La sospechosa desaparición en la vida real de Agatha Christie, la reina del misterio
En los once días en los que la escritora estuvo perdida se barajaron todo tipo de posibilidades: desde acusar a su marido, a una estrategia promocional o la obra de un asesino en serie
Los mitos de cualquier campo resucitan una y otra vez por obra y gracia de biógrafos, admiradores, detractores o por aniversarios de fechas clave de su vida. La escritora de misterio Agatha Christie no se ha librado de ello y la última mirada sobre su vida, que fue mucho más normal que la que vivieron los personajes de sus novelas, llega en forma de nueva biografía: tomando como excusa el centenario de la publicación de su primera novela, El misterioso caso de De Styles (1920), se lanza a indagar en los pormenores de la existencia de la escritora británica.
El nuevo libro se titula ‘Agatha Christie: A mysterius life’ (Agatha Chistie: Una vida misteriosa) y está escrito por Laura Thompson. La publicación ha sido descrita en The New York Times como “un libro que crea misterios donde no se encuentra ninguno”. Una explicación que coincide bastante con lo que realmente fue su vida, descrita siempre como una existencia sin grandes misterios personales que ocultar pero apasionante, más allá de que llevara lo que se podría calificar como una apacible vida de mujer burguesa acomodada y sin grandes imprevistos.
Sin embargo si hubo un hecho en la trayectoria de Agatha Christie que nunca se ha aclarado completamente. El 4 de diciembre de 1926, cuando la novelista tenía 36 años, su país natal, Gran Bretaña, vivió unos días de auténtica conmoción cuando se encontró el coche de la escritora abandonado y con un choque frontal en una cantera del condado de Surrey. En el vehículo se halló un abrigo de piel, una maleta pequeña, el permiso de conducir... Pero ni rastro de la escritora que ya era muy famosa.
Durante 11 días no hubo ninguna pista sobre ella y se movilizaron todo tipo de recursos para resolver un misterio digno de una de sus novelas. 500 policías y 2.000 voluntarios civiles participaron en las tareas de búsqueda; se llegó a recurrir incluso a los supuestos poderes de una medium para encontrar alguna pista que condujera a la novelista. Se dragaron estanques, arroyos, se utilizaron perros rastreadores, se barajaron todas las hipótesis, pero durante esos 11 días nadie dio con un hilo del que tirar para resolver lo que se consideraba una desaparición sospechosa y peligrosa, ya que Christie estaba casada y era madre de una niña y todo el mundo daba por hecho que no podía tratarse de una huida voluntaria.
Hubo todo tipo de teorías: un asesinato con su esposo como sospechoso, un crimen a manos de un asesino en serie atraído por la fama de su víctima, e incluso –por cierto la más repetida–, que su desaparición pudiera formar parte de una campaña para promocionar su última novela. Todas estas suposiciones se desbarataron cuando la reina del misterio apareció, ilesa y aparentemente de buen humor, en la elegante ciudad balneario de Harrogate, en Yorkshire, un condado situado al norte de Inglaterra, no muy lejos de donde se había encontrado su coche accidentado. Allí estaba en un hotel registrada bajo el nombre de Teresa Neele.
Los medios la atacaron brutalmente, pero su familia anunció rápidamente que sufría de amnesia, que no había sido capaz siquiera de reconocer a su marido, el expiloto de combate de la I Guerra Mundial Archibald Christie. Las sospechas de que se trataba de una calculada estrategia publicitaria volvieron a arreciar. La verdad detrás de este episodio nunca se ha aclarado del todo, pero algunas teorías apuntan a motivos prosaicos de carácter personal. Al parecer su esposo le había pedido el divorcio días antes de su misteriosa desaparición porque estaba enamorado de una mujer joven con la que jugaba al golf, un hecho que se sumó al fallecimiento reciente de la madre de la escritora. Conocer que su marido tenía una amante y que quería dejarla para vivir con ella la conmocionó. Esta es la versión que siempre ha sostenido el biógrafo Andrew Wilson: “Christie estaba deprimida, padecía insomnio, se sentía sola e infeliz”, y todo ello la condujo a un intento de suicidio.
En el nuevo libro, Laura Thompson apoya esta idea y tras la consulta de los archivos familiares profundiza en el suceso y termina por defender la teoría de que la reina del misterio ideó un plan para intentar recuperar a su marido. Según esta nueva biografía, Christie escribió una carta de despedida a su marido y se marchó de su casa conduciendo su coche, un Morris Cowley de color gris. El suicidio estaba en su mente pero terminó por descartarlo por sus convicciones religiosas. Durmió en el automóvil y cuando despertó a la mañana siguiente soltó el freno de mano y dejó que el coche chocara, se marchó andando hasta la estación de tren más próxima y cogió un tren con destino a Londres. Durante el trayecto escribió una carta dirigida a Campbell Christie, su cuñado, en la que le informaba de que se marchaba a Harrogate a descansar unos días debido a su estado y, tras registrarse allí con el mismo apellido de la amante de su marido, esperó que la intervención de su cuñado provocara que su esposo fuera a buscarla.
No se sabe si Archibald no se movió o su hermano no recibió la carta, no le informó de la misma o no logró convencerlo, pero el caso es que mientras Agatha Christie, esos días Teresa Neele, esperaba, el país y la policía se volvían locos buscándola. Once días tardó su esposo en aparecer en el hotel, ella dijo que no se acordaba de nada y él apoyó la versión de su esposa, nada extraño si se tienen en cuenta las circunstancias. Si se trató o no de una artimaña ha quedado como otro de los misterios de Christie, pero lo que sí fue un hecho es que el matrimonio terminó divorciándose y que Archibald acabó casado con la auténtica Neele (Nact Neele) dos años después del suceso.
La autora de la nueva biografía disculpa el episodio con las siguientes palabras: “Estos 11 días son la creación de un artista, un escritor; y los escritores viven la vida de manera diferente. Sus motivos siempre son mixtos, porque para ellos todo es una historia. Ese es su escape, su libertad. Ese es su camino”. Una excusa muy literaria que no sabemos si resultaría muy válida para aquellos que la buscaron con ahínco si ahora pudieran leerla.
A pesar de este episodio, Agatha Christie resumió su vida como feliz. En su infancia tenía una casa con jardín, unos padres que “se amaban tiernamente”, según dijo ella misma, y “una juiciosa y paciente” niñera. Contrajo un segundo matrimonio con el famoso arqueólogo Max Mallowan a quien conoció en un viaje por Oriente Próximo y con él pasó temporadas en Siria e Irak debido a sus investigaciones y trabajos.
Christie, que ejerció de enfermera durante la Primera Guerra Mundial y convirtió en compañeros de vida a sus personajes de ficción después de cumplir los 30 años, escribió escribió 80 novelas y más de 150 relatos y realizó adaptaciones teatrales de sus novelas: una de ellas, La ratonera, es la obra teatral de mayor permanencia mundial en escena. Ha vendido más de 2.000 millones de ejemplares de sus obras y en 1971 recibió la distinción de Dama del Imperio británico.
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