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Seis dueños de clínicas privadas entre los 28 jefes de dermatología, la especialidad más colapsada en la sanidad madrileña

Dermatología simboliza para algunos expertos los problemas de un sistema donde el auge del mercado de pago está debilitando a la sanidad pública. En total, 23 responsables de servicio trabajan en la privada

La consejera de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Fátima Matute, durante su visita al Museo del Hospital Ramón y Cajal, este jueves.
La consejera de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Fátima Matute, durante su visita al Museo del Hospital Ramón y Cajal, este jueves.Carlos Luján (Europa Press)

La sanidad privada tiene un poderoso efecto llamada para los dermatólogos de la pública en Madrid. Seis de los 28 jefes de esa especialidad en el sistema autonómico se han metido a empresarios del sector, según un análisis de EL PAÍS. Combinan su trabajo en hospitales públicos de la región con la gestión de clínicas privadas. El caso más llamativo es el del doctor Pedro Jaén, que ha montado una red de cuatro clínicas y dos centros de cirugía en la capital, donde trabajan 89 personas, entre ellos 17 de los 27 médicos a su cargo en el departamento de dermatología del Hospital Ramón y Cajal. Los otros cinco gestionan en sus clínicas equipos de entre cuatro y diez sanitarios. En cuanto a los demás jefes de servicio, muchos también participan en la sanidad de pago. Ocupan puestos gerenciales en grandes hospitales privados o pasan consulta por libre. En total, al menos 23 de los 28 combinan práctica pública y privada, según el análisis de fuentes abiertas y del Registro Mercantil hecho por este periódico. Esta convivencia se da en una especialidad con un serio problema de saturación. Dermatología es el área con más pacientes en lista de espera en la sanidad pública de Madrid ―105.329, es decir, casi uno de cada siete, en un sistema con más de 30 ramas―. La situación plantea una cuestión trascendente que afecta no solo a dermatología: ¿perjudica la doble actividad de estos médicos al servicio público?

Esta pregunta genera incomodidad en un colectivo que suele ver la práctica privada como una oportunidad para mejorar sus ingresos. Combinar la actividad pública con la privada es legal en España y la mayoría de países avanzados y algunos creen que es utópico introducir la exclusividad, porque llevaría a huelgas de médicos. Sin embargo, el debate sobre los posibles perjuicios de la doble práctica es relevante en un momento de creciente peso del mercado de pago: un 40% de madrileños ya tiene un seguro privado de salud, seis puntos más que en 2019, lo que convierte a esta región en la número uno para este sector.

Muchos creen que, por ese interés personal de los médicos, se ha normalizado una práctica que debilita al servicio público. Y algunos hablan por experiencia directa, como Sergio García Vicente, un médico que ha sido gerente de hospitales públicos y privados en la región de Valencia. Advierte de que observó durante años un claro conflicto de intereses. “Este tema me duele bastante porque el doctor que tiene esa doble práctica al final acaba dañando al sistema público”, dice García Vicente, miembro de la Asociación de Economía de la Salud. “¿Dónde vas a ganar más? Al final acabas haciendo dejación de funciones en el servicio público”.

Otro caso de un médico que compaginó ambas actividades y acabó denunciando los daños de esta práctica es el cardiólogo inglés John Dean. En 2015, causó una polémica al escribir un artículo de opinión en el British Medical Journal en el que advertía de que era inmoral mantener ambos trabajos. Los argumentos de Dean, reseñados en un artículo reciente de las economistas Ariadna García Prado y Paula González para la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, giraban en torno a los incentivos perversos identificados previamente por otros expertos: los profesionales pueden eludir tareas o poner poco esfuerzo en su desempeño (tras horas de trabajo en el sector privado), pueden aumentar estratégicamente la lista de espera para que más pacientes estén dispuestos a pagar por un tratamiento privado, o pueden derivar pacientes privados al sector público para realizarles pruebas concretas que resultan onerosas para las clínicas privadas.

Dean explicó que su conciencia no le dejó seguir compaginando ambas actividades. “Por mucho que tratara de cumplir con mis propios estándares éticos y morales, no podía quitarme de la cabeza que estaba involucrado en un negocio donde la conducta de algunos era tan deshonesta que rozaba lo criminal: los avariciosos aprovechándose de los necesitados”.

Al margen de si esta práctica corrompe o no, las jornadas laborales tan extensas pueden perjudicar la calidad asistencial, lo que llevaría a situaciones en las que se cometen errores, tanto de diagnóstico como de medicación. Se supone que los jefes deben hacer su jornada en los hospitales públicos entre las ocho de la mañana y las tres de la tarde.

Los datos analizados por este periódico sugieren que algunos hospitales con jefes empresarios suelen tener un rendimiento muy pobre. Tres destacan por un desempeño muy inferior a la media. En la lista de los 28 hospitales, la media de pacientes vistos por un dermatólogo del Sermas fue de 3.158 pacientes en 2023. El penúltimo hospital en ese ranking es el Clínico San Carlos (2.046), cuya unidad de dermatología está dirigida por Eduardo López Bran, dueño de la clínica Imema.

De acuerdo con otro parámetro, los días que espera un paciente, la media de los 28 hospitales era en septiembre de 85 días, El peor hospital fue el Ramón y Cajal (261 días de media), que está dirigido por Pedro Jaén, el fundador y director del Grupo Pedro Jaén SA; y el antepenúltimo fue La Paz (166 días), dirigido por Pedro Herranz Pinto, que administra dos negocios médicos; Láser Médica Segovia y HBN 39 Especialidades Médicas.

Los otros tres jefes empresarios son Pablo de la Cueva, del Infanta Leonor (Vallecas), que es dueño de Dermacue (es sexto por la cola en productividad y décimo por la cola en espera media); José Luis López Estebaranz, del Hospital Fundación de Alcorcón, fundador y director de DermoMedic Center (es el décimo peor en productividad y tiene buenos datos de demora media, el séptimo mejor) y Agustina Segurado, jefa en el Hospital del Sureste (Arganda), y dueña de Sclinic (tiene los números más decorosos de los empresarios: novena mejor en productividad y octava mejor en demora media).

Estos seis empresarios dirigen clínicas con un equipo de médicos a sus órdenes. Con diferencia, la mayor compañía es la de Pedro Jaén, quien dirige a 77 médicos y factura 17 millones de euros al año. Las clínicas suelen encontrarse en zonas pudientes de Madrid como Salamanca o Chamartín.

Fuga a la privada

La situación general de la especialidad ha empeorado mucho desde el shock de la pandemia. La demora media total en los 28 hospitales madrileños era en 2019 de 37 días y ahora es de 85 días. En toda España es la segunda peor especialidad en cuanto a tiempo medio de espera, 118 días, solo superada por neurología (125 días). Los expertos señalan que esto se debe en parte a una preocupación mayor por manchas y lunares con potencial cancerígeno. Al mismo tiempo, ha continuado el bum de la estética, que supone una oportunidad de negocio privado muy lucrativa para estos profesionales.

Los datos recabados por EL PAÍS sugieren una práctica combinada del 82% en la dermatología de Madrid, mucho más elevada que la media en España. La Organización Médica Colegial informa de que un 37% de sus colegiados compaginan los dos ámbitos, según los datos que compila de los colegios de médicos de España. Sin embargo, ese porcentaje puede ser inferior a la realidad. El Colegio de Médicos de Madrid está reformando su sistema de recopilación de datos porque hasta ahora los colegiados marcaban en el formulario una de dos casillas: práctica privada o pública.

Otras estadísticas muestran que se ha intensificado la competencia de la red privada por captar sanitarios de la pública. El empleo privado de médicos especialistas estaba en torno al 30% del total en 2021, con un incremento desde 2018 del 7%, frente a la caída del empleo público del 1,7%, según un informe elaborado para el Ministerio de Sanidad.

El poder de atracción es tan fuerte que la sociedad científica del ramo, la Academia Española de Dermatología y Venereología, advierte de que cada vez más dermatólogos optan por dedicarse solo a la privada. “Cuesta retener a los profesionales, sobre todo en los hospitales comarcales”, afirma José Manuel Carrascosa, vicepresidente de esta asociación. “Para muchos, ha dejado de resultar atractiva la dermatología pública”. Según el informe Oferta y demanda de empleo en España, que elaboran Adecco e Infoempleo, los dermatólogos son los médicos mejor pagados de España, con un sueldo medio de 72.122 euros brutos al año.

María Cordón, vocal de ejercicio libre en el Colegio de Médicos de Madrid, ve el caso de dermatología como un claro ejemplo del desplazamiento de médicos de la pública hacia la privada. También observa que el fenómeno del médico empresario está creciendo, impulsado por la mayor demanda de la población y por el malestar de los profesionales con los seguros sanitarios, que se resisten a actualizar las tarifas que les pagan por consulta. “Hace meses que en el Colegio creamos una Mesa de la privada y me ha sorprendido que somos muchos empresarios”, dice Cordón. Ella fundó en 2019 una clínica generalista, Blue Healthcare.

Cordón no cree que la compatibilidad corrompa a los médicos y defiende la profesionalidad de los jefes de servicio que combinan las dos prácticas “a costa de estar hasta las ocho o las nueve de la noche pasando consulta privada”. Para reducir las listas de espera en la pública, ella aboga por más cooperación público-privada, por ejemplo por medio de derivaciones a centros privados de los pacientes en cola.

García Vicente defiende que la solución para evitar corruptelas es más control. “Los gobernantes deben hacer una labor de auditoría que lamentablemente no se hace, porque se da preferencia al bienestar de estos médicos y a la paz social dentro del hospital por encima de los pacientes, que al final son los que terminan pagando el pato”.

¿Tiene más información? Escriba a los autores a fpeinado@elpais.es y a njimenez@formacion.elpais.es

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