La veinteañera que ha salvado la pastelería más antigua de Barcelona de 200 años
Anna Campos cogió el traspaso y levantó la persiana de este comercio emblemático hace cuatro meses con ganas de continuar su legado en el barrio del Raval


En la vitrina de la pastelería La Estrella luce un pastel con forma de 200. También están listas unas velas doradas con el mismo número en un mostrador interior. La emoción es máxima para Anna Campos (Barcelona, 1999), pero todavía le cuesta creerse que esté en sus manos el presente y el futuro de esta pastelería, la más antigua de Barcelona. La Estrella, en el barrio del Raval, cumplirá 200 años el próximo mayo y hace tan solo seis meses no estaba nada claro que llegara a celebrarlos. El pasado septiembre la tienda, situada en la calle Nou de la Rambla número 32, estaba cerrada y en traspaso, y cuando esta joven pastelera, de 25 años, se enteró de que la antigua propietaria se jubilaba, no dudó ni un segundo en coger el traspaso de este comercio emblemático de la ciudad.
La corazonada de Anna Campos tenía un motivo profundo. Ella trabajó durante tres años, de 2017 a 2021, en La Estrella, catalogada como local emblemático de Barcelona con la máxima categoría de protección. Fue su primer trabajo en un obrador, que compaginó con sus estudios en la Escuela de Pastelería del Gremio de Barcelona (EPGB). Luego se marchó a probar suerte en otros sitios, entre ellos una pastelería francesa con varias tiendas en la ciudad irlandesa de Galway. También montó su propia pastelería en Barcelona, BanAnna Cakes, y justo en septiembre se estaba replanteando la vida.
Andaba Campos dándole vueltas a su futuro profesional cuando una amiga le alertó de que La Estrella hacía semanas que estaba cerrada. Con el cariño que le tenía a este comercio de barrio llamó a su propietaria. Y así fue como le contó que se había jubilado y quería traspasar el negocio. Al saberlo, Campos se comprometió al momento a consultar si era viable encargarse y cuando vio que los números le salían se lanzó de cabeza. A finales de noviembre de 2024, La Estrella volvía a subir la persiana con ganas de continuar su legado ofreciendo pastelería artesana en el barrio.




Si una cosa tenía clara Campos era que para su nueva aventura necesitaba a Judit Servent, amiga y antigua compañera en esta misma pastelería, donde ya había despachado. Las dos coincidieron durante una buena época y entablaron una bonita amistad, que ahora las ha vuelto a unir cada día detrás de los pasteles que tan felices les hacen. Servent está en la tienda y Campos en el obrador. Por ahora son un equipo muy pequeño y Campos, que es la emprendedora, reconoce que le dedica muchas horas al día. Pero asegura que está feliz. “Tenía que ser para mí”, afirma con regocijo.
Solo viendo el escaparate de La Estrella uno tiene claro que está ante una pastelería de toda la vida. Es un lugar con mucha historia. Los techos con molduras y ornamentaciones, la gran lámpara de lágrimas, el mobiliario de madera maciza o las mesitas de mármol recuerdan que este lugar ha endulzado los mejores momentos de muchos vecinos del Raval. La alegría fue máxima para ellos al comprobar que su pastelería no caía en manos de una cadena cualquiera. “Muchos se acordaban de nosotras y nos felicitaron”, cuenta Campos, orgullosa de mantener viva una insignia de este barrio, que ahora está conociendo todavía más. “Hay mucha comunidad, muchas asociaciones y vida de barrio”, dice sorprendida.

De momento, ofrece bollería y pastelería en la misma línea de siempre. Campos llega cada mañana antes de las seis de la mañana para cocer la bollería en un horno que tiene más de 100 años y en su día se encendía con leña. Ofrece un buen surtido de cruasanes, la mayoría de mantequilla rellenos de diferentes sabores dulces y salados, pero también conserva la receta de cruasanes elaborados con manteca de cerdo, que han sido los tradicionales hasta la invasión del francés. Cuenta que en este barrio tienen su público, igual que algunas pastas que llevan cabello de ángel. No faltan en el mostrador ensaimadas, palmeras, tarta de manzana o coca de vidre, muy tradicional en Cataluña.
Seguramente los pasteles más vendidos ahora mismo son la sara, el massini, la sacher o el brazo de gitano y los roscones que elaboran sobre todo el fin de semana. Poco a poco quiere ir introduciendo su sello en este obrador, con otras elaboraciones para ir ampliando la gama. Al menos ya ha incorporado una receta que aprendió en su paso por Irlanda, una golosina que ha bautizado como choco loco y consiste en un bizcocho de cacao con Guiness que lleva una ganache de chocolate por encima. Un bocado coronado simbólicamente por una estrella de chocolate que está teniendo mucho éxito.
No es fácil reseguir toda la historia de La Estrella. Se sabe que abrió en mayo de 1825 y que al principio seguramente vendía productos muy diferentes a los de hoy, entre ellos vino a granel, como la mayoría de las tabernas. Entonces ni siquiera existía la avenida del Paral·lel y en 1900 fue el mismo Gaudí quien se encargó de la reforma de la fachada del edificio. En aquella época, la calle se llamaba Conde del Asalto. En 1916 se hicieron cargo de este comercio los hermanos Josep y Francisco Roig, que más tarde fundarían otra de las pastelerías icónicas de Barcelona, La Colmena. Fue en 1927 cuando la traspasaron a uno de sus empleados, Simeón Pujol, y la pastelería quedó en manos de los Pujol durante 85 años.
Hasta hoy, que La Estrella está en manos de Anna Campos, a quien la pasión por la pastelería le viene de muy pequeña. Todavía conserva su primer libro de recetas, que le regalaron cuando tenía tres o cuatro años y se sabía casi de memoria. Galletas y postres divertidos, de Christine Smith, fue su iniciación tempranísima a las masas y los horneados. Desde entonces supo que quería ser pastelera y cuando terminó Bachillerato se fue directa a la escuela de pastelería. Con tanta precocidad no es extraño que con tan solo 25 años haya salvado del posible olvido la pastelería más antigua de Barcelona. La Estrella está en buenas manos.



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