Aprender a vivir sin piernas de la noche a la mañana: “Perder un miembro también tiene un proceso de duelo”
El hospital de La Paz cuenta con un programa de acompañamiento psicológico específico para amputados en el que se ayuda al paciente y a la familia a aceptar la falta de una extremidad


Un hombre de 64 años sufrió el 24 de febrero un accidente en un aparcamiento en el que un todoterreno lo arrolló por detrás y le produjo la amputación total de una pierna y parte de la otra. Un instante traumático en el que la víctima pasó de estar sacando cosas tranquilamente de su maletero, a ser embestido de forma salvaje. Fuentes sanitarias confirman que el reimplante de los miembros no es posible y ahora se abre un horizonte nuevo e inesperado en la vida de este paciente. El hospital de La Paz, al que fue trasladado, cuenta con un programa especial de acompañamiento a las personas con una amputación en el que psicólogas y psiquiatras ayudan al paciente y a su familia en esta nueva etapa. “Perder un miembro también tiene un proceso de duelo”, asegura Ana Hospital Moreno, psicóloga clínica de este programa. “Les ayudamos a saber que, aunque hayan perdido una parte de su cuerpo, siguen siendo ellos mismos”, añade.
Pero este duelo no siempre transcurre como indican los libros. Junto con su compañera psiquiatra Ángela Palao, que es experta en psicooncología y dolor crónico, Hospital se encarga, en muchas ocasiones, de acompañar a los cirujanos a la hora de dar la noticia de la pérdida de una extremidad. Ambas hablan sobre su trabajo diario, sin referirse a un caso específico. “Lo primero es un estado de shock en el que anticipar todo lo que va a suceder no suele servir para nada, hablar de prótesis o de rehabilitación en una primera conversación no suele ayudar, lo importante es ubicar al paciente en cada momento”, apunta Hospital. Las dos especialistas señalan que, a veces, el grueso de su atención no se da en esos primeros momentos, sino unos meses después, cuando tiene que amoldarse a su nueva vida, hacer obras en casa o adaptarse a una prótesis.
Las especialistas ven cada día a uno o dos nuevos pacientes que han sufrido una amputación, muchos de ellos víctimas de accidentes de tráfico, la situación más traumática porque no ha habido un trabajo previo de aceptación, como sí ha podido existir en casos de cáncer, por ejemplo. “En muchas ocasiones, además, son gente joven. Un chaval que está en una rotonda, pasa un coche y le deja sin brazo”, explica Palao. En ese primer momento se mezclan muchas emociones y todas son válidas. Rabia, anhelo por el miembro perdido, ansiedad... Y una pregunta que surge a menudo: “¿Por qué a mí?”. “El cerebro tiende a buscar respuestas que a veces no existen”, apunta Palao.
La edad también influye en las preocupaciones y el trayecto personal que va a experimentar cada persona amputada. “El momento del ciclo vital influye, para alguien joven es importante su imagen corporal porque para él tienen más relevancia las interacciones sociales, incluso se va a exponer de nuevo a relaciones de pareja, tiene otra proyección de futuro. Una persona mayor piensa en general más en su autonomía, además han tenido más experiencias en la vida, han podido sufrir otras pérdidas y es otro modo de afrontarlo”, detalla Palao.
¿Influye en la recuperación qué extremidad queda amputada? En general, sí, pero depende mucho de cada paciente. César Casado es cirujano especialista en reimplantes en La Paz y en su experiencia ha visto todo el abanico de reacciones. “Hay gente que lleva fatal perder un trozo de dedo o de oreja y, sin embargo, otros toleran bien que le hayan amputado las piernas porque se adaptan muy bien a las prótesis. Cada día nos cruzamos a decenas de personas amputadas y ni nos enteramos”, apunta. “Lo más difícil suele ser perder la mano dominante, porque es lo que más te recuerda día a día la pérdida, es la extremidad que más necesitas y además las manos están muy presentes a nivel cerebral”, indica Hospital, la psicóloga clínica.
En términos estrictamente quirúrgicos, Casado explica que reimplantar una pierna no entraña más dificultad que otra extremidad, pero que cuando vuelven a unir segmentos muy amplios del cuerpo, existen riesgos como una isquemia —falta de riego sanguíneo— o suelen necesitar muchas más cirugías en los meses sucesivos. “Corres el riesgo de convertir a alguien en un paciente crónico por un empecinamiento como médico, cuando la alternativa con prótesis y rehabilitación es relativamente buena y se recupera funcionalidad”, señala el médico. El especialista no ha participado en la atención al herido en el accidente de finales de febrero en Madrid, pero apunta que las amputaciones por una situación catastrófica, como es una colisión como la que sufrió, suelen ser inviables por el estado en el que quedan las extremidades.
Hospital y Palao llaman la atención sobre un importante factor de recuperación: el entorno del paciente. “El entorno nos ayuda mucho a conocer al paciente, a saber si es una persona a la que le gusta saber toda la información o no, cómo ha afrontado otras situaciones complicadas y si es tendente a la ansiedad, por ejemplo”, explica Hospital. Palao hace un llamamiento a la confianza en los propios afectados: “La mayor parte de las personas tienen recursos propios para sobrellevar estas situaciones, y la mayor parte de las familias cuentan con recursos emocionales para acompañarles. Hay que confiar en las personas y en sus herramientas”.
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