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La caída en desgracia de Scooter Braun: el ‘manager’ que hizo de Taylor Swift un ave fénix se queda sin artistas

El agente y descubridor de Justin Bieber ha perdido recientemente como clientas a Demi Lovato y Ariana Grande, mientras que Swift, ahora archienemiga, alcanza un éxito absoluto regrabando las canciones de las que él se apropió

Scooter Braun
Sccott Braun con Ariana Grande y Demi Lovato, en una foto de la cuenta de Instagram del 'manager'.
María Porcel

“La verdadera felicidad es disfrutar del presente, sin ansiosa dependencia del futuro”, decía hace 20 siglos Séneca, “no para divertirnos con esperanzas ni miedos, sino para descansar satisfecho con aquello que tenemos, que es suficiente, ya que quien es así no desea nada”. La frase del filósofo nacido en la Córdoba romana le viene al pelo al neoyorquino Scooter Braun, de 42 años. Tanto que, a principios de esta semana, él mismo la compartía en sus redes. Viajando en helicóptero con amigos, disfrutando de los últimos coletazos de agosto, el empresario subía la frase a su Instagram en lo que parece un último intento de vivir con filosofía una compleja época en lo profesional, pero también en lo personal: la salida de su empresa de gestión de artistas, y por tanto de su vida, de algunos de sus más potentes representados, Demi Lovato e Idina Menzel y, al parecer, también Ariana Grande. Su relación con Justin Bieber, cuya carrera gestiona hace tres lustros, pende de un hilo. Y todo ello mientras su archienemiga, Taylor Swift, logra volar como nunca gracias a su multimillonaria gira y a sus discos regrabados. Corren horas oscuras para Braun.

Aunque su sendero estaba marcado para ser el secundario en las historias de los ricos y famosos, Braun ha alcanzado ese estatus por sí mismo. Criado en Queens por padres judíos —sus abuelos sobrevivieron al Holocausto— y con cuatro hermanos, dos de ellos adoptados en Mozambique, Scott Samuel Braun siempre destacó como el delegado de la clase y, tras pasar por la universidad en Atlanta, por montar fiestas cada vez más brutales. Tanto que, en el mundillo hiphopero de la ciudad, acabó organizándoselas a famosos como Eminem o Jermaine Dupri, para quien trabajó durante cuatro años. La fama llama a la fama y, cuando voló solo, se convirtió en representante de Usher (ahora su íntimo, se van juntos de vacaciones) o Kanye West. En 2007, cuando tenía 26 años, descubrió en YouTube a un chavalín canadiense de 12 años con flequillo cantando como los ángeles y decidió darle una oportunidad entre sus representados. Se llamaba Justin Bieber. El resto es historia.

Hasta ahora, y hasta donde se sabe en toda esta enrevesada historia de acusaciones cruzadas y limitada transparencia, Braun sigue siendo el representante de Bieber, que siempre le tiene presente en sus agradecimientos y sus fotos de Instagram. Sin embargo, hace un par de semanas varios medios especializados en entretenimiento en EE UU aseguraron que el dúo profesional había decidido dividir sus caminos. Ellos lo negaron, pero ciertos medios como Puck siguen sosteniendo que “hay abogados implicados”, que Bieber —que lleva 30 meses sin lanzar música y ha cancelado su gira por enfermedad— tiene “letrados, agencia y agente de negocios nuevo” y que el dúo artístico lleva meses sin hablarse. People asegura que el cantante lleva seis meses trabajando en canciones nuevas y que ni Braun ni su empresa, SB, “han estado presente en una sola sesión de grabación”.

Justin Bieber y Scooter Braun, en un encuentro celebrado en Florida el 5 de agosto de 2010.
Justin Bieber y Scooter Braun, en un encuentro celebrado en Florida el 5 de agosto de 2010.Matt Stroshane (Getty Images)

Nada es claro, pero quien sí parece que ha salido del club Braun es Ariana Grande, que empezó con él en 2013 y ya se marchó, durante unos meses, en 2016. La de Florida lleva meses trabajando más como actriz, en el rodaje de Wicked, que como cantante: su último tema es de octubre de 2020. Medios como Billboard o People dan por hecha su salida. “Ha sido amistoso, pero ella ya le ha superado [a Braun] y está emocionada con su nuevo rumbo”, afirma una fuente cercana a la artista a People. “Sí que hay negociaciones en marcha a causa de los contratos, pero ha sido elección de ella. Es el momento de algo nuevo”.

Grande se une a una tendencia que ya empezó en mayo el rapero J Balvin marchándose de SB, y que estos días siguen Demi Lovato e Idina Menzel. Ayer, representantes de Carly Rae Jepsen, BabyJake y Asher Roth confirmaban a la agencia AP que esos artistas ya no trabajan con Braun. Lovato empezó con él en 2019. ”No podría estar más feliz, inspirada y emocionada”, afirmaba entonces, “gracias por creer en mí”. “Me siento, nos sentimos, muy honrados, bienvenida a la familia”, respondía Braun, con quien ha lanzado dos álbumes de éxito; en septiembre llegará un tercero, un recopilatorio de sus grandes éxitos en versión rock. Menzel, estrella de Broadway y la voz de Elsa en Frozen, también empezó con él en 2019, pero lleva desde enero apartada de SB, según The Hollywood Reporter.

Scooter Braun y Ariana Grande en la gala de los AMA (American Music Award), celebrada el 22 de noviembre de 2015, en Los Ángeles (California).
Scooter Braun y Ariana Grande en la gala de los AMA (American Music Award), celebrada el 22 de noviembre de 2015, en Los Ángeles (California). Jeff Kravitz/AMA2015 (FilmMagic)

La trayectoria de Braun genera mucha curiosidad y ciertos odios. En los últimos años se ha convertido en uno de los personajes más polémicos de la cultura pop por su enfrentamiento con Taylor Swift, devenida en los últimos tiempos en una de las estrellas más poderosas del mundo artístico, con una gira de más de 100 conciertos y año y medio de duración que generará mil millones de dólares. Swift, que empezó su carrera de adolescente, firmó un leonino contrato a los 15 años que decidió romper en 2018, con 29, para marcharse de su compañía inicial, Big Machine Records, y dar el salto a Universal Music. Entonces Scott Borchetta, el dueño de la empresa, pasó también a ser propietario de todos los masters de la artista, es decir, de sus canciones y derechos de autor de las mismas, ya sea en forma de letras, grabaciones o vídeos. Es decir, de todo lo que le pertenecía entre 2006, cuando lanzó su primer álbum, y 2017, con el sexto. Ella asumía que eso podía llegar a pasar. Lo que nunca imaginó es que no iba a tener oportunidad de comprar ese catálogo y que, meses después, Braun se haría con Big Machine por 300 millones de dólares, unos 265 millones de euros; la mitad del valor de esa compra era por el trabajo de Swift.

La ira y el dolor mostrados por la artista fueron inmensos. En una larga carta en la ya casi olvidada plataforma Tumblr, Swift lloraba porque Braun se quedaba con todo, “la música que escribí en el suelo de mi habitación y los vídeos con los que soñe, que pagué de mi dinero, que gané tocando en bares, después en clubes, después en salas, después en estadios”. “Ahora Scooter me ha despojado del trabajo de toda mi vida, que no me han dado oportunidad de comprar. Básicamente, mi legado musical está a punto de quedarse en las manos de quien lo ha querido desmantelar”, afirmaba, acusando a Braun de “acoso manipulador incesante durante años”.

“Cuando dejé mis masters en manos de Scott, tuve que asumir que podría acabar vendiéndolos”, reconocía. “Ni en mis peores pesadillas me imaginé que el comprador sería Scooter. Cada vez que Scott Borchetta ha escuchado su nombre en mi boca, estaba o llorando o intentando no hacerlo. Sabía lo que estaba haciendo, los dos lo sabían. Controlar a una mujer que no querría asociarse con él. A perpetuidad. Eso significa para siempre”. El rizo terminó de rizarse cuando Braun vendió el catálogo de la artista año y medio después al grupo de inversión Shamrock Capital por 405 millones. Le había costado 140.

Ni Swift ni sus fans se lo perdonan. La artista pronunció un duro discurso contra él en la entrega del premio Billboard como mujer de la década en 2019, criticando que la música se pudiera comprar “como si fuera un inmueble o unos zapatos”. “Me pasó sin mi aprobación, consulta o consentimiento”, afirmó, acusando a Braun de ser “la definición del privilegio de la masculinidad tóxica en la industria”. “La gente me dice: ‘Pero siempre ha sido amable conmigo...’. Claro que lo es. Si estás en esta sala, tienes algo que necesita”, afirmaba, sin pizca de ironía. Tras ello, la de Pensilvania cerró ciclo, dejó a Braun fuera de él y decidió recuperarlo todo regrabando esos seis discos en su propia versión, legal a partir de noviembre de 2020. Lleva tres; el cuarto, 1989 (su año de nacimiento), saldrá en octubre. Le falta el primero, Taylor Swift, y le falta el último, Reputation. Le falta recuperar su nombre; le falta recuperar su reputación.

Unos pocos fans de la artista, en ocasiones, van más allá. En el perfil de Instagram de Braun, personal y con casi cuatro millones de seguidores, hay decenas de comentarios en cada foto, suba lo que suba, de swifties furiosos que le atacan. “No te va a quedar música que robar”, le escriben junto a una puesta de sol. Los comentarios rozan el exceso. En una foto de su hija, de espaldas, este verano, había quien escribía: “¿También le vas a robar su música?” o “Ya se dará cuenta de que eres una mala persona”. Él conoce ese odio y, según ha declarado su círculo cercano, quiere sacudírselo. Hace unos meses reconocía, por primera vez y de forma excepcional, que se equivocó a la hora de gestionar la compra de los masters de Swift y que fue, quizá, “arrogante” en su planteamiento.

Pero en Braun el silencio es la constante. El hermetismo es su máxima, también ahora, en esta oleada de abandonos de sus representados de la que no hay luz. Los protagonistas nada confirman, su círculo es cerrado. Braun se permite, incluso, bromear al respecto. “Noticia de última hora: ya no me represento a mí mismo”, tuiteaba, irónico, el pasado martes. En realidad, en parte, esa es la cuestión. Que Braun ya no es el manager de todo ese artisteo porque ya no es, simplemente, un manager.

Todo se remonta a cuando, en abril de 2021, vendió su empresa al grupo coreano Hybe, especializado en k-pop; una operación por la que se embolsó algo más de mil millones de dólares. El consejero delegado de la empresa se marchó tres meses después pero ha sido este junio cuando Braun se convirtió en el presidente de la firma, valorada en más de 11.200 millones de euros y con gigantes como el grupo BTS —ahora en una pausa artística— entre ellos. Unas labores que no le permiten estar tan presente en las carreras de sus representados. “Lleva años saliendo del mundo de la representación artística, esa es la historia”, aseguran fuentes cercanas a él en Variety.

Braun ya no es el mismo que en 2017 pudo organizar en un par de semanas el concierto benéfico One Love Manchester tras el atentado en un recital de Ariana Grande, ni el que montó una asociación para construir escuelas, fundada por su hermano Adam. Ahora es un empresario divorciado —de la madre de sus tres hijos, en 2021, tras siete años de matrimonio— y con dos casas: una en las colinas de Hollywood de más de 18.000 metros que le costó 65 millones de dólares hace un par de años; y otra en la lujosa Montecito, a dos horas al norte de Los Ángeles, con la Alhambra como inspiración y que le compró a Ellen DeGeneres por 36 millones el año pasado. Tienen piscinas, cines, bodegas, patios. Lo malo es que ya no le queda tiempo para hacer fiestas. Ni casi amigos artistas que las ambienten.

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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