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Gucci cuestiona los códigos del lujo con una colaboración con Adidas

La firma italiana vuelve a acaparar la conversación al presentar una colección masculina en la semana de la moda de mujer de Milán

Una modelo en el desfile de Gucci en Milán, el 25 de febrero.
Una modelo en el desfile de Gucci en Milán, el 25 de febrero.MOURAD BALTI TOUATI (EFE)
Carmen Mañana

Mientras las tropas rusas entraban en Kiev, arrancaba el desfile de Tod´s, el primero de la tercera jornada de la semana de la moda de Milán, una ciudad donde la ucraniana es la segunda comunidad de migrantes más numerosa. La industria del lujo, a la que la pandemia ha obligado a replantearse desde su razón de ser hasta su futuro, se ve forzada así a un reajuste continuo de su discurso si, como asegura el maestro Jean Paul Gaultier, “aspira a reflejar los cambios sociales de su tiempo”, además de a hacer caja. Cuál es su función o cuál es la de artefactos pop como los desfiles son preguntas que no pueden responder las colecciones que se presentan estos días, fundamentalmente porque fueron diseñadas hace meses. Aunque en la propuesta de Gucci podían encontrarse ya algunas pistas.

El director creativo de la firma italiana, Alessandro Michele, regresaba a la cita milanesa tras dos años en los que además de experimentar con distintos formatos para comunicar su trabajo -desde un festival a fashion films- llegó a renegar de los calendarios oficiales y los desfiles tradicionales. Pese a la pasarela, los modelos y los invitados, el del martes no fue totalmente ortodoxo. Si lo fuera, no llevaría la firma de Michele. El diseñador decidió presentar una colección masculina dentro de una semana de la moda de mujer. “Los hombres han abierto un diálogo con el universo femenino y yo quiero promover una representación amplia de la masculinidad, por eso creo que tenía sentido hacerlo así”, explicaba en una rueda de prensa posterior al desfile. Sus prendas -como siempre ha sido desde que tomase las riendas de la casa italiana hace siete años- “se sitúan a medio camino entre los dos géneros”: trajes de impoluta sastrería que lucían por igual hombres y mujeres; modelos masculinos con delicadas capelinas bordadas en pedrería y pendientes para todos. Pese a esta aproximación, Michele reniega del término gender fluid –”eso que todo el mundo dice que inventé hace siete años”-. Considera que ha sido sobreexplotado como herramienta de márketing y por ende, vaciado de significado.

Ahora se encuentra más cómodo en el campo semántico de la metamorfosis que abarca conceptos como “multifacético o polimorfo”. A través de él pretende transformar los códigos establecidos, en esta ocasión mediante la incorporación del vocabulario deportivo que plasma a través de una colaboración con Adidas. Lo que se dice matar dos pájaros de un tiro: al tiempo que expande y hace evolucionar su universo estético particular, plantea una joint venture que tiene tantos visos de triunfar comercialmente como las que ya desarrolló con Balenciaga o North Face. “La pasarela es como la calle, que es donde está mi taller, porque la moda ha dejado los ateliers”, sentencia Michele. De ese nuevo espacio de trabajo surge una colección donde las tres míticas rayas de Adidas recorren botas de cuero, capas, trajes de chaqueta o jerseys de punto e incluso se transforman en la estructura de un corpiño cuasimedieval; el logo de la enseña deportiva se imprime en los bolsos de la casa y aparece en bajorelieve en pantalones y chaquetas. Para rematar, Michele recupera un vestido de Adidas que Madona lució a principios de los noventa y que le sirvió de inspiración para este proyecto. “Pensamos que las colaboraciones son algo nuevo, pero hay pocas cosa por inventar”.

El de Gucci y Adidas no rue el único momento cargado de energía e intención. Hace ya un par de temporadas que las propuestas de Sportmax describen una trayectoria ascendente. El viernes la firma del grupo Max Mara apostó por esa sastrería cartesiana que ha hecho fortuna en los últimos años: hombreras sobredimensionadas y un patrón dibujando a escuadra y cartabón para resaltar los volúmenes y los ángulos obtusos. En principio, nada nuevo bajo el sol. Pero al pasar estos códigos por su depurada costura y combinar el negro sepulcral de las prendas con fogonazos de rojo sangre en botas o corbatas el resultado se tornaba apetecible y eléctrico, demostrando que ser original no es la única forma de ser memorable.

Con sus complementos de formas depuradas y simples, Tod’s vuelve a su esencia en un sensato intento de recuperar la relevancia perdida. Los gomino, las famosas bolas que conforman la suela de sus mocasines y que se han convertido en seña de identidad de la casa, ascienden hasta el empeine de sus botas y decoran las coderas de sus abrigos y parcas de corte montañés hilando una colección coherente y agradable. También Etro se mantiene fiel a ese exquisito trabajo de tejidos que le ha hecho famosa, esta vez a través de una oda la punto de croché de indisimulados aires hippies.

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