Todas las eras de Dior irrumpen en los Países Bajos: del vestuario de Marlene Dietrich a los modelos de Galliano
Una nueva exposición en el Kunstmuseum de La Haya sigue la evolución de estilo de la icónica casa de moda francesa, desde la primera colección de Christian Dior hasta entablar un diálogo con su diseñadora actual, la italiana Maria Grazia Chiuri
En plena temporada de las semanas de la moda que se suceden en diversas capitales europeas, Dior irrumpe en los Países Bajos con una exposición única. Organizada por el Kunstmuseum de La Haya, la muestra recorre la obra de Christian Dior (1905-1957), fundador de la casa francesa de moda homónima, y de sus sucesores, para entablar un diálogo con la directora creativa actual, la italiana Maria Grazia Chiuri. Nombrada en 2016, se convirtió en la primera mujer al frente de las colecciones femeninas en la historia de la marca y, desde entonces, ha imprimido su sello a unos modelos que mantienen los fundamentos originales de la casa.
Titulada DIOR, una nueva imagen, la muestra abre al público este sábado 21 de septiembre —hasta el 26 de junio de 2025— y sigue la evolución de esa expresión, el New Look, con que fue bautizada la primera colección presentada por el diseñador en 1947 en París. Apenas dos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, lanzó una chaqueta ―llamada Bar― de hombros redondeados y ajustada a la cintura, y una falda a juego con mucho volumen. En una Europa que trataba de recuperarse de la devastación de la contienda, los metros de tela necesarios para un modelo así generaron cierto rechazo. El conjunto abandonaba, además, el estilo rígido y austero del momento. A pesar de esas críticas, sus creaciones fueron un éxito, refrendado a medida que pasaba el tiempo y las privaciones sociales se aliviaron. “Es una auténtica revolución, querido Christian. Tus vestidos tienen una imagen tan nueva [such a New Look]”, le dijo Carmel Snow, directora de la revista de moda estadounidense Harper´s Bazaar.
Dispuesto en la primera sala de la exposición, esa combinación original preside una batería de piezas similares de épocas posteriores, reinventadas por todos los directores creativos que sucedieron a Dior. Desde Yves Saint Laurent, que tomó las riendas en 1957, a Marc Bohan, Gianfranco Ferré, John Galliano y Raf Simons, hasta llegar a Chiuri. De Galliano, por ejemplo, cuelga un exuberante modelo en tafetán de seda azul y falda con abundantes tiras de seda aplicada en círculos, adquirido por el museo en 2010. Era una versión restallante del modelo Bar. A Maria Grazia Chiuri le gusta mostrar la influencia de las mujeres que le inspiran y, en su debut en 2016, combinó una camiseta con el lema “Todos debemos ser feministas” con su visión de la misma chaqueta.
“En una casa de modas consolidada tienes que ser creativo y mantener al mismo tiempo el ADN original”, dice Madelief Hohé, conservadora del museo y de la exposición. Según ella, Chiuri diseña para una mujer de 2024, no la de los años cincuenta. “Son piezas llevables en las que se inspiran otras marcas más asequibles, y eso es bueno para el ciclo de la moda”, asegura. Visto de cerca, sin embargo, dice que se reconoce de inmediato el New Look original y combinar ambas cosas le parece una genialidad. Con algunos vestidos de noche de Christian Dior era difícil andar. Es una característica que sus sucesores también han limado.
Dior es una de las marcas más copiadas de la historia de la moda, y eso tiene una explicación. “Era un hombre de negocios al que no le preocupaba que lo hicieran siempre que se hablara de él, y así consiguió llegar a otros lugares, como Estados Unidos”, explica César Rodríguez, experto en restauración de moda y textiles del Kunstmuseum. Para lograrlo, Dior vendía los patrones de líneas que no eran de alta costura, sino denominadas Boutique a diversos países. Obtenían así el derecho de producción de sus vestidos, aunque bajo esa marca especial. “Otras casas menos conocidas compraban bajo licencia esos patrones. Luego seguían unas instrucciones ―como una especie de Ikea actual― para montar los vestidos”, añade.
Era un acuerdo pionero en su momento, pero solo podían poner la etiqueta de Christian Dior si pagaban por ello. “De todos modos, esas interpretaciones de sus vestidos, porque siempre había algún cambio, le parecían la mejor promoción”, afirma Rodríguez. Por el contrario, otros de sus colegas de profesión de la época, como el español Cristóbal Balenciaga, “siempre renegó de las licencias porque sostenía que sus piezas eran únicas”, recuerda Rodríguez. La visión de Dior tuvo un éxito sin precedentes, y en 1952 su casa sumaba la mitad de las exportaciones francesas de moda.
A Dior le gustaban mucho las flores, y no solo diseñó vestidos con bordados que merecen admiración por las bordadoras que pasaron largas horas en su confección. También lanzó un perfume dedicado a su hermana, Catherine. Es Miss Dior, y un frasco original figura en una de las vitrinas de la exposición. Entre las clientas de la casa destacaba Grace Kelly, la actriz estadounidense convertida en princesa de Mónaco por su matrimonio con el príncipe Raniero. Su buena relación con Marc Bohan derivó en varios vestidos con y sin bordados florales. Hay varios de ellos en las salas, y junto a uno de la colección primavera-verano de 1971 se muestra una foto de la princesa junto a su buen amigo y actor Cary Grant.
Antes de Grace Kelly, Dior ya fue el diseñador favorito de otras actrices famosas. Un majestuoso vestido de Marlene Dietrich, que encargó piezas de la colección de otoño-invierno de 1947, luce en una gran vitrina. En 1950 la artista llegó a darle un ultimátum al director británico Alfred Hitchcock sobre la ropa que llevaría en la película Pánico en la escena. Le dijo: “Sin Dior no hay Dietrich”. Su guardarropa en la cinta se hizo tan popular que la productora Warner Bros lo llevaba de gira por Estados Unidos para promocionar el filme. En otra de las salas hay un momento feliz, dado el buen humor de las protagonistas. Se trata de las actrices Elizabeth Taylor y Gina Lollobrigida, que lucieron el mismo modelo en 1961, en el Festival Internacional de Cine de Moscú. Diseñado también por Marc Bohan, él mismo dijo que hizo el de Taylor. Lollobrigida lo había visto en un pase de la colección y encargó una copia en Italia, según indicó. Junto a ambos vestidos hay una foto de ellas sonrientes.
La bisutería de Dior tiene un espacio propio y procede toda de la misma coleccionista, Gisela Weigert. Broches, perlas, pendientes, adornos en forma de animales y de nuevo flores, muchas flores. Entre tantas piezas llama también la atención un vestido, de la colección primavera-verano de 1948. Descubierto durante la pandemia en el Museo de la Moda, MoMu, de Amberes, se llama Flamenco y tiene una falda desigual, con gran volumen y más larga por detrás. En varios tonos de rosa, se utilizaron al menos 48 metros de organdí ―tela de algodón fina y transparente― y ha sido preciso restaurarlo. Casi no han sobrevivido vestidos de esa colección y es la primera vez que se ha prestado para exponerse fuera de Bélgica. La muestra es exclusiva del Kunstmuseum y no saldrá de momento al extranjero, y para ella han contado también con préstamos de Dior Heritage (los archivos de la casa), el Palais Galliera (el Museo de la Moda de París) y colecciones particulares de Alemania, Bélgica, Mónaco y Estados Unidos.
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