Pasta con setas, nueces y vermut
Estamos en plena época de setas, frutos secos y cursiladas otoñales. Rendimos homenaje a las tres cosas en una pasta cocinada de una forma poco convencional: como un risotto.
Hay grandes defensores del vermut. Hay también grandes detractores, que lo llaman “vino azucarado”. En un ejercicio de odiosa equidistancia, yo me situaría en medio: no es mi bebercio favorito -me resulta demasiado dulce y, pasados sus efectos benéficos de a mí me gusta el pipiribipipí, llega el dolor de cabeza del paparabapapá-, pero reconozco que tiene sus momentos, especialmente como aperitivo acompañado de encurtidos o patatas fritas.
En mi caso, lo que inclina la balanza para votar sí al vermut es su uso culinario. Pensemos que es una bebida aromatizada, capaz de dejar un rastro en sofritos y guisos más firme que el de muchos vinos. Pensemos que el azúcar que lleva hará más amables determinadas preparaciones. Y pensemos, finalmente, que es barato, por lo que no te arruinas tirándolo a la sartén.
Además de vermut, esta receta incorpora la idea de cocinar la pasta como si fuera un risotto. Nada de cazuelas con litros de agua hirviendo: vamos echando caldo caliente poco a poco y dejando que la pasta se rehidrate y se impregne a la vez de los juguillos del resto de los ingredientes. La ventaja, aparte de lo buena que está, es que obtendrás una salsa cremosa sin necesidad de usar ningún tipo de espesante.
Dificultad: Para mentes maceradas.
Ingredientes
- 360 g de pasta corta (penne, fusili, lacitos o similares)
- 400 g de las setas que te salgan de la ídem
- 50 g de panceta
- 50 g de nueces peladas
- 100 ml de vermut
- 1 litro de caldo de pollo
- 1 diente de ajo
- Sal y pimienta negra recién molida
- Queso parmesano rallado
Instrucciones
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