la calle con un solo par de zapatos porque hubo otros que se preocuparon antes. No sé si todo el mundo es consciente de lo que hubo que luchar. Pero yo soy feliz cada día que paso y piso el adoquín. Porque me costó mucho. Y lo disfruto”.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.