‘Hoya’, la liana con flores de cera perfumadas que regalaban las abuelas
Es recomendable colocar estas plantas en macetas más bien pequeñas al pie de una ventana, con luz intensa y sin sol directo para estimular su floración semanal
La familia es la familia. Y uno difícilmente escapa al designio marcado por la genética. Cuando hablamos de las plantas apocináceas es fácil quedarse prendado por la variedad de formas y colores de las especies que la integran. La adelfa (Nerium oleander), la vincapervinca (Vinca minor) y el jazmín estrella (Trachelospermum jasminoides) son algunas de ellas, pero hay que saber algo más de otra apocinácea: la flor de cera (Hoya carnosa). La mayoría de los centenares de especies de Hoya crecen en el sudeste asiático y Oceanía. Muchas provienen de China, siendo la mayoría de ellas lianas epífitas, es decir, plantas que crecen sobre los árboles, utilizándolos como soporte para vivir.
“Tengo una maceta con una planta muy verde que no sabía qué era, de hoja muy gruesa, que fue herencia de mi abuela Virtudes. Ella tenía muchísimas plantas preciosas en un balcón pequeño en el barrio madrileño de Campamento, que era el más bonito del vecindario”, cuenta la periodista de EL PAÍS María Porcel. “Un verano, de repente, me encontré con una flor rosada, carnosa”, continúa relatando sorprendida Porcel, “que no entendía de dónde salía”. La planta en cuestión se trata de una flor de cera (Hoya carnosa), la especie más popular dentro de este género.
Quien ha contemplado alguna vez una de sus inflorescencias no olvida el impacto que suele causar debido a varias características que la hacen única: su textura, que da la sensación de estar hecha realmente de cera; su aroma, muy potente y dulzón; y la forma de cada una de sus flores: estrelladas y de colores delicadísimos. “Descubrí la flor de cera por internet, y la encontré en un vivero en Almería. Compré una, me floreció y me encantó”, describe la coleccionista de plantas Isabel Claros su enamoramiento con el género Hoya. La gestora del vivero Eurotropicalplants comenzó entonces su idilio botánico: “Me hice con muchas plantas en viveros”, rememora Claros, “pero muchas las importé de Tailandia, sobre todo las especies más raras. Como vi que a la gente les encantaban me decidí a venderlas online”.
Ante el inmenso número de especies y de variedades disponibles dentro del género, Claros recomienda tres flores de cera perfectas para las personas principiantes. Comienza por Hoya carnosa, de la que afirma que es “la mejor y la más fácil”. “Muchas de las que la gente cultiva en sus casas vienen de los jardines de las abuelas, ya que ellas las regalaban”, explica Claros. Es una planta muy vigorosa que en su región de origen puede desarrollar tallos de hasta seis metros de largo, aunque en nuestro salón se queda muchísimo más pequeña, lógicamente.
Claros aconseja también Hoya kerrii. Puede que no tengamos conocimiento de esta planta, pero es muy posible que la hayamos visto en el día de San Valentín. En las floristerías suelen venderse sus hojas con forma de corazón, enraizadas en una pequeña maceta, como símbolo de amor. A pesar de ser un esqueje después no desarrolla una planta completa, “ya que no suelen cortar un trocito de tallo para realizar ese esqueje”, especifica Claros.
Para finalizar la tríada de especies de flores de cera fáciles de cultivar esta experta sugiere Hoya pubicalyx, porque “florece muy fácilmente, igual que Hoya carnosa”. Esta especie cuenta con unas inflorescencias de tonos rosados claros y fuertes con un magnetismo que es mejor no mirar si no queremos llevarnos una a casa. Porque es allí, en el interior de los hogares, donde las flores de cera viven a gusto. Estas especies señaladas crecen mejor entutoradas en arcos de bambú, a los que se enredan los nuevos tallos que generen las plantas.
Claros repasa las condiciones idóneas para que crezcan y florezcan sin parar: “En cuanto a la iluminación, lo mejor es colocarlas al pie de una ventana, con luz intensa y sin sol directo”. Y apunta: “Se pueden sacar al exterior en los meses más cálidos”, para acelerar su crecimiento y su floración. ¿Y qué hay del agua que necesitan? La experta resuelve las dudas: “No les gusta el agua estancada para nada. A medida que baja la temperatura y se acortan los días vamos bajando la cantidad de agua. Con menos de 10°C hay que dejar de regar, aunque eso no suele ocurrir en el interior de las casas”. Un método muy sencillo para saber si la planta necesita agua es observar la superficie de las hojas, ya que algunas de las especies avisan de la falta de riego al quedarse con menos tersura. Para evitar esa agua estancada, Isabel Claros recomienda “un sustrato muy drenante, sin perlita, y a base de fibra de coco”. “Lo mejor es cultivarla en una maceta más bien pequeña, para que no acumule una gran cantidad de agua”, asevera.
Para estimular su floración, además de emplear esa maceta pequeña donde las raíces incluso se encuentren un poco constreñidas, Claros utiliza un abono líquido para orquídeas cada 20 días en los meses de primavera y verano. La experta lanza una advertencia: “No hay que podarlas nunca. Los tallos los vas guiando una y otra vez sobre el mismo arco de bambú. Tampoco hay que quitar nunca el pedúnculo donde ha florecido —ese tallito que sujeta a la flor—, sobre ese mismo te vuelve a florecer”. La flor dura algo más de una semana, pero reflorece continuamente. Algo destacable es la abundancia de néctar, muy dulce, como aseguran quienes lo han probado alguna vez.
Por si surge el enamoramiento y la pasión por cuidar de más flores de cera, como le ocurrió a Claros, ella propone otras Hoya espectaculares para aumentar la colección: “Hoya callistophylla, por sus hojas; Hoya retusa, por su originalidad; Hoya aldrichii, porque sus flores parecen hechas de plastilina; Hoya lacunosa, por su increíble aroma a cítricos…”. La lista es enorme, al igual que el interés que tienen estas plantas de flores perfumadas. Por cierto, se pueden esquejar muy fácilmente, lo que las hace perfectas para agasajar a los seres queridos. Como hacían las abuelas.
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