Polanski, Grace Kelly y el Agá Kahn, cinco décadas de brillo de Puerto Banús
El epicentro del lujo en Marbella cumple su 50 aniversario anhelando su mítico pasado cuando Hollywood y la aristocracia europea se divertían en sus fiestas
En verano de 1970, un singular avión aterrizó en el aeropuerto de Málaga. Estaba pintado de negro y tenía un conejo blanco con pajarita dibujado en la aleta trasera. De él salía el dueño de Playboy, Hugh Hefner, acompañado de un treintañero llamado Roman Polanski y un buen número de mujeres. En esas fechas llegaban también el matrimonio formado por el príncipe Rainiero de Mónaco y la actriz Grace Kelly, multimillonarios como el Agá Kahn IV o Antonio el bailarín. Procedían de mundos diversos, pero tenían un motivo de viaje común: la fiesta de inauguración de Puerto Banús, en Marbella. Una celebración por todo lo alto en la que actuó Julio Iglesias con apenas 26 años. Aquel agosto algo cambió para siempre en la Costa del Sol. Fue una supernova que aún brilla pero que, con el paso del tiempo, ha ido perdiendo intensidad.
El 50 aniversario de uno de los puntos más singulares del litoral español sirve para rememorar la historia de cómo un valle con una playa de rocas y gaviotas rodeada de plantaciones de caña de azúcar y remolacha se convirtió en el epicentro de la jet set, el lugar al que los nombres más relevantes querían ir. Uno de los primeros en disponer de amarre para su yate fue Aristóteles Onassis que frecuentó Marbella junto a María Callas. Luego llegaron muchos más, como el de Adnan Khashoggi. Pero los nombres que se pasearon por el puerto deportivo, el campo de golf, el casino y las viviendas del proyecto incluyen los de Bob Hope, Kirk Douglas, Brigitte Bardot, Gunter Sachs, Stewart Granger, Sean Connery —quien adquirió una vivienda en la zona—, Audrey Hepburn, Liza Minelli, Lola Flores, media realeza europea, incluida la española, y las mayores fortunas árabes. “Es una época que no volverá, pero de cuyas rentas aún vive Marbella”, dice Jorge Lemos, autor del libro Puerto Banús, historia de un ambicioso proyecto.
El anfitrión e ideólogo de la iniciativa fue José Banús, poderoso empresario que participó en la construcción del Valle de los Caídos y que contó con el apoyo del régimen franquista para urbanizar el litoral marbellí en los años sesenta. La maqueta de su gran proyecto turístico, denominado Nueva Andalucía y que incluía una gran oferta de ocio, se podía ver a comienzos de aquella década en una antigua casa de peones camineros donde Banús instaló su primera oficina. Allí le hizo su primera foto Pepe Marpy, entonces un adolescente. “Nos reíamos porque los de aquí no nos creíamos aquel proyecto, era una barbaridad”, recuerda el fotógrafo, que mantuvo una gran relación profesional con el constructor. Documentó la evolución de las obras y, más tarde, las fiestas y vida social del puerto deportivo. Su archivo está compuesto por decenas de miles de fotografías.
La joya de la corona de aquel proyecto urbanístico era un puerto deportivo inspirado en el poderío de Mónaco y la belleza de Saint Tropez, en la Costa Azul francesa. Incluía grandes edificios de viviendas, pero el arquitecto Noldi Schreck —uno de los responsables del diseño de Beverly Hills— se las quitó de la cabeza y las convirtió en pequeños bloques inspirados en Casares, precioso pueblo blanco a pocos kilómetros. “Fue un espaldarazo para la Costa del Sol y Marbella, que se terminó asentando como destino turístico para siempre”, subraya Jorge Lemos, que destaca la figura de Alfonso de Hohenlohe como esencial para que aquello ocurriera. En 1954 había abierto el Marbella Club cuando el turismo apenas existía. Ejerció desde entonces de una especie de relaciones públicas de la localidad atrayendo a estrellas de Hollywood y la aristocracia europea. “Y luego todo eso lo puso en manos de José Banús”, añade el escritor. Banús, eso sí, murió cuando su proyecto seguía al alza y de la irrupción de Jesús Gil en Marbella por encima del bien y del mal y que en los noventa quiso hacerse con la propiedad del puerto deportivo junto a unos presuntos mafiosos. Antes lo había intentado la familia real de Arabia Saudí.
Puerto Banús era el reclamo del lujo, el lugar más divertido. “La pena es que ya nunca volveremos a ver aquello”, dice Pepe Marpy. “Entonces todos querían organizar la fiesta más interesante, la más ostentosa y que todos nos enterásemos. Hoy es todo privado”, dice el fotógrafo. Una de las últimas famosas que se dejó ver en Puerto Banús fue Lady Gaga en 2014, pero familias reales y personajes relevantes siguen llegando de manera más o menos anónima, según su interés. Su poder de atracción continúa: Engel & Völkers Yachting lo situó en 2019 como el puerto más exclusivo (y más caro) de Europa. La concentración de tiendas de las grandes marcas de lujo apenas se repite en otros rincones del mundo e incluso algunas de ellas han lanzado ediciones especiales para celebrar el 50 aniversario. Por ejemplo, Hublot, con dos relojes de 16.000 y 33.000 euros; y Louis Vuitton, con prendas como un vestido tubo rosa valorado en 900 euros.
La familia Vidiella es hoy la propietaria de Puerto Banús. Juan Núñez-Insausti ejerce de consejero delegado y el pasado mes de febrero señalaba que 2020 significaría “un punto de inflexión para sentar las bases del futuro” del puerto deportivo y su entorno. Esos pilares se pretenden sustentar en los millenials con grandes cuentas corrientes. Por ello eligieron a Kitty Spencer, de 29 años y sobrina de Lady Di, como protagonista de su campaña promocional. Por sus calles se puede ver desde a Carmen Cervera a Amaia Salamanca con Rosauro Varo o los hijos de la duquesa de Alba. El año estaba repleto de eventos que culminaban, precisamente en agosto, con una gran fiesta que buscaba rememorar aquella que pasó a la historia hace 50 años. Esta vez, quizá, con los famosos del futuro. La crisis sanitaria lo ha impedido, pero al menos los yates siguen ocupando sus atraques y los Ferraris rugiendo en las calles.
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