Estrella Morente: “Rompería una lanza a favor de los jóvenes a los que tanto se ha culpado durante la pandemia”
La cantaora se atreve con un primer poemario donde refleja su mundo, sus raíces y sus vínculos
Son tiempos extraños para las familias, cuya existencia y conveniencia, cuya naturaleza u olvido, parecen volver al debate público. Las familias extensas, desde luego, ya no se estilan tanto como la familia nuclear pero la de los Morente es algo más que eso. Es un clan. “Para mí la familia lo es todo”, explica Estrella Morente (Granada, 1980), “nos gusta estar unidos, yo no concibo ninguna fecha importante, ninguna celebración, sin la familia: cada vez ocupamos mesas más grandes”. De hecho, toda la familia se ha implicado en algunas actividades artísticas y performáticas, de riguroso negro, en el Teatro Español de Madrid o en el Museo Picasso de Barcelona.
A Morente, cuando habla, cuando escribe, se le sale la familia por la boca o por el verso. La todopoderosa figura de su padre, el cantaor Enrique Morente, que desde hace una década protege desde el cielo; su madre, la bailaora Aurora Carbonell (que ilustra el libro); su hermana, la cantante Soleá, etc… Sobre todo, su abuela Rosario Muñoz, “que es para mí la poesía más hermosa del mundo”, dice. Su abuela es su guía y basta una mirada a la expresión del rostro para que sepa si la abuela aprueba o no aprueba lo que se le presenta, como un oráculo.
Cuando Estrella Morente habla de su poesía lo hace con pasión, con raíz, pero, sobre todo, con humildad. “Estos versos son solo un renacuajo, un comienzo: quiero aprender a escribir”, dice. Se refiere al poemario Mis poemas y un cante (Beatus Ille & Cía) que ahora se publica y que, como tantos productos culturales, salieron del fértil caldo de cultivo del confinamiento (aunque no solo). “No hay que pedir perdón por escribir, eso solo por hacer daño a los demás”, añade. Los poemas van en un libro y el cante en un CD, al contrario que en su primer trabajo, de 2001, titulado justo al revés: Mi cante y un poema. Se cierra el círculo.
“Vengo de una casa donde la poesía estaba por todas partes”, dice Morente, “y no solo en los poemas”. En su obra hay influencias confesas: San Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, las rimas de los fandangos, María Zambrano o Lorca. “En Granada le llamamos Federico y tan de la familia parecía que yo de niña pensaba que era un tío abuelo que se iba a presentar en casa cualquier día”, recuerda la artista. Los lugares del poeta, como la Huerta de San Vicente, en Granada, o Fuente Vaqueros eran como segundas casas durante su infancia. Textos cortos y “flamencos” donde a veces se encuentran quiebros contemporáneos. Dice su hermana Soleá, “que es indie y filóloga”, que lo que Estrella escribe son “micropoemas”. En alguno pone su nombre de esta guisa: .
Mira así a las nuevas generaciones, que en su casa son Currito, de 20 años, al que no se le da mal rapear, y Estrella, de 16; ambos fruto de la longeva relación de la cantaora con el torero Javier Conde, con el que se casó en 2001. “Yo rompería una lanza a favor de los jóvenes, a los que tanto se ha culpado durante la pandemia”, dice Morente, “hay que tener paciencia, no solo para regañarles, sino para enseñarles bien. No queremos un futuro de gente enfadada con las generaciones anteriores”. Los suyos “vuelan con la tecnología”, pero desde pequeños han estado en fuerte contacto con la cultura, conociendo a figuras como Leonard Cohen, Pat Metheny, Michael Nyman o Luis Miguel, cosa de la que la madre se enorgullece.
Pocos días antes de que el coronavirus aterrizase en España, Morente estuvo en el centro de una polémica por defender el toreo, que practica su marido, en el programa Operación Triunfo, cambiando la letra de la canción Volver con unos versos de José Bergamín. El virus ha hecho que aquello parezca ya muy lejano. “Durante el confinamiento aproveché para crecer, por ejemplo, escribiendo poemas, pero también practicando otras artes que me gustan, como la cerámica o la pintura, escuchando cante”, recuerda Morente, “al menos en los momentos en los que no nos moríamos de miedo y nos embargaban la inseguridad y el pánico”. Cree que la pandemia puede haber servido para que, en algunas casas, se hayan fortalecido los vínculos familiares. Probablemente en otras haya ocurrido justo lo contrario.
No es ajena su obra a los debates contemporáneos. En uno de sus poemas se menciona el machismo “transversal”: “El mundo del flamenco ha sido y es muy machista”, dice Morente, “pero eso no lo he vivido en mi casa, porque mi padre nunca lo permitió”. Huye de los extremismos, pero cree muy necesaria la reivindicación de los derechos de las mujeres. El padre, en vida, le cantó a las mujeres saharauis; de ahí también le viene el compromiso. En otro texto se hace referencia a los migrantes, a los refugiados. “Soy muy sensible a esos mares de gente sin rumbo que huyen con el petate al hombro”, dice la artista, “a esos niños agarrados a las rejas tratando de pasar de un sitio a otro”.
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