2020, el año en el que los famosos mostraron sus poderes y carencias
Acciones contra la pandemia, versiones hilarantes de conspiraciones, aspiraciones y confinamientos de lujo. Las celebridades han mostrado lo mejor y lo peor y han puesto en duda si nos importan
El año 2020 será recordado entre otras cosas, y casi todas más importantes, como aquel momento en que los famosos quisieron ayudarnos a superar una pandemia y la cosa salió regular. Nadie les pidió esa ayuda y, sin duda, ellos no eran capaces de ofrecerla. Estaban pero no se les esperaba. A muchos les cuesta reservar en un restaurante sin la ayuda de tres secretarios y un informático, ¿cómo van a ofrecer soluciones o ni siquiera algo de paz en tiempos como estos? Pero, claro, ser celebridad, y más en el siglo XXI, significa tomar conciencia de un superpoder. En ocasiones, ese superpoder se reduce a acumular muchos Me gusta en Instagram o colocar tu nombre en un pintalabios, pero, bueno, Batman tampoco parece capaz de demasiadas cosas excepcionales, y ahí está el tío, jugando en la misma liga que Hulk o Superman.
Estalló, pues, la pandemia, llegó el confinamiento en casi todo Occidente —en Suecia simplemente apareció la primavera, como cada año por esas fechas— y empezamos a sufrir un bombardeo de acciones emprendidas por diversas celebridades con la intención de animarnos o concienciarnos. Gal Gadot reunió a un puñado de amigos famosos como ella que había conocido en rodajes y alfombras rojas y los convenció para cantar juntos Imagine de John Lennon. Otros, como Ellen DeGeneres, Madonna o Jennifer Lopez documentaron con profusión su confinamiento, en un intento de hacernos sentir que todos estábamos en el mismo barco, cuando en realidad lo que mostraron es que ellos estaban en la cabina de primera del Titanic y los demás en la bodega.
Se armó cierto revuelo y se cuestionó la pureza de las intenciones de tanto vídeo en Instagram de celebridad en su fabulosa mansión haciendo pasteles, yoga o, simplemente, contando qué había desayunado. Aquí, Ana Milán encontró la forma de empatizar sin que pareciera que estaba poniendo su casa a la venta o se había tragado todos los libros de Paulo Coelho sin siquiera masticarlos. También hubo algunos famosos que empezaron a dudar del virus. En aquel momento, ver a Madonna en Instagram declarar que la covid-19 “no iguala a todos”, casi significaban un soplo de aire fresco y disidencia. Luego llegó Miguel Bosé y la cosa de ir a la contra perdió la poca gracia que una vez pudo tener. El cantante se convirtió en algo casi tan peligroso y ubicuo como el virus. Pero Miguel no estaba, ni está, bien. Dar una respuesta a su insensatez resultaba complicado, hasta que descubrimos, por primera vez en muchos años, que igual no hay que dar una respuesta a todo lo que hace la gente conocida. Muchos problemas desaparecen ignorándolos. Mariano Rajoy lo sabe.
Entonces, llegó el infame asesinato de George Floyd en Minneapolis. Estallaron las protestas, el movimiento Black Lives Matter tomó las calles de medio mundo y los famosos volvieron a tomar Instagram. Beyoncé o Rihanna mostraron su preocupación y recaudaron fondos. Virgil Abloh, el director creativo de Louis Vuitton, donó la friolera de 50 dólares para pagar la fianza de un manifestante (su fortuna ronda los 20 millones). Blake Lively y Ryan Reynolds, como siempre, colgaron en su cuenta de Instagram el mensaje más sensato y menos maniqueo. Emily Ratajowski, Ariana Grande, Halsey o Hunter Schafer se lanzaron incluso a las calles para unirse a las protestas. El 2 de junio se organizó un apagón en Instagram. La idea era publicar una imagen en negro con el hashtag #blacktuesday (martes negro), pero muchos, famosos o no, se liaron y lo que apagaron fue la visibilidad del movimiento Black Lives Matter. Emma Watson fue vapuleada por tratar de aportar su apabullante personalidad y desbordante creatividad a la protesta añadiendo un marco blanco al fondo negro. Ratajkowski calificó todo ese paripé, que, esta vez sí, igualó la estupidez de famosos y anónimos, como: “Activismo virtual del más vacuo, contraproducente y peligroso”.
Los últimos meses se han llenado de artículos y reflexiones sobre si realmente este ha sido el año en el que hemos dejado de darle importancia a las celebridades. La idea es que 2020 puede marcar un punto de inflexión. Ha caído Ellen DeGeneres, desenmascarada como una explotadora y una cínica. Ha caído Kanye West, candidato a presidente de EE UU en una aventura igual de hilarante y deprimente que la de Miguel Bosé. Han caído muchos influencers, totalmente desarmados ante la imposibilidad de vender cosas, ir a la playa a pedirle a su pareja que les saque una foto del trasero para luego retocarla y añadir dónde adquirir el bañador que lucen o dejarse ver en los desfiles de las semanas de la moda, que en 2019 fueron ya todas las del año. Ha vuelto a caer Isabel Pantoja, sorprendente gran animadora del universo rosa patrio 36 años después de la muerte de Paquirri, suceso que este país aún no ha superado ni parece tener ninguna intención de hacer. ¿Se acabaron los famosos? Bueno, en 2008 se iban a acabar los bancos.
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