Miriam Al Adib Mendiri, ginecóloga: “No es que las mujeres vivamos a merced de nuestras hormonas, es que no entendemos cómo funcionan”
La también autora lamenta que la medicina todavía siga viendo la salud desde una perspectiva masculina y lineal y en su último libro, ‘Cuando las hormonas se desmadran’, reconcilia a las mujeres con sus perfiles hormonales
Un día alguien llamó rebelde a Miriam Al Adib (48 años, Almendralejo, Badajoz) y ella pensó que era un buen adjetivo para su profesión. Por eso ahora se apoda la ginecóloga rebelde. “Para mí, la rebelión implica cuestionar las prácticas y enfoques que no consideran la perspectiva integral de la salud de la mujer, que abarca aspectos biológicos, psicológicos y sociales”, cuenta esta extremeña, hija de padre sirio y madre española; que, además de pasar consulta, escribe libros, da charlas, es profesora en el Máster de Sexología de la Universidad de Extremadura y estrella de las redes sociales. Desde TikTok e Instagram —en cada una de ellas acumula más de 190.000 seguidores— habla de salud sexual a un auditorio joven, y no tan joven, que todavía se sigue haciendo muchas preguntas.
Hablemos de vaginas (Anaya Multimedia, 2019), Hablemos de adolescencia (Anaya Multimedia, 2022), Hablemos de nosotras (Anaya Multimedia, 2022), Hablemos de menopausia (Anaya Multimedia, 2023), son los títulos de sus libros más divulgativos. Con el poemario Mosaico rojo, negro, blanco (Anaya Multimedia, 2022) expresa los procesos sexuales y reproductivos de las mujeres a través de la poesía. En su nuevo libro, Cuando las hormonas se desmadran (Alienta Editorial), la ganadora durante tres años consecutivos del premio a la mejor ginecóloga de España, concedido por la plataforma de medicina online Doctoralia, reconcilia a las mujeres con sus perfiles hormonales.
Al Adib cree que la medicina todavía sigue viendo la salud desde una perspectiva masculina y lineal y está convencida de que las mujeres han pasado de ser objetos reproductivos a objetos hipersexualizados, en un mundo donde el sexo se ha banalizado y desprovisto de su parte afectiva y emocional.
Pregunta. Leyendo su libro, una se da cuenta de que las hormonas intervienen en muchos procesos del organismo. Además de en el sistema endocrino, tienen un importante papel en el sistema nervioso y en el inmunológico. Y son muy versátiles. Algunas se comportan también como neurotransmisores y pueden actuar sobre distintos receptores, dando lugar a distintas respuestas. ¿Hasta dónde llega el poder de las hormonas?
Respuesta. Cuando decimos hormonas sexuales, pensamos en todo lo que tiene que ver con nuestro aparato reproductor, pero estas hormonas influyen en casi todos los sistemas del organismo: el nervioso, el cardiovascular, el metabolismo del hueso, el inmunológico. Es decir, que las hormonas sexuales tienen una función en todo el cuerpo y la mente. Hombres y mujeres tienen sistemas hormonales diferentes. En las mujeres, las hormonas sexuales que predominan son los estrógenos y la progesterona, en esa ciclicidad durante la edad fértil; mientras que en los hombres son los andrógenos, aunque de una manera más lineal. Esto implica que las máximas diferencias entre los dos sexos vienen de la comprensión del sistema hormonal; y que debido a esto, hombres y mujeres no tienen el mismo cerebro, ni sistema inmunológico, ni nervioso, ni cardiovascular. Sin embargo, la medicina y la ciencia han estudiado el modelo de salud y enfermedad en el patrón masculino, extrapolando las conclusiones a las mujeres. Sin tener en cuenta que nuestro metabolismo va de otra manera, debido al sistema hormonal. Socialmente pasa lo mismo. Hay una manera de entender la salud como algo lineal, siempre igual, y de ahí salen todas estas ideas de que las mujeres están locas, son unas histéricas y no hay quien las entienda.
P. Si hay un campo donde la perspectiva de género es imprescindible, hasta el punto de que puede salvar vidas, o todo lo contrario, ese es el de la medicina y la investigación científica; porque es bastante frecuente que los ensayos clínicos no tengan muy en cuenta la diferenciación por sexos. Especialmente, en el campo de la inmunología, ya que las mujeres reportan más efectos secundarios en las vacunaciones, porque tienen un sistema inmunitario diferente al del hombre: mucho más potente, pero que desata más reacciones autoinmunes. ¿Es la ciencia misógina?
R. Estoy haciendo una tesis doctoral del tema de las vacunas covid. Hicimos un estudio en Extremadura sobre 17.000 mujeres vacunadas y la mitad había tenido alteraciones de la menstruación, aunque los expertos mantenían que no tenían nada que ver con las vacunas. Por otro lado, la primera causa de muerte en las mujeres son los trastornos cardiovasculares, que no siempre se diagnostican bien porque los síntomas son diferentes a los de los hombres y entonces se les llama atípicos en los libros. A todo esto hay que sumar el hecho de que, socialmente, a las mujeres se nos ve como unas quejicas, unas locas, y esto ha derivado en una normalización de nuestros problemas. Si la regla te duele es normal, son cosas de las hormonas. O con el adjetivo psicosomático, se explica todo. Esto pasa con la endometriosis, el hipotiroidismo, la anemia. Todo lo que refiera dolor, cansancio, síntomas de tristeza es muy fácil que, antes de descartar alguna enfermedad orgánica, se le derive al campo de la psicología o se le ponga remedio con un antidepresivo.
P. Existe la creencia popular de que las hormonas afectan más a las mujeres, a las que se nos retrata como víctimas irremediables de las fluctuaciones hormonales. ¿Hay algo de cierto en esta creencia?
R. No se trata de si afecta más o menos. Se trata de que no entendemos el orden hormonal femenino. Si yo tengo un síndrome premenstrual o un trastorno disfórico premenstrual, como no lo estudiamos ni lo entendemos, ni hablamos de esto, la que lo sufre se queda con la etiqueta de rara o hipersensible. Lo más importante es no patologizar las cosas que son normales y no normalizar lo que es patológico. Es perfectamente normal que, en determinamos momentos del ciclo, la mujer se sienta más activa, creativa, con más energía, y en otros esté más cansada. Lo que pasa es que el modelo de mujer que se nos impone es la mujer lineal e hipersexualizada, muy patente en los anuncios de compresas o tampones, donde pareciera que las mujeres con la regla solo quieren hacer el pino y ponerse la ropa más ajustada, y las que necesitan un descanso extra, o no tienen esa actitud, parece que están enfermas. Claro que esto no puede ser una excusa para no hacer caso a la mujer cuando se siente mal, tiene dolor, mala calidad de vida y puede haber sospecha de que tenga un trastorno.
P. Imagino que el hombre también sentirá el influjo de las hormonas en ciertos momentos de su vida: adolescencia o madurez. Sin embargo no se habla de este tema. ¿Por qué? ¿El mito del hombre fuerte y duro en oposición a la mujer débil y enfermiza?
R. Sí, el modelo ideal de salud es una persona joven y lineal. Es cierto que en la madurez masculina hay también un descenso de andrógenos, aunque de manera más tardía que en las mujeres, pero esto también implica cambios en el organismo. Les puede bajar la libido, la fuerza muscular. Aunque todo dependerá de cada uno, de cómo se cuida, de su alimentación, de si hace ejercicio físico o no. Hay envejecimientos más saludables y activos que otros.
P. En su libro habla de la endometriosis, un trastorno que produce mucho dolor y resta mucha calidad de vida a las mujeres que la sufren. Dice también que el 50% de las mujeres que la padecen han tardado una media de ocho años en saber lo que tenían. ¿Es este el trastorno femenino más infradisagnosticado?
R. La endometriosis es una enfermedad paradigmática, en el sentido de que aquí se ve como en la medicina estamos siendo muy tecnocientíficos. Es decir, el diagnóstico se basa en lo que se ve en una ecografía y, si no se ve nada, el dolor se lo está inventando la paciente. De hecho, si se escucha a la paciente y se ven los síntomas, ya se puede sospechar la enfermedad, aunque sea más difícil diagnosticarla. Si hago una ecografía a una mujer con sospecha de endometriosis, voy a hacer una ecografía más específica para buscar eso. Me fijaré en la forma del útero, o si ese útero tiene alrededor algún tejido cicatricial, para buscar signos indirectos de la endometriosis. En cuanto a si es la más infradiagnosticada, pues no es la única. Tenemos también el liquen vulvar, una patología que da mucho prurito y quemazón en la vulva, donde también pueden salir grietas, y puede hacer que las relaciones sexuales sean dolorosas. Está también muy infradiagnosticada y se confunde con hongos, por lo que se recetan antifúngicos sin ninguna mejora. Y está el llamado hipotiroidismo subclínico, que de subclínico no tiene nada, cuyo diagnóstico se basa en un número que da un análisis hormonal. Pero hay mujeres que fuera de ese rango hormonal sí que tienen síntomas de hipotiriodismo y no se las está tratando. Y como entre sus síntomas están la sensación de tristeza y cansancio extremo, acaban tomando psicofármacos en vez de ponerles el tratamiento para la tiroides. A las mujeres se las psiquiatriza muy alegremente. De esto no se habla. Se dan pocas alternativas a los problemas femeninos y todo se quiere resolver con anticonceptivos, analgésicos y psicofármacos. Por eso yo defiendo un tratamiento integral y multidisciplinar, siempre que sea necesario.
P. ¿Son las hormonas las que rigen nuestra vida sexual o es nuestra vida sexual la que afecta a la producción de hormonas? Me refiero a temas como el deseo, que se relaciona mucho con estas sustancias.
R. Cuando estudias a fondo el organismo, te das cuenta de que nada es lineal. Es muy difícil decir que esto es la causa de aquello, de un solo factor. Y cuando te metes en el tema del deseo sexual, mucho más, porque el deseo es algo multifactorial. En el deseo influyen las hormonas, la pareja, la personalidad, el cerebro, el estrés. Por eso cuando muchas mujeres llegan a la menopausia le echan la culpa a las hormonas de su falta de deseo. Pero si empiezas a preguntar, resulta que quizás tienen una vida sexual monótona o inexistente con la pareja; o tienen molestias con las relaciones (sequedad) y no hacen ningún tratamiento de hidratación de la vagina; o, tal vez, tienen mucho estrés porque tienen que cuidar de un familiar mayor. Y ya solo eso te quita el deseo. Pecamos de meter todas las piezas en el mismo saco. Las hormonas pueden favorecer el deseo y uno puede favorecer la producción de hormonas, más allá de las sexuales. Me refiero a la oxitocina, dopamina o serotonina, que tiene mucho que ver con el placer. Por ejemplo, si tengo una pareja nueva en la menopausia, aunque tenga menos estrógenos, mi deseo aumentará, porque nada le gusta más al cerebro que la novedad.
P. Hablemos de las hormonas del enamoramiento. Oxitocina, dopamina, feniletilamina (la droga del amor, con efectos similares a las anfetaminas) o la norepinefrina. ¿Cuál es la más importante?¿Puede uno pensar con claridad cuando está en la fase de enamoramiento?
R. ¡Jajajaja! Esa no es la mejor época para tomar decisiones importantes. Pero, dependiendo de la edad y la experiencia, el enamoramiento se vive de distintas maneras. En consulta veo a mujeres mayores que se enamoran; pero, al mismo tiempo, saben que están en esa fase un poco loca y, desde esa comprensión, lo disfrutan. Es decir, son capaces de dejarse llevar por la parte más impulsiva y visceral sin perder la parte racional. Lo que yo llamo, en el libro, enamoramiento nivel diva. No tienen miedo de perder a esa persona, no hay esa sensación de inseguridad que puede tener alguien más joven. Por eso yo digo que hay mujeres que, en su menopausia, tienen un verdadero despertar sexual, que ya quisieran muchas jóvenes. Sin perder la perspectiva de la integración, yo diría que la hormona más potente es la feniletilamina. Esa es la responsable del enganche, del amor ciego. La oxitocina es la hormonal del amor, pero de todos los tipos de amor (no solo el sexual); y la norepinefrina es la de las mariposas en el estómago, la que te quita el hambre. Y, por supuesto, el deseo está muy conectado con la testosterona.
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